Ucrania crea una bomba de hidrógeno improvisada tras desguazar un Toyota Mirai
El ejército de Kiev está demostrando una capacidad extraordinaria para adaptarse a las circunstancias
No tiene límites. Ante la invasión rusa y la falta de medios bélicos, el ejército ucraniano le está echando sorprendentes cantidades de imaginación a su defensa. La última idea es que han desarrollado su propia bomba de hidrógeno. Lo inesperado es que la han obtenido tras desguazar un Toyota.
El Mirai es un modelo poco apreciado por el público. Los coches con motor de hidrógeno por célula de combustible son tan poco exitosos que hasta en Estados Unidos la marca tiene en marcha un contencioso con muchos de sus usuarios. Sus conductores afirman sentirse cautivos de un sistema viciado, con un único proveedor de su combustible, con muchas limitaciones y condicionantes.
La tecnología es muy compleja y desde el punto de vista medioambiental es, por mucho, lo más sostenible a largo plazo, bastante más que los derivados del petróleo y el coche eléctrico puro. El problema que se encuentra en un periodo de inmadurez que la hace jugar en desventaja si la comparamos con lo existente, a lo que hay que añadir lo costoso de generar hidrógeno, y que su red de distribución es testimonial.
Los coches tienen un comportamiento excelente, van realmente bien, pero son en definitiva caros y no muy prácticos. A nivel de usuario, son como los eléctricos en sus primeros años de vida. Lo que jamás pudo suponer su fabricante, Toyota, es que su poco exitoso modelo acabaría siendo convertido en un arma de guerra.
Eso es lo que ha ocurrido en Ucrania a finales de julio, y con bastante acierto para las fuerzas de defensa ucranianas. El ejército ruso tomó la planta de áridos de Vovchansk, al nordeste de Jharkov y a unos tres kilómetros de la frontera. Esto proporcionó a las fuerzas de Moscú una posición estratégica desde la que dominar la ciudad y controlar los puentes del río Vovcha. A pesar de las fuertes defensas, los ucranianos identificaron vulnerabilidades clave que podían explotar.
Sus capacidades eran muy limitadas. Con unas tropas equipadas con escasos medios, sin apenas ayuda militar extranjera, y con unos drones que no pueden llevar demasiada carga explosiva, tuvieron que buscar ideas alternativas, con soluciones no convencionales.
Alguien tuvo una idea, hasta hoy, revolucionaria: hacer estallar el depósito de hidrógeno de un Toyota Mirai. Generaron una diminuta bomba de hidrógeno basado en piezas de desguace de este modelo. En realidad no es un artefacto termonuclear, como su nombre parece indicar; no es una bomba de hidrógeno, sino una bomba con hidrógeno. El resultado no es la fusión de sus átomos, sino una deflagración parecida a la de las bombonas de butano, aunque bastante más potente.
El artefacto resultante pesaba unos 220 kilos, y necesitaba ser transportado hasta su destino, y aquí llega otra segunda innovación inesperada. Sin capacidad aérea capaz de levantar semejante carga con aviones o helicópteros, sin drones que puedan llevar poco más de unos cuantos kilos, echaron mano de otro tipo de dron.
Las posiciones fijas rusas suelen tener cierto nivel de protección electrónica, y con frecuencia los drones teledirigidos fallan, se quedan sin visión o se desorientan. La solución estuvo en el suelo. Las fuerzas ucranianas reutilizaron piezas de coches eléctricos civiles destrozados, incluidas las de un Tesla.
Coche bomba autopilotado
Los detalles sobre este último no quedan claros, y ni el Grupo Khorne de la 116.ª Brigada Mecanizada, la responsable de la jugada, aporta datos, ni tampoco Euromaidan Press, el medio local en lengua inglesa que se hizo eco de la noticia. No es que se sospeche que se hayan usado sus baterías, o probablemente su sistema de autopilotaje, que sería ajeno a interferencias externas producidas por las defensas electrónicas rusas, sino todo el vehículo.
El dron terrestre, probablemente un Tesla de aspecto irreconocible o al menos con muchos de sus elementos mecánicos, transportó la bomba a través de un puente parcialmente destruido, y se acercó hasta la planta de áridos sin ser detectado. La explosión resultante causó importantes daños, ya que la composición de hidrógeno generó potentes ondas expansivas, bolas de fuego y la caída de escombros en los alrededores. Diversos analistas han visionado las imágenes resultantes y confirman la veracidad de las mismas en comparación con explosiones del mismo tipo.
El incendio posterior al estallido principal sugiere que los rusos podrían haber estado almacenando munición, lo que intensificó la deflagración. Acto seguido, las tropas del Kremlin abandonaron la posición, lo que permitió a las fuerzas ucranianas avanzar y enlazar con otras tropas cercanas, para aislar al bastión ruso. La operación catalizó una campaña más amplia, y el presidente Volodimir Zelensky visitó la zona con posterioridad.
Mucho ingenio
El ejército ucraniano está demostrando una capacidad extraordinaria para adaptarse a las circunstancias donde no llega la ayuda internacional. En muchos casos, su eficacia está basada en la aportación de la población civil. Un ejemplo es que se sabe que muchos de los drones caseros que usan llevan alojadas las baterías de Teslas canibalizados para obtener de ellos este elemento. Salta a la vista que no es el armamento habitual de un ejército.
Desmontar las células de energía de coches eléctricos es costoso, pero más barato que el material militar al uso, y son accesibles de forma casi instantánea. Esta práctica se ha vuelto en algo habitual, pero deja preguntas en el aire.
El uso dual, civil-militar, y de fácil acceso en una sociedad occidental desarrollada da alas a aquellos que quieran usarla contra la ciudadanía. El ingenio y lecciones de bricolaje ucraniano están mostrando la facilidad de acceso a este tipo de armamento improvisado. Es algo que incomoda a las fuerzas del orden desde hace tiempo, y cada vez más, viéndonosla ejemplos como este.