Rusia inicia una carrera para sacar de Siria material clasificado y hay un premio gordo
Si algún país se hiciera con su sistema de defensa encontraría sus vulnerabilidades y sería permeable a aviones furtivos
Contrarreloj. El Ejército ruso ha iniciado una carrera contra el tiempo para sacar de plazas militares más importantes fuera de lo que fuera la Unión Soviética material sensible. La deposición del presidente Al Asad deja un vacío de poder en el que temen perder el control, y con ello que su equipamiento más avanzado caiga en manos de los servicios de información occidentales. Estos harían lo imposible por hacerse con el premio gordo: el sistema de misiles S-400.
Rusia tiene intereses en Siria, y durante años ha apoyado al Gobierno local, ahora dinamitado. Con dos bases militares en suelo sirio, la naval de Tartus y la aérea de Jmeimim, cerca de la ciudad de Latakia, su valor ha sido crucial para las actividades del Kremlin en África y Oriente Medio. La base de Tartus es especialmente valiosa y sería difícil de reemplazar, lo que la convierte en la instalación militar de Moscú más importante fuera de su territorio.
Permite realizar maniobras navales, estacionar buques de guerra e incluso albergar submarinos nucleares. Hasta ahora ha sido su eje operativo en el Mediterráneo, una vía que les proporciona acceso al mar Negro, que linda con países como Ucrania y la propia Rusia.
Según la inteligencia ucraniana, Vladímir Putin ha enviado al menos cuatro navíos a Siria. Entre ellos se encuentran el buque de desembarco Ivan Gren y el buque de desembarco de tanques Olenegorskiy Gornyak, que viajan a través desde el Báltico hacia el Mediterráneo. Los otros dos son los cargueros Sparta y Sparta II, que partieron Kaliningrado y San Petersburgo. La función obvia de todos ellos es la de evacuar armamento y equipos.
Y no solo por mar, sino también por aire. En fotografías captadas por la compañía de imágenes por satélite Maxar, se han detectado en los últimos días movimientos en su base aérea, con pesados Antonov de transporte con sus morros abiertos. Con los temibles helicópteros de ataque Kamov a su alrededor, es por donde los cargan para efectuar vuelos largos a donde la autonomía les impide llegar.
Los rusos no quieren dejar nada atrás, y temen que en el caos ante el vacío de poder, los servicios secretos de países como Israel o Estados Unidos se hagan con una de sus piezas más codiciadas, el lanzamisiles S-400. Este sofisticado sistema de armas es la respuesta rusa a los HIMARS estadounidenses o los SILAM que el Ejército de Tierra español está recibiendo en estas fechas. La situación de esta plataforma tiene varias derivadas.
La primera es la que genera las características del propio sistema. (Casi) ningún país occidental lo opera, y Rusia no lo vende más que a sus países cercanos. Del S-400 Triumf se sabe que es un sofisticado conjunto de defensa antiaérea y antimisiles de largo y medio alcance. Sirve para interceptar y neutralizar una amplia gama de amenazas aéreas, que incluye aviones de combate, misiles de crucero, misiles balísticos y drones.
Su alcance teórico llega hasta 400 km, con una capacidad de rastrear hasta 300 objetivos de manera simultánea y atacar hasta 36 objetivos a la vez. Un radar de largo alcance detecta objetos y envía la información al vehículo de mando, sus operadores evalúan las amenazas potenciales, y una vez identificado el objetivo, se ordena el lanzamiento del misil más apropiado, porque dispara varios. Los datos se envían al lanzador mejor posicionado y se remiten a su destino aire los misiles tierra-aire, que con la ayuda de un radar de combate son guiados hasta sus blancos.
Altamente móvil, es transportado en camiones, y puede desplegarse en minutos. Se diseñó para crear una zona de exclusión aérea, con especiales características para detectar aeronaves furtivas. El interés de occidente no es otro que conocer hasta qué punto son capaces de plantar cara a los aparatos de última generación como los F-22, F-35 y B-2. Es, visto desde la OTAN, el muro que a día de hoy no se sabe si es franqueable o no, de ahí el enorme interés de los servicios de inteligencia.
Delicias turcas
La segunda es que sí que hay un país que opera este sistema, Turquía, y como país perteneciente a la OTAN provocó un enorme disgusto en el seno de la organización y en especial a la Casa Blanca cuando se anunció que los recibirían. El gobierno de Tayip Erdogan expresó que su país tenía entidad suficiente como para adquirir sus sistemas de defensa a quien le pareciera oportuno; la respuesta de Washington fue la de suspender la venta de cazas de combate F-35 que estaba acordada.
Otra de las excusas que aduce Ankara es que los griegos ya operan el S-300, una versión anterior. Ante esto, los países de la OTAN no ponen pegas por una sencilla razón: ya saben hasta dónde es capaz de llegar, de hecho, el país heleno es uno de los últimos clientes en añadirse a la cada día más larga lista de F-35.
El robo aéreo
La tercera, y en la que los americanos tuvieron un papel estelar, reside en una parte de la historia que parece sacada de una película del espía Jack Ryan: la operación Mounthope III. En los años 80, el helicóptero ruso Mil Mi-25 era una formidable máquina de guerra que aterrorizaba al ejército estadounidense. Presente en Afganistán y otros conflictos, su blindaje era de tal grosor que los proyectiles del calibre .50 que derribaban cualquier aparato volador, no le hacía apenas rasguños. Aquel tanque con alas era tan temido que le apodaron «el carro del diablo».
Rusia los vendía a países amigos y uno era Libia. A finales de los 80, el ejército del general Gaddafi llevó algunas unidades de este aparato hasta Chad. Los dos países se enemistaron, y uno de los Mi-25 quedó en suelo chadiano al encontrarse en reparación justo cuando ambas partes entraron en guerra. La CIA se enteró, y en pleno conflicto armado y a la luz del día —y previo pago de una gran cantidad a los cabecillas locales—, entraron en el país con un Chinook modificado en mitad de un conflicto armado en marcha, y se lo llevaron volando. Una vez en suelo yankee fue analizado sus mecanismos, soluciones y capacidades.
Los rusos temen que con el sistema S-400 les hagan lo mismo, que les roben una de estas sensibles piezas, en especial los sistemas de detección y guiado, no tanto los misiles en sí. Si algún servicio de información occidental se hiciera con uno de los S-400, las compañías tecnológicas americanas, israelíes o europeas, podrían crear en un corto espacio de tiempo algún mecanismo o procedimiento capaz de eludir lo último en defensas aéreas de los rusos, de ahí el alto valor de esta pieza de caza mayor militar. Menudo regalo de Navidad, si lo consiguieran.