Una sustancia química cerebral se relaciona con el riesgo de suicidio tras un trauma infantil
Se ha descubierto que quienes tienen niveles más altos de la proteína SGK1 han sufrido adversidades en la niñez

Una mujer llorando. | Freepik
Una sustancia química cerebral, la denominada SGK1 (Quinasa 1 regulada por suero y glucocorticoides), está relacionada con el riesgo de suicidio tras haber sufrido un trauma infantil. En concreto, poseer niveles elevados de ella puede provocar depresión y pensamientos suicidas en personas que experimentaron traumas o adversidades durante la infancia, según han descubierto neurocientíficos de las universidades de Columbia y McGill.
La depresión es un trastorno del estado de ánimo que no se manifiesta de la misma forma en todos los casos. Su aparición y desarrollo depende principalmente del momento vital en el que se desarrolla y de las circunstancias individuales de la persona que la experimenta. En este contexto, las experiencias adversas durante la infancia —como crecer en una familia disfuncional o sufrir abuso físico— constituyen uno de los factores que más aumentan el riesgo de desarrollar depresión en etapas posteriores de la vida porque afectan tanto a la biología como a la psicología y las relaciones sociales de la persona. En Estados Unidos se estima que alrededor del 60% de los adultos con diagnóstico de depresión mayor y dos tercios de quienes han intentado quitarse la vida experimentaron traumas o adversidades durante su infancia.
Los investigadores de este estudio han hallado un posible mecanismo biológico que relaciona más detalladamente la relación entre la depresión y los pensamientos suicidas después de haber encontrado altos niveles de la sustancia química SGK1, una proteína que se activa con el estrés y las hormonas del cortisol. Afecta al funcionamiento del cerebro sobre todo en la respuesta de este ante el estrés y a la regulación del estado de ánimo, en el cerebro de adultos que se habían suicidado. De ellos, los que presentaban mayores niveles de esta sustancia fueron quienes habían experimentado traumas o adversidades infantiles, en cuyo caso la presencia llega a ser incluso hasta el doble que en otros pacientes.
Del mismo modo, han descubierto que los niños que han estado expuestos a adversidades o traumas durante su niñez y que además poseen variantes genéticas que aumentan el nivel de esta proteína en el cerebro son más propensos a desarrollar depresión en la adolescencia. Esto sugiere que la SGK1 podría actuar como un catalizador de la depresión y la conducta suicida, porque su actividad elevada puede afectar la forma en la que el cerebro gestiona las emociones, altera la creación de nuevas neuronas y dificulta la adaptación al estrés, aumentando la vulnerabilidad de estas personas a trastornos del ánimo graves.
Se abre el camino a un nuevo antidepresivo
Este nuevo hallazgo abre el camino a un nuevo tipo de medicamento antidepresivo que suprima la proteína SGK1. Eso podría ayudar a los individuos que sufrieron traumas o adversidades en la niñez, puesto que, a pesar de que los antidepresivos Inhibidores Selectivos de la Recaptación de Serotonina (ISRS) son eficaces en muchas personas con ansiedad y depresión, a menudo no sirven para personas que han experimentado estos sucesos durante su infancia, que son una alto porcentaje de los adultos con depresión. «Esto nos sugirió que los procesos biológicos que conducen a la depresión y al suicidio en general pueden ser diferentes a los de quienes tuvieron infancias menos estresantes», apunta Christoph Anacker, el líder del estudio.
Los inhibidores de SGK1 se encuentran en desarrollo para otras afecciones y, según los resultados de las pruebas realizadas en ratones, podrían servir para prevenir o tratar la depresión en personas que hayan vivido experiencias traumáticas en la infancia, ya que en los animales estresados, la inhibición de esta sustancia química cerebral favorece la formación de nuevas neuronas en una zona importante para la memoria y las emociones, lo que a su vez reduce la aparición de conductas depresivas y suicidas. Ahora, los supresores se están probando en personas con fibrilación auricular y otras afecciones, pero el objetivo es comenzar los ensayos en personas con depresión y antecedentes de adversidades infantiles.
Además, según señalan los responsables del estudio, este descubrimiento podría proporcionar una herramienta de detección útil para identificar a las personas con mayor riesgo. Por ello, los individuos con depresión que hayan sufrido adversidades durante la niñez podrían someterse a pruebas genéticas para determinar los niveles o la actividad de esta sustancia química cerebral, y así conocer si tienen más probabilidades de beneficiarse de un tratamiento con un inhibidor de SGK1. Según Anacker, «existe una necesidad urgente de identificar y tratar a las personas con mayor riesgo de depresión y suicidio después de la exposición a adversidades en la vida temprana y SGK1 es una vía prometedora para explorar».
