El lago Chilwa de Malaui se seca, víctima del cambio climático
Hace apenas cuatro meses, el pequeño puerto de Kachulu, en la ribera del lago Chilwa, en el sur de Malaui, era un hervidero de pescadores. Ahora está prácticamente vacío, al igual que el lago, víctima de las sequías, cada vez más frecuentes a causa del cambio climático. En la actualidad, cientos de barcos de pescadores están varados en la reseca cuenca, mientras los buitres sobrevuelan el lago, situado 30 km al este de Zomba, la antigua capital de Malaui.
El lago Chilwa, en el sur de Malaui, donde antes había muchos pescadores, está ahora vacío, víctima de las sequías, que son cada vez más frecuentes debido al cambio climático.
El pequeño puerto de Kachulu, en la ribera del lago, era un hervidero de pescadores hace cuatro meses. Ahora, cientos de barcos de pescadores están varados en la reseca cuenca, mientras los buitres sobrevuelan el lago, situado 30 km al este de Zomba, la antigua capital de Malaui, según relata el periodista Jack McBrams de la agencia AFP.
Chilwa, el segundo lago de mayor tamaño del país por detrás del lago Malaui, es muy sensible a las variaciones estacionales. «En los últimos 100 años, el lago se ha secado por completo en varias ocasiones, en ciclos de 20-25 años, según los registros de los que disponemos», explica el profesor Sosten Chiotha, especialista en medioambiente, que estudia el lago desde hace 27 años. La última vez que llegó a tal nivel de deshidratación fue en 1991. «Desde los años 1990 ha aumentado la frecuencia de las sequías», debido al cambio climático, señala Chiotha, quien asegura que el lago ha perdido el 60% del agua que contenía antes.
Los especialistas consideran que la deforestación en la región ha agravado la situación. La zona del lago sufre una fuerte presión demográfica. En ella viven alrededor de 1,5 millones de personas, siendo una de las de mayor densidad de población en el sur de África, según Chiotha. Los habitantes talan árboles para poder cultivar o vender carbón vegetal. El resultado es que las cuencas de las vertientes del lago, que contribuyen al abastecimiento regular del mismo, han quedado muy dañadas.
Lo cierto es que, cuanto más se seca el lago, más se acelera la deforestación, pues cuantos menos peces hay, más se dedican los aldeanos a la venta de carbón vegetal. Un círculo vicioso infernal.
La vida de Maru Yakobe siempre dependió del lago. Esta pescadora llegaba a ganar hasta hace poco unas 15.000 kwacha (18 euros, 20 dólares) al día, lo suficiente para alimentar a su familia y llevar a sus cinco hijos a la escuela. Ahora, su supervivencia depende de un pedazo de arrozal. «Estábamos acostumbrados a salir de apuros gracias al lago, pero ahora ya no hay negocio. Nadie se libra en la aldea», explica a AFP.
La cooperativa de pescado seco, por ejemplo, cerró, al menos temporalmente. «No hay peces. Las mujeres de la cooperativa ya no tienen ingresos», asegura Nixon Masi, responsable gubernamental de la pesca en Chilwa. De las 38 pescadoras pertenecientes a la cooperativa Kachulu Solar Driers Women Club, 21 se han ido para probar suerte en otros lugares.»Algunas de estas mujeres han caído en la pobreza, después de todos los avances que habíamos hecho en los últimos años».