De una central nuclear a oncología: un fármaco pionero recibe cientos de millones en inversión
La terapia de radioligandos es una gran esperanza para los tratamientos, pese a que su corta vida dificulta la logística

Producción de fármacos oncológicos basados en radioligandos. | Novartis
Un fármaco radioactivo contra el cáncer que se tiene que transportar a toda prisa por su corta vida y resulta muy prometedor porque es menos invasivo que otras terapias oncológicas como la radioterapia: este medicamento existe y es lo que se conoce como terapia de radioligandos. Aunque esta palabra pueda parecer extraña e incluso exótica fuera de los círculos médicos y científicos, está experimentando un boom a nivel de inversión farmacéutica. En algunos tipos de tumores ya se usa como tratamiento en los hospitales, y en otros casos la investigación y los ensayos clínicos avanzan rápidamente con resultados positivos.
Una de las noticias más leídas de los últimos días en el Financial Times daba cuenta del auge de este campo. Las grandes farmacéuticas han invertido cientos de millones de euros en el desarrollo de radioligandos y, según informa el rotativo británico, prevén rentabilizar sus proyectos con la creación de un nuevo mercado que valoran en decenas de miles de millones. Es la suiza Novartis quien ha tomado la delantera -consiguiendo el primer tratamiento de este tipo autorizada en Estados Unidos y la Unión Europea- en estas terapias que se empezaron a investigar de forma más intensiva hace cerca de una década, pero otras compañías como la francesa Sanofi, la británica AstraZeneca y la estadounidense Eli Lilly han empezado a comprar startups especializadas en esta materia para no quedarse atrás.
Actualmente, Novartis cuenta con seis plantas de producción de radioligandos en Europa -una de ellas en Zaragoza– y Estados Unidos, y planea abrir más en China, Japón y EEUU. Según la información del citado medio económico, la cadena productiva suele pasar por centrales nucleares -aunque a veces los isótopos radioactivos pueden sintetizarse también en aceleradores de partículas del tipo ciclotrón-, por un laboratorio, y finalmente llegan al servicio de medicina nuclear en el que se administra la dosis. De hecho, uno de los mayores retos es la logística a contrarreloj que requiere este fármaco, que tarda pocos días en perder su carga radiactiva y, con ella, su efectividad. Por eso se transporta en avión, y la multinacional suiza ha afirmado que actualmente ya entrega a tiempo el 99,5% de envíos a los hospitales y centros médicos, aunque a medida que haya más puntos de fabricación podrá aumentar su disponibilidad en todo el mundo. Esta farmacéutica se ha centrado en los usos del lutecio radioactivo; por ello, y porque es un elemento muy raro concentrado sobre todo en Rusia, otras compañías están explorando la viabilidad de alternativas como el actinio.
Los radioligandos ya han llegado a España
España no solo cuenta con producción propia de radioligandos, sino que tiene equipos clínicos y científicos especializados en ubicaciones como Madrid, Barcelona, San Sebastián y Navarra. «Nosotros hacemos imagen diagnóstica uniendo isótopos a nanopartículas, es nuestro vehículo para llevar la radioactividad donde queremos de forma precisa con una radiación mayor por cantidad de molécula que la terapia de radioligandos tradicional, en vez de proteínas, hacemos llegar nanopartículas inteligentes a células tumorales», explica a THE OBJECTIVE Juan Pellico, investigador Ramón y Cajal del ICMAB-CSIC. Añade que, si bien el cáncer es el ámbito con mayor demanda, también se usa la misma técnica en enfermedades cardiovasculares o neurológicas, o para preparar sondas capaces de detectar si se tiene un tumor en fase prematura o si existe riesgo de infarto.
Para Pellico, estamos ante «un campo que podrá marcar la diferencia en el tratamiento del cáncer». Este es su funcionamiento general: «A una molécula específica que tiene un objetivo particular, ir a un tipo de receptor dentro de un tumor, se le añade un isótopo radioactivo, de ahí lo de radiologando. Con esto conseguimos dos cosas: ver dónde va esa molécula, útil en técnicas de imagen en medicina nuclear, y, además, podemos hacer un tratamiento si unimos esas moléculas que son capaces matar células tumorales». La principal ventaja de este método: es «más localizado que la radioterapia, en la que se administra el isótopo radioactivo que por sus propiedades puede ir un sitio u otro». Esto funciona «muy bien» en casos como el tumor de tiroides, ya que se conocen isótopos, como el yodo o el radio 233, que se acumulan en esta zona. Sin embargo, los radioligandos mejoran la precisión en muchos otros tumores, ya que atacan una diana específica sin causar tantos efectos secundarios en los tejidos sanos.
«Los isótopos radioactivos hay que producirlos y administrarlos, tienen una vida media, que es lo que tarda en desintegrarse y convertirse en un isótopo estable no radioactivo que ya no nos vale, si este tiempo de vida es muy corto, hay que programarlo todo muy bien», añade el científico de ICMAB-CSIC. Por ejemplo, el lutecio tiene una vida media de seis días y medio; pasado este tiempo, pierde la mitad de su carga. Aunque numerosos hospitales tienen un servicio de medicina nuclear, las empresas, el Ministerio de Sanidad y la Sociedad Española de Medicina Nuclear están tratando de aumentar el número de instalaciones especializadas en radioligandos. Según Pellico, la rápida caducidad «es uno de los problemas, otro es que no dejamos de trabajar con un isótopo radioactivo», lo que implica seguir las normas del Consejo de Seguridad Nuclear -tiempos, dosis, exposición permitida para el paciente y para el trabajador…-, aunque esto también afecta a las radioterapias convencionales, que actualmente suponen cerca de la mitad de los tratamientos oncológicos.
Todas estas restricciones obligan, por ejemplo, a separar los residuos del paciente para esperar a que pierdan su radioactividad. A pesar de los desafíos mencionados, «el campo está creciendo mucho, porque los beneficios son mayores que las desventajas», destaca el investigador. También subraya su versatilidad, con muchas combinaciones posibles entre diferentes isótopos radioactivos y proteínas, péptidos, anticuerpos o nanopartículas, según el efecto que se busque. Una de las uniones estrella es el lu-dotatate, conocido como lutatate y comercializado por Novartis como Lutathera, que se basa en el lutecio y está indicado en tumores neuroendocrinos. Pero se puede combinar lutecio con otras moléculas -es el caso del Pluvicto, para cánceres de próstata-, y también se puede recurrir a isótopos como el Actinio-225, el Radio-223, el plomo-212. Estos todavía no han llegado a tratamiento de forma más generalizada, pero varias combinaciones están dando muy buenos resultados.en etapas preclínicas.