Ya no es novedad: hallan piezas occidentales en el dron Sukhoi S-70 ruso derribado en Ucrania
Entre los restos del aparato hay piezas estadounidenses, alemanas, neerlandesas, suizas y de Corea del Sur
Es un coladero. La industria tecnológica occidental con aplicaciones militares tiene decenas de regulaciones para evitar que sus productos acaben en Rusia, pero siguen llegando sin freno aparente alguno. A base de empresas pantalla, con reglas de exportación laxas, o robándolos directamente, Vladímir Putin se salta las sanciones con la habilidad de un carterista del metro en hora punta.
El pasado 5 de octubre tuvo lugar un extraño incidente sobre la región ucraniana de Donetsk entre dos aviones de la Fuerza Aérea Rusa. Uno de ellos era el sofisticado Sukhoi Su-57 y otro el aparato no tripulado S-70 Okhotnik-B, una nave casi experimental de la que se cree que las fuerzas aéreas de Moscú tienen —o al menos tenían— cuatro unidades.
El S-70 cayó a tierra sobre suelo ucraniano, pero no derribado por el ejército de Kiev, sino por la aeronave rusa que le acompañaba. En el incidente, el caza furtivo ruso tripulado lanzó un misil aire-aire contra una aeronave de su propio ejército; no fue un caso de fuego amigo, sino otra cosa muy distinta.
Todo hace pensar que el Su-57, lo último en tecnología aeronáutica rusa, escoltaba o incluso manejaba el dron, y perdió su control. La respuesta fue destruirlo, por temor a que ejecutase una misión no programada, o cayese en manos enemigas. Pero la maniobra les salió solo regular. El dron cayó del cielo, dañado pero no volatilizado, como era el obvio deseo de los rusos.
El aparato fue hallado a unos cien kilómetros de la frontera oeste de Ucrania, y se convirtió para Kiev un regalo caído del cielo que ofrecía una oportunidad única de conocer a fondo lo último de la ingeniería enemiga. Todo hizo pensar que Volodímir Zelenski remitiría los restos de ese avión a EEUU para su análisis; sin embargo, ha sido la propia inteligencia ucraniana la que ha destripado el aparato.
Sus técnicos hicieron la autopsia al pájaro inerte y se llevaron una desagradable sorpresa: gran parte de sus componentes tenían origen donde se supone que no debería. De las entrañas del «Cazador» ruso —traducción de Okhotnik— salieron piezas sensibles relacionadas con la microelectrónica y otros componentes de alta tecnología. La sorpresa reside en que muchos de estos elementos fueron fabricados por empresas estadounidenses como Analog Devices, Texas Instruments y Xilinx-AMD, la alemana Infineon Technologies, o la suiza STMicroelectronics (Suiza).
El servicio de información ucraniano ha publicado los detalles de los componentes occidentales del S-70 en la página web War & Sanctions. Casi todos ellos son elementos electrónicos, como microcircuitos, microprocesadores, transceptores, aisladores digitales, y estabilizadores, con origen en los países citados, o Corea del Sur, y Países Bajos, algo prohibido de forma radical desde el inicio del conflicto.
El hallazgo demuestra una vez más la enorme dependencia que tiene Rusia de la tecnología occidental; carecen de ella de forma nativa. Cabe esperar que los servicios de seguridad, policiales y servicios secretos de los países de origen de todos estos productos investiguen de qué forma han llegado a Rusia a pesar de las limitaciones.
Cuando se ha consultado a las compañías citadas, todas declararon que, desde el comienzo de la guerra de Ucrania en 2022, tomaron medidas para evitar que sus tecnologías cayesen en manos de Moscú. Si se cree en la buena fe de dichas empresas, se demuestra lo difícil que es lograr un cumplimiento estricto de las sanciones con una clara violación de sus medidas de control.
No es novedad
No es la primera vez que Ucrania encuentra componentes occidentales en armamento ruso. Los ha hallado en drones pequeños y misiles, e incluso los analistas del Royal United Services Institute, con sede en el Reino Unido, certifican múltiples ejemplos encontrados en otros conflictos en los que participan los exsoviéticos.
El Sukhoi S-70 Okhotnik-B es un dron del tamaño de un aparato tripulado. Pesa unas veinte toneladas y tiene una envergadura de casi veintiún metros. Su forma es similar al RQ-170 Sentinel del ejército estadounidense, construido por Lockheed Martin, un aparato ultrasecreto que salió a la luz cuando perdieron uno sobre territorio iraní en 2011. Su exótica forma de boomerang se ha visto clonada en muchos aparatos de funciones similares que más tarde se han visto en otros ejércitos.
El Okhotnik se ha estado desarrollando desde principios de la década de 2010, realizó su vuelo inaugural en 2019, e hizo su debut en combate durante la guerra de Ucrania. Según un informe del Ministerio de Defensa británico, el dron tiene una sección transversal de radar reducida que está destinada a darle capacidades furtivas en misiones de ataque profundo.
El coste de un «Cazador» ruso de este tipo es de unos quince millones de dólares, y es, entre otras cosas, portador de bombas aéreas tipo UMPB D-30. Este proyectil es capaz de albergar hasta 113 kilos de explosivo, y es el que los rusos suelen lanzar para destruir infraestructura civil ucraniana.
Escolta de cazas tripulados
Fue diseñado para operar junto con el Su-57 de quinta generación, pero este último no ha desempeñado un papel importante en el conflicto. El aparato de última hornada apenas ha sido visto sobre cielos ucranianos, Rusia tiene poco más de dos docenas de ellos, y su coste ronda los 100 millones de euros por unidad.
Se sospecha que el Kremlin desconfía de sus capacidades defensivas y no desea enfrentarse a los sistemas antiaéreos de Kiev, so pena de perderlos, cuando puede ejecutar sus misiones con otros aparatos. El haber perdido lo último en drones da la pista de que sus sistemas están lejos de ser perfectos; sin la indeseada ayuda occidental, aún más.