La detección de drones sospechosos se está convirtiendo en una plaga en bases de la OTAN
Se desconoce quiénes son los responsables de esta epidemia de drones sobre bases militares, aunque hay conjeturas
Es una verdadera plaga. Con una visión militar de por medio, que haya drones en zonas de conflicto en curso es normal, es el arma de moda; que los haya en bases cerca de ellos, asumible pero poco habitual. Lo que debería ser toda una rareza es que estén acechando bases militares en suelo continental de Estados Unidos, Inglaterra o Alemania. Pero es algo cada día más frecuente. Y no tienen aspecto de estar ahí de manera accidental.
El último incidente de este tipo ha sido protagonizado por el portaaviones HMS Queen Elizabeth británico, pero no en una base de la OTAN, sino en el puerto de Hamburgo. El pasado 18 de noviembre llegó para una visita de cinco días con motivo de un acuerdo de defensa entre el Reino Unido y Alemania. Mientras se encontraba amarrado a la entrada del puerto, en la madrugada del 22 de noviembre saltó la alarma sobre actividad sospechosa de drones en el entorno del buque.
La policía de protección del puerto informó del avistamiento de un dron de una envergadura considerable —algo más de metro y medio de extremo a extremo— sobrevolando la zona sobre las 4.25 a.m. El Bundeswehr reaccionó rápidamente ante la posible amenaza y activó equipos de interferencia. El ejército germano usa los HP 47 Handheld Jammers como equipamiento de dotación, y fue esos los que utilizaron contra el intruso.
Los agentes Heimatschützer se encargaron de la seguridad en las zonas circundantes alrededor del portaaviones desde su llegada, y crearon a tal efecto un área restringida para disuadir cualquier amenaza. El avión no tripulado se alejó antes de que pudiera recibir respuesta alguna, y fue avistado por última vez en los alrededores de la terminal de contenedores de Tollerort.
Las suspicacias se han disparado al saberse que dichas instalaciones son en parte propiedad de una empresa china desde hace un año. La asiática COSCO Shipping Ports Limited posee una participación minoritaria del 24,99 %, en una inversión de firmada en junio de 2023. Las instalaciones se dedican a la manipulación de carga procedente de China y Asia.
La autoridad portuaria subrayó que se mantendría independiente de COSCO, y que no obtendría acceso al resto del puerto de Hamburgo. También aclaró que en cualquier caso aplicarían la legislación alemana en todos los asuntos relacionados, incluido el artículo 109g del Código Penal alemán. Dicho epígrafe refleja la prohibición en la toma de imágenes que pongan en peligro la seguridad, en virtud del cual se está investigando la presencia del aparato.
Algunos medios de comunicación germanos indican que las autoridades barajan otra posibilidad: que fueran drones del tipo Orlan-10, lanzados por agentes rusos desde buques en el Mar del Norte. Esta aeronave tiene un alcance de 500 a 600 km y puede volar a más de 100 km/h. Esta velocidad casa con la descrita por los agentes que lo avistaron.
No es la primera vez que hay incidentes de este tipo sobre suelo alemán. El pasado verano diversos drones fueron detectados sobre infraestructuras críticas al norte del país. Entre los objetivos había polígonos industriales, plantas químicas, terminales de gas natural y centrales nucleares. La sospechas de los investigadores apuntan a actividades de servicios secretos indeterminados con fines de sabotaje.
No están solos. A primeros de año, un —presumible— ciudadano chino hizo volar un dron sobre los portaaviones JS Izumo y USS Ronald Reagan atracados en la base naval de Yokosuka, en Japón. Los vídeos de alta resolución emergieron en las redes sociales chinas en marzo. Primero aparecieron los de buque nipón, y más tarde el de los estadounidenses.
Pero lo que ha sido una escalada en toda regla, y con visos de no ser accidental, sino muy bien preparada, es la oleada de visitas recibidas en bases militares británicas en las que suelen hacer parada aeronaves norteamericanas. Entre el 20 y el 22 de noviembre, las bases de Lakenheath, Mildenhall, Fairford y Feltwell de la Royal Air Force británica detectaron la presencia de drones.
Bases OTAN bajo un ojo desconocido
El asunto adquiere un tinte más complejo al saberse que Lakenheath, una de las bases que sufre las visitas de estos drones, alberga las flotas F-15E Strike Eagle y F-35A Lightning II de la Fuerza Aérea de Estados Unidos con base en Europa.
Estas incursiones, siempre nocturnas, parecen ser coordinadas y ejecutadas no por meros aficionados o curiosos, sino por manos muy profesionales. El número de drones fluctuó y varió en tamaño y configuración, y fueron vigilados activamente. Los responsables de las instalaciones dijeron en un comunicado que ninguna de las incursiones afectó a los residentes de la base ni a infraestructuras críticas.
Lo que sí resultó afectado fue el tráfico aéreo. En la noche del 21 de noviembre, un KC-46A Pegasus se vio obligado a desviar su ruta debido a la presencia de drones en los alrededores de su aeropuerto de destino, Mildenhall. La aeronave transportaba en su bodega de carga tres F-35A y se vio obligada a tomar tierra finalmente en Lakenheath, otra de las bases afectadas que en esos momentos no detectaba interferencias sobre su espacio aéreo.
Sospechas, varias; certezas, ninguna
Se desconoce quiénes pueden ser los responsables de esta epidemia de drones sobre bases militares de la OTAN y otras instalaciones sensibles, ni qué intenciones pueden tener. Lo que no se dice es que es bastante posible —mera especulación— que sea una prueba, un experimento para determinar en qué grado una base militar es capaz de detectar y defenderse de una amenaza de este tipo.
El siguiente paso consistirá en disponer de medidas contra esta nueva clase de peligro. De hecho, el Departamento de Seguridad Nacional expuso en su informe del pasado año que «entre las amenazas físicas, adquiere cada vez más importancia la amenaza derivada de los Sistemas de Aeronaves Pilotadas por Control Remoto (RPAS), especialmente sobre ciertas infraestructuras críticas como centrales nucleares y aeropuertos».
El consejo, sobre el que se trabaja desde hace tiempo desde el Ministerio del Interior y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado españoles, ha de ir mucho más allá. Un posible ataque, sencillo de ejecutar y con un coste de pocos miles de euros, podría dañar de manera grave y con consecuencias desastrosas infraestructuras básicas sin demasiada dificultad.