Estados Unidos renovará su «Avión del Juicio Final» con aparatos de segunda mano
Es la navaja suiza de las comunicaciones militares pero no siempre ha sido así: el 11-S marcó su destino
Es un vestigio de la Guerra Fría, pero cuando eres la potencia hegemónica adquiere cierto sentido. Estados Unidos tiene una pequeña flota de aeronaves que podrían seguir en vuelo, dando órdenes y coordinando el mundo, si un mal día una guerra nuclear evapora el planeta. Se hacen viejos los existentes y hay que renovarlos; son los aviones del Juicio Final.
Al menos uno de sus cuatro motores está arrancado 24 horas al día, los 7 días de la semana, 365 días al año. En cualquier momento pueden ser desplegados, y en unos pocos minutos estarían en el aire. Sus sesenta y cinco tripulantes, puede comer, dormir y vivir durante días sin tocar suelo firme si fueran puestos en alerta. En la aeronave van desde pilotos con varios años de experiencia a sus espaldas hasta operadores de sistemas de comunicaciones recién salidos de la escuela técnica. También forman parte de la tripulación ingenieros de vuelo, navegantes, auxiliares del aparato y fuerzas de seguridad.
Las instrucciones al subirse son parecidas a las de un avión comercial. Pero la cosa adquieren un tinte extraño cuando se ven máscaras de aire colgadas por todas partes, o viseras especiales para que los pilotos no queden cegados en caso de explosión… nuclear. Sus escasas ventanillas están cubiertas de una malla que protege contra las ondas electromagnéticas de esas explosiones. Salta a la vista que no se trata de un avión normal.
Aunque se sabe que los presidentes Jimmy Carter y Ronald Reagan han sido sus pasajeros más ilustres, lo normal —más bien anormal—, es que su comandante sea el Secretario de Defensa, el equivalente a nuestro Ministro de Defensa, porque este avión es como un ‘maletín nuclear’ volante; sirve como puesto móvil de mando y control del arsenal atómico de los Estados Unidos.
En la jerga de las US Air Forces se denomina E-4B, y se trata de una de las aeronaves más misteriosas, complejas, caras y difíciles de ver que han construido jamás. Pero tienen un problema: están basadas en los Boeing 747-8i. La cuita tiene origen en que ningún otro aparato sirve para albergar lo necesario y el Jumbo se dejó de fabricar en 2022. Boeing cerró hace dos años las líneas de producción de su producto más voluminoso, y el Tío Sam se verá obligado a comprar varios 747-8i de pasajeros, y rehacerlos para poder darles esta utilidad.
El Pentágono se ha olvidado de Boeing y ha concedido el contrato de desarrollo del nuevo Doomsday Plane, el avión del juicio final, a Sierra Nevada Corp. Es una reputada empresa experta en la modificación de aviones existentes para aplicaciones militares. El gobierno de Joe Biden les ha premiado con un contrato valorado en 13.000 millones de dólares, unos 12.100 de euros al cambio, para hacerse cargo de esta renovación.
Los cuatro E-4B «Nightwatch» existentes y que pertenecen al Centro Nacional de Operaciones Aerotransportadas (NAOC) de las Fuerzas Aéreas, son de los años 70. Basados en el 747-200, están muy cerca del fin de su vida útil, y están casi fuera de servicio. La primera misión del contratista reside en contar con al menos cuatro aeronaves hábiles. Boeing ensambló 155 unidades del 747-8, de los cuales poco más de un tercio tenían la configuración 747-8i para transporte de pasajeros. Es el mismo aparato del que emana el más popular VC-25B. Puede que el nombre no diga mucho, pero su nombre a lo mejor sí: Air Force One, el avión presidencial de los Estados Unidos.
Las diferencias del futuro E-4B con un Jumbo normal son bastantes. Su fuselaje, alas y motores son a simple vista los mismos, pero vistos de cerca, apenas hay nada de sus elementos originales. En líneas generales, se ha militarizado un avión de pasajeros, con características bastante peculiares. De entrada llama la atención la joroba que le ha salido por encima del característico chichón de los 747. Esta elevación del fuselaje se suma al llamativo y ya conocido bulto superior que corresponde al espacio de la segunda planta interior.
Sujeto a las necesidades del programa Survivable Airborne Operations Center (Centro de Operaciones Aerotransportado de Supervivencia) está protegido electrónicamente. Si estallase un artefacto nuclear cerca de él, es probable que la onda expansiva le afectase por una cuestión mecánica, pero no el pulso electromagnético que emitiese el artefacto. El E-4B seguiría operativo en un caso así.
Un Jumbo militar
Sus alas también son diferentes, cuenta con extremos inclinados, así como motores turbofan GEnx de alto bypass más potentes y eficientes. Esta nueva variante del 747-8i incorpora un sistema de reabastecimiento aéreo. Podrá repostar en el aire y estar volando de forma continua durante días, siempre y cuando un avión cisterna suba y vuelva a rellenar sus depósitos. La trampilla de llenado ha pasado del morro, que es donde lo tiene el avión presidencial, a la parte superior, justo delante de la joroba. Como es lógico, sus tripulaciones reciben entrenamiento en este sentido.
Basado en el arte conceptual que muestra Sierra Nevada, el perfil del nuevo E-4B cambiará poco en la zona de la cúpula de comunicaciones por satélite en su parte superior. Las suites de comunicaciones por satélite han avanzado mucho desde que se instaron las primeras. A pesar de ello, este tipo de aeronave parece un erizo de la cantidad de antenas que posee tanto por arriba como por abajo.
Es visible un nuevo sistema de comunicaciones por satélite en la punta de la cola superior del avión, similar a otras instalaciones en aviones comerciales para televisión por satélite en directo. Se trataría de una capacidad crítica para el centro de mando aéreo del Pentágono, aunque la realidad final podría ser distinta o con otras utilidades. Las comunicaciones basadas en comunicaciones exoatmosféricas, incluyendo el aprovechamiento de constelaciones similares a Starlink, serán una parte cada vez más importante en la estrategia que sustenta la disuasión nuclear.
Soluciones de última generación
En las imágenes de Sierra Nevada se pueden ver dos pods en la raiz de las alas, que no queda claro de que se puede tratar. Es bastante posible que sean sistemas de defensa o de cegado para misiles y amenazas atacantes; generadores de interferencias que desvíen proyectiles. Según los analistas, se echa de menos un elemento importante: las largas antenas de cable de arrastre que se utilizan para comunicarse con los submarinos de misiles balísticos de la Armada.
Este elemento de comunicaciones, también presente en los submarinos con los que se comunicaría el E-4B, es bastante curioso. La emisión de señales de baja frecuencia se produce desde una antena que ha de alejarse físicamente de su emisor. Tanto en este tipo de avión como en los navíos, se desenrolla un cable que queda descolgado del cuerpo principal, y un cilindro que sirve de antena es el encargado de enviar y recibir las señales. Una vez utilizado, se recoge el cable, y la antena queda almacenada dentro de su mecanismo. Como es obvio, la tecnología avanza, y muy rápido, y todo esto podría ir cambiando si encontrasen soluciones mejores.
Central telefónica universal
Una vez en marcha, los especialistas en comunicaciones deciden qué satélites, radares y antenas crean la mejor ruta para hablar con el mundo exterior. Sus 42 sistemas de comunicación dispares están conectados de forma permanente. Reciben notificaciones, mensajes y distribuyen esa información a las tropas en tierra. Se pueden comunicar con cualquier número de teléfono móvil o fijo, recibir señales de radio y televisión, leer mensajes de texto o emitir sus propios vídeos. Pueden comunicarse con cualquier plataforma militar esté donde esté, tanto dentro de la atmósfera como fuera de ella. De la misma manera, podrían servir de centro de comunicaciones en caso de catástrofe natural.
La cubierta principal se divide en seis áreas funcionales: un área de trabajo de comando, una sala de conferencias, una sala de reuniones, un área de trabajo del equipo de operaciones, un área de comunicaciones y un área de descanso. Muchas de las características como la generación de energía, la resistencia contra pulsos electromagnéticos de detonaciones nucleares, así como algunas comunicaciones, irán destinados tanto al E-4B como al futuro avión presidencial, VC-25B.
El E-4B es la navaja suiza de las comunicaciones militares, pero no siempre ha sido así. El 11-S marcó su destino, y pasó de ser un control de dispositivos nucleares al sistema de comunicaciones global más potente y capaz de sobrevivir del mundo. Esa es la razón por la que se cree que en caso de una crisis extrema, el presidente y sus asesores no volarían en el Air Force one, sino en un avión del Juicio Final.