Europa espabila con un acceso a internet vía satélite que competirá con la Starlink de Musk
La jugada de Bruselas atiende a una necesidad de autonomía, soberanía e independencia en las telecomunicaciones
Fue un enorme alivio. Los damnificados por el huracán Helena, con devastadores efectos en la costa oeste de Florida, se quedaron el pasado septiembre sin muchas cosas, entre ellas sin tres de cada cuatro torres de telefonía. Por fortuna, Elon Musk, a través de su compañía Starlink, les proveyó de acceso a Internet durante un mes sin cargo alguno. En Valencia no tuvieron esa suerte.
Tras la dana, muchos hogares levantinos se quedaron justo sin el mismo tipo de servicio. Sin poder hacer llamadas o enviar mensajes, muchos vecinos vivieron horas, y a veces días de angustia, al no contactar con sus familias en Paiporta, Chiva, Aldaia, Sedaví, Benetússer, Alfafar o Torrent.
Muchos de los sistemas de comunicación quedaron tumbados, derrotados por la fuerza del agua, o sin energía debido a que el cableado que los alimenta quedó dañado. De haber un sistema europeo similar al Starlink estadounidense, con una compañía regional que lo impulsase, es muy probable que el resultado hubiera sido otro. Lo bueno es que es bastante posible que a partir de 2030, si ocurriera algo similar, sí que puede haber una alternativa: el sistema IRIS².
La Unión Europea acaba de firmar un acuerdo para lanzar al espacio una constelación de 290 satélites que rivalice con la compañía de Elon Musk. La idea principal es la de proveer de conectividad segura y encriptada a clientes gubernamentales, empresas y ciudadanos.
Esto ya lo hace Starlink. Con más de 7.000 satélites lanzados desde 2018, ofrece sus servicios en cualquier parte del mundo a cambio de una cuota de acceso de 349 euros y una mensualidad de 29. Envía señal de Internet a una pequeña antena rectangular del tamaño de una carpeta abierta, que sujeta por una pequeña pata, puede colocarse en tejados, vehículos o embarcaciones.
El problema es que la necesidad de acceso a Internet se ha vuelto imperativa para empresas, ciudadanos y entidades públicas, y Starlink es una compañía privada, sujeta a cambios de titularidad, vaivenes del mercado, y basada en un país ajeno a la Unión Europea. La jugada de Bruselas, más que un enorme avance técnico, atiende a una necesidad de autonomía, soberanía e independencia en un asunto tan delicado —y cada vez más sensible— como el de las telecomunicaciones.
Por eso, la Comisión Europea ha firmado un contrato de concesión de la llamada de la Infraestructura de Resiliencia, Interconectividad y Seguridad por Satélite (IRIS²) con el consorcio SpaceRISE; el coste superará ligeramente los 10.000 millones de euros. Esta asociación de empresas está integrada por los tres operadores europeos de redes de satélites más importantes como son SES, Eutelsat y la española Hispasat. No estarán solas, porque contarán con la colaboración de socios como Thales Alenia Space, OHB, Airbus Defence and Space, Telespazio, Deutsche Telekom, Orange, Hisdesat y Thales SIX.
SpaceRISE se compromete a desarrollar, desplegar y operar durante un periodo de doce años una constelación multiorbital de 290 satélites. Formada por ingenios de órbita media y baja, podrán ofrecer conectividad de banda ancha a entidades públicas, privadas y más tarde a clientes particulares de los Estados miembros.
El sistema ofrecerá soporte a diversas aplicaciones gubernamentales, principalmente en los ámbitos de la vigilancia fronteriza y marítima, gestión de crisis, conexión y protección de infraestructuras clave. Uno de los usos fundamentales en este último caso es el de conectividad segura entre embajadas. Es bastante frecuente que hoy lo hagan a través de servicios contratados a compañías pertenecientes a países externos a la UE.
Los ejércitos lo quieren
Otros que esperan un sistema parecido son las Fuerzas Armadas, y sus capacidades se han demostrado en la guerra de Ucrania. Una solución de este tipo sería de gran ayuda en emergencias marítimas, despliegue de fuerzas, acciones exteriores de la UE, intervenciones policiales. El sector del transporte marítimo, ferroviario, aviación y automoción se aprovecharía de sus ventajas, y sería aplicable a la gestión inteligente de la red energética, banca, actividades industriales en el extranjero, asistencia sanitaria a distancia y la conectividad rural.
La implantación de IRIS² seguirá un desarrollo gradual. Los primeros que se aprovechen de ella serán los servicios gubernamentales, que en 2025 ya podrá ser usada a través de la capacidad satelital existente GOVSATCOM. Los servicios completos, basados en infraestructuras propiedad de la UE, se prestarán en 2030. Los servicios a empresas y clientes particulares —un mercado masivo— llegarán después.
Salto tecnológico necesario
Los europeos nos estamos quedando muy atrás en todo lo relacionado con la tecnología. Las grandes empresas que llevan la batuta como Apple, Meta, Google, Nvidia, Tesla, Amazon y Samsung nos resultan lejanas y no encuentran respuesta en el territorio de la Unión Europea.
Con este sistema en marcha, Europa no solo se dota un mecanismo necesario en el siglo XXI, sino que se iguala a otros destinos más avanzados. De paso, abre una puerta a que la innovación saque partido de una tecnología que ya ha revolucionado el mundo en otros destinos. Más vale tarde que nunca, y si llega otra dana, será mejor que tengamos a mano a IRIS².