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Macrófagos: el decisivo papel de las ‘células tragonas’ del sistema inmune en nuestra salud

Estas células están involucradas en procesos como la reparación de los tejidos, la homeostasis o equilibrio corporal

Macrófagos: el decisivo papel de las ‘células tragonas’ del sistema inmune en nuestra salud

Macrófago atacando bacterias patógenas. Corona Borealis Studio/Shutterstock

El sistema inmunitario humano es una red compleja y altamente especializada de moléculas, células, tejidos y órganos que actúan coordinadamente para proteger al organismo frente a agentes patógenos. Dentro de este sistema, los macrófagos llevan a cabo un papel fundamental como centinelas y ejecutores de la llamada respuesta inmunitaria innata.

Estas células no solo participan en la defensa inmediata contra infecciones, sino que también están involucradas en procesos como la reparación de los tejidos, la homeostasis o equilibrio corporal y la modulación de las respuestas inflamatorias. Sin embargo, su participación prolongada o descontrolada puede contribuir al desarrollo y perpetuación de enfermedades crónicas inflamatorias.

¿De dónde vienen los macrófagos?

Los macrófagos tienen un doble origen. Tradicionalmente, se pensaba que todos procedían de los monocitos, un tipo de leucocito o célula blanca que circula por la sangre. Los monocitos se originan en el interior de los huesos, en la médula ósea y, una vez reclutados hacia tejidos específicos en respuesta a señales inflamatorias o fisiológicas, se diferencian en macrófagos residentes en los tejidos. Este proceso es dinámico y permite al organismo responder de forma flexible a múltiples desafíos.

Sin embargo, investigaciones más recientes han revelado que muchos macrófagos tisulares residentes –es decir, aquellos que permanecen en tejidos de forma estable– no derivan exclusivamente de monocitos adultos. Algunos tienen su origen en etapas embrionarias tempranas, especialmente a partir del saco vitelino y el hígado fetal, colonizando diversos tejidos incluso antes del nacimiento.

Estos macrófagos embriogénicos pueden autorrenovarse localmente sin necesidad de un aporte constante de monocitos circulantes en la sangre y procedentes de la médula ósea.

Por sus nombres les conoceréis

Los macrófagos están distribuidos por todo el organismo y adoptan características especializadas según el tejido en el que residen. Esta plasticidad funcional se debe a la influencia del microambiente local, lo que les permite adaptarse a las necesidades específicas de cada órgano y cumplir funciones concretas.

Microfotografías de células de microglía.
Microfotografías de células de microglía. Yang TD, Park J-S, Choi Y, Choi W, Ko T-W, Lee KJ/Wikimedia Commons, CC BY

Por ejemplo, en el hígado se conocen como células de Kupffer y desempeñan un papel clave en la eliminación de sustancias tóxicas y microorganismos procedentes del tracto digestivo. En el sistema nervioso central se les denomina microglía y están implicados tanto en la defensa frente a infecciones como en el mantenimiento de la homeostasis o salud neuronal.

Otros ejemplos incluyen los macrófagos alveolares de los pulmones, que eliminan partículas inhaladas a modo de basureros, y los osteoclastos, que participan en el remodelado óseo como escultores de los huesos.

Células multitarea

Las múltiples funciones de los macrófagos abarcan tanto aspectos inmunológicos como no inmunológicos. En primer lugar, son expertos en fagocitosis, el proceso mediante el cual engullen y destruyen partículas extrañas, células muertas y restos celulares. Esta capacidad los convierte en una primera línea de defensa contra infecciones bacterianas, virales y fúngicas.

Pero además, estas células resultan esenciales en la presentación de antígenos. Tras fagocitar un patógeno, procesan sus componentes y los exponen en su superficie mediante moléculas del complejo mayor de histocompatibilidad (MHC). Esto permite activar a los linfocitos T, otras células clave en la función del sistema inmunitario, y poner en marcha la respuesta inmunitaria adaptativa. Esta, más específica y duradera, puede guardar una memoria de los patógenos concretos que los han activado.

Otra función crucial de los macrófagos es la secreción de citoquinas y factores de crecimiento. Se trata de moléculas solubles que regulan la inflamación, atraen otras células inmunitarias y favorecen la reparación de tejidos.

Dependiendo del tipo de señales que reciban, los macrófagos pueden diferenciarse como M1, asociados a respuestas proinflamatorias y microbicidas, o M2, vinculados a procesos antiinflamatorios, resolución de la inflamación y regeneración y reparación de tejidos.

Su papel en enfermedades inflamatorias crónicas

Ya hemos visto que los macrófagos son esenciales para la defensa y el equilibrio fisiológico, pero su activación prolongada o disfuncional puede tener consecuencias perjudiciales. De hecho, están estrechamente implicados en diversas enfermedades inflamatorias crónicas como la artritis reumatoide, la aterosclerosis, la diabetes tipo 2 y diversas dolencias neurodegenerativas como el alzhéimer.

En estas patologías, los macrófagos pueden mantener un estado de activación persistente, secretando citoquinas proinflamatorias como el factor de necrosis tumoral alfa (TNF-α), la interleucina-1 beta (IL-1β) y la interleucina-6 (IL-6). Estas moléculas actúan como sustancias mensajeras que contribuyen a mantener un entorno inflamatorio sostenido. Lejos de resolver el daño, este entorno promueve la destrucción del tejido, la fibrosis (cicatrización) y la progresión de la enfermedad.

Por ejemplo, en la aterosclerosis, los macrófagos fagocitan lípidos oxidados y se convierten en células espumosas que se acumulan en las paredes arteriales, formando placas que pueden obstruir el flujo sanguíneo. En la diabetes tipo 2, la inflamación crónica del tejido adiposo, mediada por macrófagos M1, se asocia con resistencia a la insulina. Y en el alzhéimer, la microglía activada (macrófagos del sistema nervioso) puede contribuir a la neuroinflamación y la degeneración neuronal al responder de forma inapropiada a la acumulación de placas de beta-amiloide.

En síntesis, los macrófagos son componentes clave del sistema inmunitario humano, actores centrales en la defensa del organismo, con una notable versatilidad funcional y adaptativa. No obstante, cuando su actividad se descontrola, pueden contribuir significativamente a enfermedades inflamatorias crónicas de gran impacto en la salud global. Comprender en profundidad su biología y su papel en las enfermedades resulta esencial para el desarrollo de nuevas estrategias terapéuticas dirigidas a modular su actividad y restaurar el equilibrio inmunológico.

The Conversation

Antonio J. Ruiz Alcaraz, Profesor de Inmunología de la Universidad de Murcia e investigador del Grupo de Inmunidad Innata del IMIB, Universidad de Murcia

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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