La otra gran misión de la IA: proteger a los niños del caos digital
Los asistentes generativos son el futuro de la tecnología a nivel de usuario y una pieza clave en la tutela de los menores
Corre el rumor de que Apple podría introducir entre su nueva colección de relojes uno más barato y resistente, pensado para los niños. Desde una perspectiva social, tiene sentido: si con apenas 12 años siete de cada diez ya dispone de un teléfono móvil (datos del INE), la prolongación de la secuencia hiperconectada es inevitable. Además, la franja de los 11 a los 14 años también es la que más juega a la consola. Infancia y adolescencia se desarrollan hoy bajo el dominio de la tecnología.
La proliferación de dispositivos conectados a internet también significa otra cosa: el acceso a un catálogo infinito de contenidos (pese a los posibles y a menudo insuficientes cortafuegos del mundo adulto) y la exposición al batiburrillo de las redes sociales. Derivadas de estos hábitos son el aumento del estrés infantil, la depresión y el ciberacoso, entre otros fenómenos.
Explica Javier Arroyo, cofundador de la edtech Smartick, que las pantallas no son buenas ni malas per se. Exigen, como todo, una dosificación. Bajo el esquema adecuado, una tableta o móvil es una herramienta al servicio del progreso de los chavales. No es lo mismo engancharse al porno que consultar la enciclopedia británica.
Dada la magnitud del desafío, la búsqueda de soluciones puede orientarse hacia la IA generativa, muy de moda desde finales de 2022 y protagonista de una batalla innovadora y comercial entre las compañías más poderosas del planeta. Microsoft integrará Copilot en sus ordenadores, ChatGPT alimentará el servicio de búsquedas SearchGPT, Google lo fiará todo a Gemini y luchará porque Android sea el sistema operativo de referencia en los coches autónomos, Apple dará un giro de tuerca a sus artilugios para afinar búsquedas y mejorar las funciones fotográficas.
Un guardián para todo
La idea de fondo es válida en todos los supuestos: contar con un asistente generativo que mejore la experiencia del internauta, el conductor, el deportista, el profesor, el cardiólogo y cualquier persona activa en la esfera digital. Pero, si este esquema vale para ciudadanos hechos y derechos, ¿por qué no aplicarlo entre quienes están más expuestos al caos de internet?
En este periódico ya se ha hablado de Klara y el Sol, la novela de Kazuo Ishiguro. El Nobel anglo-nipón plantea en sus páginas una sociedad (no tan) futurista donde los padres compran a sus hijos unos robots indistinguibles del ser humano y equipados con las máximas capacidades computacionales, e incluso con algunos indicios de empatía. A ellos confían parte de la formación de su descendencia.
¿Un e-DNI infantil?
No es necesario alcanzar semejante nivel de complejidad. Aunque el esquema que plantea Ishiguro llegará algún día, el planteamiento de Microsoft con Copilot ya pavimenta el camino: un usuario menor de edad accede con su clave al dispositivo (sea o no un ordenador), opera con los controles parentales establecidos y cuenta además con ese asistente generativo especialmente adiestrado no sólo para satisfacer su curiosidad o ayudarle con sus deberes, sino para evitarle los peligros de la jungla. La misión de la IA podría adaptarse a la identidad digital de cada niño, con diversos grados de protección en función de la edad y sólidos escudos de encriptación para proteger su privacidad.
Luces sobre sombras
Creatividad, resolución de problemas y aprendizaje más rápido de idiomas son algunas de las ventajas de la infancia tecnológica, pero la tutela es pieza clave del rompecabezas. En la era de las agendas imposibles, con padres y madres trabajando a destajo en ciudades sumidas en la congestión, la IA puede convertirse en el mejor aliado de las familias.