Científicos contra el alarmismo climático niegan que el Polo Norte se esté derritiendo
La Asociación de Realistas Climáticos sostiene que el Ártico lleva desde 2007 sin cambiar su extensión
Un grupo de científicos y académicos aglutinados en la Asociación de Realistas Climáticos (ACR), nacida tras la trágica riada en Valencia para combatir el «alarmismo climático», discrepa del relato oficial con respecto al deshielo del Polo Norte. Tras múltiples predicciones fallidas, la última pronostica que el Ártico podría quedarse sin hielo antes de 2030, pero la ACR asegura que la probabilidad de que algo así suceda es casi inexistente.
Javier Vinós (científico y experto climático independiente), Javier del Valle Melendo (profesor de Hidrología, Climatología y Geología) y Saúl Blanco (profesor de Biodiversidad y Gestión Ambiental) lideran una asociación que quiere hacer pedagogía contra el «catastrofismo» en los medios de comunicación, que en su mayoría se han hecho eco esta semana de un estudio publicado en Nature Communications que asegura que entre 2027 y 2030 el Ártico será en un 95% agua.
En 2007, el exvicepresidente norteamericano Al Gore, en el discurso que pronunció al recibir el Premio Nobel de La Paz por alertar de los peligros del cambio climático, predijo el deshielo del Polo Norte para 2014. Desde entonces, los estudios que apuntan en esta dirección se suceden con regularidad, y el fin del hielo en el Ártico ha sido pronosticado por los expertos para 2008 (David Barber), 2012 (Jay Zwally), 2013 (Wieslaw Maslowski), 2016 (Peter Wadhams) y 2030 (Mark Serreze).
«Sistemáticamente la realidad va desmintiendo las predicciones de estos expertos», expresa la ACR, por cuanto «estos estudios están basados en modelos climáticos, y la realidad muestra que el hielo del Ártico dejó de reducir su extensión en 2007 y desde entonces permanece estable»: «Cada mes de septiembre desde 2007 el hielo que cubre el Ártico alcanza su extensión mínima de en torno a unos 4,6 millones de kilómetros cuadrados, sin mostrar una tendencia significativa».
Los científicos realistas resaltan que esta «estabilidad del hielo ártico» tiene lugar «a pesar de que el nivel de CO2 de la atmósfera ha aumentado más de un 10% en estos 17 años y la temperatura global lo ha hecho en 0,46°C según el registro del sistema Copernicus europeo». Por ello plantean que «la falta de respuesta del hielo ártico ante los cambios en la temperatura y el CO2 deberían llevar a cuestionar nuestro conocimiento de las causas que mueven sus cambios de extensión».
Los expertos recuerdan que en 2015 Swart y colaboradores «exploraron con modelos climáticos, en un artículo publicado en la revista Nature Climate Change, la probabilidad de que tuviera lugar la pausa en el declive del hielo ártico, que en aquel momento contaba ya con siete años»: «Teniendo en cuenta el aumento del efecto humano sobre el clima, los autores concluían que una pausa de siete años tenía una probabilidad de tener lugar del 34%».
Sin embargo, la pausa en el declive del hielo dura ya 17 años, y según dicho estudio una pausa tan larga solo tiene una probabilidad del 10% con arreglo a las emisiones de CO2 que venimos realizando. Dicho de otro modo, según la ACR, «hay un 90% de probabilidades de que los científicos y sus modelos estén equivocados con respecto a las causas del declive del hielo ártico», y «si la pausa dura cuatro años más su probabilidad caerá al 5%, momento en el que habrá que rechazar la hipótesis de que seamos responsables de la disminución del hielo en el Ártico».
Pese a ello, el estudio reciente de Heuzé y Jahn que advierte de que el primer día sin hielo en el Ártico podría llegar antes de 2030, sin mencionar que este lleva casi dos décadas sin reducir su extensión. «Este contraste brutal entre lo que muestran los datos y lo que se nos cuenta en los medios es característico del tema climático, donde se seleccionan los artículos más catastrofistas y menos fiables para dar una visión sesgada del cambio climático», dice la Asociación de Realistas Climáticos: «Y esta es la razón de que existamos».
La riada
La Asociación de Realistas Climáticos (ACR) nació el pasado mes de noviembre, tras la trágica riada en Valencia, para combatir el «alarmismo climático». En su primer comunicado, aseguraba que las muertes relacionadas con el clima (inundaciones, sequías, tormentas, incendios o temperaturas extremas) han disminuido un 90% en el último siglo, basándose en un artículo del profesor danés Bjorn Lomborg publicado en la revista Technological Forecasting & Social Change.
Estas habrían pasado de 500.000 muertes anuales en la década de 1920 a cerca de 50.000 en la actualidad, según los cálculos del científico danés reproducidos en España por esta asociación.
«Dicha reducción contrasta con la falta de cambio significativo en las muertes causadas por fenómenos naturales no relacionados con el clima, como terremotos, tsunamis y volcanes», según la asociación, que añade: «Ello demuestra que las muertes relacionadas con el clima son susceptibles de ser evitadas mediante la adecuada acción humana de prevención y adaptación».
El ejemplo paradigmático de esto, según los científicos y académicos contra el alarmismo, sería la DANA que arrasó 70 municipios valencianos y de otras provincias y se cobró al menos 230 vidas. La ACR señala que los gobiernos y administraciones de España son responsables por «no haber realizado las acciones de prevención y adaptación necesarias para impedir que las inevitables riadas tengan un resultado trágico en pérdida de vidas humanas y destrucción económica».
Entre ellas, la «construcción de infraestructuras de protección frente a avenidas», la «limpieza de las riberas de los cauces para mantener la capacidad de drenaje y reducir el efecto destructivo de las avenidas», pero también «sistemas de alerta temprana a la población para todo tipo de situaciones de emergencia» que incluyan «ensayos regulares y responsabilidades definidas» e «impartir instrucciones claras a la ciudadanía» sobre cómo actuar en estos casos.
La ACR considera un error culpar al cambio climático de lo ocurrido en el litoral valenciano, ya que «reducir nuestras emisiones de CO2 y cambiar nuestros coches de combustión por eléctricos no impedirá futuras tragedias, mientras que tomar las medidas conocidas de prevención y adaptación frente a los fenómenos meteorológicos extremos, que se han producido en el pasado y se seguirán produciendo en el futuro, sí lo hará».