La destrucción de Mosul frena el regreso de los desplazados en Irak
Casi una semana después del anuncio de la liberación de Mosul, la destrucción, la falta de agua y electricidad o el miedo mantienen en los campamentos de desplazados a los civiles que huyeron de los combates entre los yihadistas y las fuerzas de seguridad iraquíes.
Casi una semana después del anuncio de la liberación de Mosul, la destrucción, la falta de agua y electricidad o el miedo mantienen en los campamentos de desplazados a los civiles que huyeron de los combates entre los yihadistas y las fuerzas de seguridad iraquíes.
«Ha pasado casi una semana de la liberación total de Mosul de los terroristas del Estado Islámico y la gente comienza a pensar en volver a sus casas en las zonas liberadas, pero no tienen viviendas porque están destrozadas o tienen miedo por cuestiones de seguridad, algunos porque pueda volver Dáesh», dice el responsable humanitario iraquí Razga Obeid. Este miembro de la Fundación Barzani y coordinador de cinco campamentos de desplazados levantados al este de Mosul, explica que ahora «la situación está estable» y que en los últimos diez días han llegado más desplazados de los que han regresado.
«Los desplazamientos continúan y el regreso ha aumentado, pero la gente que huye es todavía mayor que la que regresa», asegura Obeid en su despacho del campamento de Hasan Sham 3, situado junto en la población del mismo nombre, que se encuentra totalmente vacía y destruida.
Entre las tiendas de campaña, algún niño vuela una cometa, otros se arrancan en carreras para hacer girar las aspas de molinos de papel caseros, mientras la mayoría de los adultos pasa el tiempo sentados a la sombra para protegerse del calor que antes del mediodía ya supera los 40.
Obeid cuenta que uno de los grandes problemas que tienen en el campamento es la falta de electricidad, por lo que han pedido al Gobierno central y a la ONU que les envíen generadores para abastecer a los campamentos de Hasan Sham 3 y Chamacor, ambos sin corriente. La poca energía eléctrica que hay abastece las oficinas de la administración del campo, donde incluso se disfruta de aire acondicionado.
En las arterias principales del campo se levantan unas pequeñas cabinas alimentadas con energía solar repletas de enchufes para que los habitantes temporales del campamento puedan recargar sus teléfonos móviles.
«La temperatura está por encima de los 40 dentro de las tiendas de campaña. Los niños y los ancianos no aguantan estas temperaturas, hay que encontrar una solución para ellos porque, de verdad, no pueden seguir así toda la estación», subraya.
A pesar de esta situación, los desplazados tienen poco donde elegir. Quien no tiene su casa destrozada, no tiene tampoco agua ni electricidad en su barrio, sobre todo si es de Mosul occidental, donde la batalla fue más encarnizada.
«La gente prefiere vivir en el campamento a vivir sin agua o electricidad», concluye el responsable de estos cinco centros de acogida, para quien «como poco se necesita un año para que vuelvan los desplazados a Mosul y las regiones de alrededor».
«Cuando podamos volver, volveremos», dice Um Ali una mujer de 40 años, madre de ocho hijos y que aparenta tener mucha más edad. Es del pueblo de Qayrawan, en la región de Sinyar y lleva un mes en el campamento. Con frases cortas asegura que quiere volver, pero que no sabe cuándo, como tampoco sabe la suerte que corrió su casa.
19 campamentos de refugiados acogen a unos 322.000 iraquíes que huyeron de los combates
Abed Ahmad, que se ha acercado a una de las pocas fuentes de energía solar del campamento para recargar la batería de su teléfono, lleva aquí siete meses, casi desde la apertura de las instalaciones.
Es la zona de la presa de Mosul, al norte de la ciudad, y al igual que Um Ali no sabe si su vivienda sigue o no en pie. Dice que quiere volver, pero que no puede; cuando se le pregunta por la razón, responde con un largo silencio.
En total, 19 campamentos de refugiados acogen a unos 322.000 iraquíes que huyeron de los combates desde el comienzo, en octubre pasado, de la batalla para la liberación de la provincia de Nínive, de la que Mosul es su capital. A estos habría que sumarle los otros más de 3.000.000 de desplazados que abandonaron sus hogares desde la irrupción del EI en la vida del país en 2014.
El director de Oxfam en Irak, Andrés González, asegura que para finales de año podrían haber regresado a sus casas entre un millón y un millón y medio de personas, y que el resto lo podría hacer en los «dos o tres próximos años».