Un científico es lo que valen sus investigaciones. Partiendo de esta premisa, no es difícil entender que a Carlos López-Otín se le abriera el suelo bajo los pies cuando un amplio sector del mundo de la ciencia comenzó a poner en tela de juicio los resultados de sus estudios.
Pero contemos antes quién es Carlos López-Otín. Nacido en 1958 en la localidad aragonesa de Sabiñánigo, López-Otín es un investigador español de gran relevancia internacional, catedrático de bioquímica y biología molecular en la Universidad de Oviedo, donde compagina su labor como docente con la investigación sobre el cáncer y el envejecimiento. Es, además, académico de las Academia Europea y de la Real Academia de Ciencias de España, y doctor honoris causa por varias universidades españolas y extranjeras. Desde 2009, su laboratorio codirige la contribución española al Consorcio Internacional del Genoma del Cáncer, que ha logrado descifrar el genoma de centenares de pacientes con cáncer. Un avance importantísimo en la materia.
Sin embargo, su centelleante trayectoria se vio empañada de golpe en 2017, un año funesto para el científico. Todo empezó cuando tuvo que retractarse por varios artículos publicados en la revista estadounidense Journal of Biological Chemistry y otro publicado en Nature Cell Biology tras detectarse en ellos imágenes duplicadas y experimentos reutilizados. Después, el grupo Nature le retiró el importante galardón que le había concedido, el Nature Mentoring Award, al detectar algunos problemas e inconsistencias en 18 de sus investigaciones. En concreto, a través de este comunicado afirmaron no haber podido encontrar los datos numéricos que refrendarían algunos de los gráficos de los que se valía. A pesar de que el dictamen reconocía que la retirada del premio no suponía «un juicio sobre la trayectoria general de la investigación de López-Otín», la bola de nieve de la cancelación ya estaba en marcha.
El ocaso de una carrera
Fueron varios los científicos y divulgadores que cargaron duramente contra el biólogo molecular entonces. Su entorno más cercano también le censuró, tal y como relata el propio Otín en La vida en cuatro letras (Editorial Paidós, 2019), el libro en el que narra el enorme sufrimiento que esta situación le provocó: «(…) Un día en las postrimerías del verano de 2017 todo comenzó a quebrarse (…). Lo que parecían ser unas pequeñas disputas profesionales acabaron por causarme una tristeza tan grande que el mundo empezó a temblar bajo mis pies (…). La bola creció tanto que sentí muy cerca el aliento del acoso laboral y, al final, la vida cotidiana se convirtió en una pesadilla difícil de soportar». Tanto es así, que Otín asegura en su obra que llegó a plantearse el suicidio como única salida al malestar que le asolaba: «Siento lo que siento y me doy cuenta de que estoy vivo, pese a que en los últimos tiempos no me hubiera importado compartir con Jeremiah de Saint-Amour, el personaje de El amor en los tiempos del cólera, unas sahumerios de cianuro de oro para acceder al Gran Mar y disfrutar de la calma y la serenidad que tan difícilmente se encuentran en la vida cotidiana».
No es el único pasaje devastador de su libro, nacido de la profunda depresión a la que esta situación lo condujo. López-Otín, además de un científico brillante, es un amante de la Literatura y se expresa con hondura y lirismo. En otro de los fragmentos dice: «(…) simplemente me puse a conversar con la oscuridad. Me alejé de todo y de casi todos, buscando una sólida soledad. Apenas guardé un hilo de élan vital en un rincón de la memoria, por si me servía de guía alguna vez para encontrar la salida de aquella encrucijada».
Los ratones no van al cielo
El asunto de los artículos fue en cierto modo la punta del iceberg para Otín, pues pronto iba a tener que enfrentar una prueba aún más dura: la muerte, a comienzos de 2019, de más de 5 mil ratones modificados genéticamente en el Bioterio de la Universidad de Oviedo. Tal y como describe en el libro, ese fue el varapalo definitivo que lo sumió en la desesperanza: «Estos ratones modificados genéticamente son modelos vivos de extraordinario valor médico y científico, y en su creación hemos invertido miles de horas de esfuerzo (…). Ante mí ya no estaba el infinito, sino el apocalipsis. Nunca había vivido ni conocido nada semejante a lo largo de mi carrera científica». Al parecer y según las conclusiones de la propia Universidad, una infección por un virus murino, relacionado con la leucemia, fue la causa del fallecimiento de los roedores. Sin embargo, el asunto sirvió para echar más leña al fuego sobre la carrera del científico.
Una entrada publicada en el blog Ciencia Mundana, firmado por Alfredo Caro, un ex investigador científico «prácticamente expulsado de la academia por la precariedad y la incertidumbre», como él mismo se define, también arremetía contra López-Otín a colación de este asunto. En una entrada publicada recientemente, el autor se disculpaba así por las palabras vertidas contra su colega en aquel artículo, que optó por retirar: «(En él) mezclaba con un sarcasmo hasta ofensivo aspectos personales y religiosos con científicos. No traté el asunto con la seriedad que merecía. Utilicé un titular facilón. Estaba escrito con prisa, de una manera tan burda que cuando hablaba sobre problemas generales (en el mundo de la ciencia) parecía que me refería exclusivamente a él».
Caro no es el único que se ha retractado. También el físico, informático y matemático Francisco Villatoro, en su blog divulgativo La Ciencia de la mula Francis, pidió disculpas a Otín tras haberle desautorizado a raíz de la retirada de sus artículos: «El objetivo de este blog es divulgar ciencia al hilo de artículos científicos publicados en revistas. Mi pieza sobre el Dr. López Otín incumplía dicha máxima, pues no estaba basada en sus artículos (aunque citaba los artículos retirados), sino en piezas de terceros en blogs y medios a los que di más credibilidad de la que en rigor debía. Ahora no me queda ninguna duda de que dicha pieza en mi blog estaba fuera de lugar; nunca tuvo que haber sido escrita. Máxime cuando me consta que ha sido usada para acosarle; por ello reitero mis más sinceras disculpas a Carlos López Otín», decía en una entrada que fue muy comentada.
Lo cierto es que las disculpas de Villatoro y de Caro llegan después de que La Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales le dé la razón a Otín y le descargue de responsabilidades asegurando que su comportamiento ha sido ético. A través de este comunicado, la RAC ha afirmado que las revistas científicas son quienes deberían haber detectado dichas alteraciones «en los controles iniciales de calidad técnica que suelen efectuar las revistas científicas, así como por los revisores de los artículos». Y parece que la noticia alentó al científico pues, tras el ensayo referido, ha publicado dos más conformando así la que dio en llamar «Trilogía de la vida». Su último trabajo se titula Egoístas, inmortales y viajeras (Editorial Paidós, 2022) y en él desgrana algunos de sus avances logrados en la carrera contra el cáncer. De la cancelación, ya lo ven, también se sale.
Esta periodista se ha puesto en contacto con Villatoro para comentar con él las razones que le llevaron a un vilipendio del que luego se arrepintió, pero este ha declinado la entrevista aduciendo que si el propio López-Otín no aparece en esta pieza, él tampoco quiere hacerlo. Pero la cuestión es que la única manera de escuchar la voz de Otín, al menos por el momento, es leyendo los libros referidos, pues aunque he tratado de llegar hasta él para concertar una entrevista por varias vías, solo he obtenido negativas: al parecer, el científico se encuentra inmerso en un proceso judicial por todo lo vivido y considera que seguir hablando de esto «no ayuda a nadie». Tampoco la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular (SEBBM) se ha pronunciado al respecto por el momento, aunque recibió una solicitud por mi parte hace ya más de dos semanas.
Así las cosas, varias incógnitas siguen planeando sobre todo este asunto: ¿hubo una mano negra detrás del exhaustivo control al que se sometió a Otín? ¿Por qué alguien querría bucear entre sus más de 450 artículos científicos para sacar a la luz las que finalmente han sido determinadas como pequeñas alteraciones que no constituyen fraude? ¿Por qué su entorno cercano cerró filas contra él? Solo el tiempo y la justicia podrán traer las respuestas al último caso de cancelación en el mundo de la ciencia.