Un estudio alerta de la relación entre la tinta de los tatuajes y la eficacia de las vacunas
Un estudio muestra que se acumula en los ganglios linfáticos y puede alterar la reacción inmunitaria

Un hombre tatuado vacunándose. | Freepik
La tinta de los tatuajes no permanece inactiva en la piel. Aunque no es biológicamente activa, el organismo la reconoce como un cuerpo extraño e interactúa con ella de manera pasiva a través del sistema inmunológico. A pesar de la tradicional idea de que la tinta está completamente inactiva y aislada en la piel, un estudio reciente ha descubierto que esta se desplaza y acumula en los ganglios linfáticos cercanos en la mayoría de los sujetos tatuados, donde puede persistir durante meses o a menudo de por vida, destruyendo células inmunitarias e incluso alterando la respuesta del cuerpo a las vacunas.
La práctica de tatuarse es muy antigua. Sin embargo, no ha sido hasta hace poco tiempo cuando se ha consolidado como tendencia, ya que está especialmente de moda desde finales de la década de los 90, cuando los tatuajes se volvieron más populares gracias a personajes públicos y a que se produjera una profesionalización del sector. Desde entonces, han alcanzado cada vez más una mayor aceptación social. Son muchas las personas en todo el mundo que llevan tatuajes, y por ello surgió el interés científico.
Hasta el momento, las investigaciones solo habían expuesto la aparición de ganglios pigmentados y casos aislados de reacciones adversas relacionadas con los tatuajes, pero no existían datos más concretos sobre los posibles efectos de la tinta en el organismo y la capacidad de reacción del sistema inmune ante agentes como virus o bacterias. Por ello, investigadores europeos se propusieron analizar de qué manera se instala la tinta en los ganglios linfáticos y si afecta a la producción de anticuerpos tras la vacunación.
La investigación, liderada por científicos de la Universidad de la Suiza italiana en colaboración con el Instituto de Investigación en Biomedicina y la Universidad de Berna (Suiza), la Charité Universitätsmedizin (Alemania), la Universidad de Pavia (Italia), la Universidad de Masaryk, el Instituto de Parasitología de la Academia de Ciencias (República Checa) y la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer de la Organización Mundial de la Salud utilizaron un modelo murino -estudios con ratones- para conocer lo que sucede después de hacerse un tatuaje.
Se observó que los pigmentos se drenaron a los ganglios linfáticos cercanos en pocos minutos y continuaron acumulándose durante dos meses, provocando la muerte de células inmunitarias y una inflamación sostenida. En relación con las vacunas, observaron que la tinta de los tatuajes debilitó la respuesta de los anticuerpos a las vacunas contra la COVID-19 de Pfizer y BioNTech SE cuando la inyección se administró en la piel tatuada. No obstante, la misma inflamación resultó potenciar la respuesta a una vacuna inactivada contra la gripe.
Los autores subrayan, a raíz de los resultados, la necesidad de realizar pruebas toxicológicas más estrictas y una supervisión más estricta de los ingredientes de las tintas para tatuajes, cuya regulación es mucho más laxa que para los productos médicos. «Este trabajo representa el estudio más extenso hasta la fecha sobre el efecto de la tinta de tatuaje en la respuesta inmunitaria y plantea serias preocupaciones de salud asociadas con la práctica del tatuaje», apuntan. Aunque los resultados no se han comprobado en humanos, señalan riesgos claros.
No es el único estudio que ha mostrado derivaciones negativas para las personas tatuadas. En 2024, una investigación sueca realizada en casi 12.000 personas reveló que las tatuadas tenían un 21% más de riesgo de sufrir un linfoma maligno que quienes no tienen y, además, abarca los principales tipos, desde las formas agresivas, hasta las de crecimiento más lento. Las mayores correspondencias se observaron durante los dos primeros años tras la realización del tatuaje y más de una década después.
En la misma línea, un estudio danés publicado en enero señalaba patrones similares. La investigación detectó que las personas con tatuajes tienen mayor probabilidad de desarrollar determinados tipos de cáncer de piel, como el melanoma o el carcinoma de células escamosas, así como de linfoma, cuya vulnerabilidad es mayor para quienes poseen tatuajes de tamaño superior al de la palma de la mano. En uno de los grupos analizados, los tatuajes más extensos se vincularon con un riesgo de linfoma 2,7 veces superior, además de más del doble de probabilidad de padecer cáncer de piel.
