Ucrania copia al Mossad y remite visores explosivos a Rusia (el truco no ha funcionado)
El incidente ha sembrado las dudas en el ejército del Kremlin y hay temor de nuevos intentos

Busca de oro regalado por Netanyahu a Trump.
La idea de los israelíes no les ha funcionado. A los ucranianos se les ha de reconocer su resistencia e ingenio, pero en esta ocasión, su originalidad no. El problema es que el intento de colarles un troyano a los rusos, como el de los buscapersonas de Hamás, no ha funcionado porque los han pillado en el intento.
En algún momento, a los servicios secretos de Kiev se les encendió la bombilla y quisieron recrear la jugada que tan buenos dividendos dio al Mossad. La táctica era la misma: instalar explosivos en dispositivos que los soldados de Moscú manipulan y detonarlos en un momento conveniente. El plan no funcionó.
Gran parte de los éxitos en el campo de batalla, tanto ruso como ucraniano, se debe a los llamados drones tipo FPV, o «de visión en primera persona». Pilotados a distancia, sus manipuladores ven a través de una pantalla o unas gafas de realidad virtual lo que la cámara frontal del aparato sea capaz de transmitir.
Es tendencia reciente que algunos drones sean pilotados a través de un fino cable de fibra óptica, aunque lo habitual es que remitan sus señales de manera inalámbrica. Tal es la densidad y frecuencia de uso de este tipo de armamento, que es común moverse por zonas en contacto con el receptor adecuado e ir saltando de señal en señal. Esto es: llevar una pantalla, una antena y el software necesario, e ir sintonizando lo que estos drones van emitiendo como si se fuese pasando de canales en una televisión.
Esta táctica militar, muy cercana a lo que se puede vivir en el mundo de los videojuegos, es una de las palancas sobre las que se mueve el conflicto. Con pequeños drones teledirigidos, los de Volodímir Zelenski han sido capaces de frenar el avance ruso, y las fuerzas de Vladímir Putin de acosar a los que defienden su territorio. Todos ellos han colado sus aeronaves por puertas y ventanas, portezuelas de blindados, o metido en cabinas de vehículos sin dificultad.
Para las fuerzas armadas de ambos bandos, tan importante es la posesión de este tipo de aparato como sus sistemas de control. El más habitual y eficiente son las gafas de realidad virtual que necesitan sus pilotos, y ahí es de donde parte el incidente reportado por varios medios y canales de Telegram, como el llamado Razved Dozor.
De alguna manera, los ucranianos interceptaron un pedido ruso cargado del modelo Skyzone Cobra FPV, destinado a las tropas de primera línea. Con ellas en su poder, las sometieron a una manipulación consistente en acoplarles una carga de entre 10 y 15 gramos de explosivo conectado al interruptor principal.
La idea no era hacerlas estallar de forma remota en un momento puntual, sino que fueran sus operadores los encargados de ejecutar la acción al encenderlas por primera vez. De haberlo hecho, la detonación habría sido fatal, pero el plan falló ante lo burdo de la manipulación de los paquetes.
Todo el plan se vino abajo durante una inspección de ayuda humanitaria procedente de aportaciones voluntarias. Los precintos y cierres de las cajas mostraban señales de haber sido abiertos en alguna ocasión. Como el patrón se repetía de la misma manera en todas las cajas, empezaron a investigar, y acabaron abriendo las gafas.
Preguntas en el aire
No está claro cuántas de estas gafas saboteadas se enviaron. Solo se sabe que en el apartado del remitente figura como un tal Roman, y que los paquetes se enviaron a través de SDEK, una empresa de logística de fuerte implantación en Rusia.
El ejemplo a seguir en el ardid fue, sin duda, el ataque sincronizado a los integrantes de Hezbolá en Líbano a través de sus buscapersonas. El 17 de septiembre de 2024, alrededor de las tres de la tarde, miles de estos dispositivos comenzaron a estallar de firma inesperada. En una segunda oleada, al día siguiente, ocurrió lo mismo a una buena cantidad de los walkie-talkies utilizados por el grupo armado.
Entre ambos incidentes, las explosiones se llevaron por delante la vida de una docena de personas, y dejó un número de heridos y mutilados nunca declarados de manera oficial y precisa, aunque se calcula en alrededor de tres mil. El ataque israelí fue mucho más sofisticado que el de los visores, con el disparo activado por un mensaje específico enviado simultáneamente a miles de dispositivos. También se produjo tras años de trabajo de espionaje, que incluyó la creación de empresas tapadera y una elaborada cadena de suministro.
Una trama sencilla
La trama descubierta por las fuerzas rusas solo requería que las gafas estuvieran encendidas, lo que significaba que si una explotaba, probablemente se avisaría a otros operadores, y se reduciría el número de víctimas. A pesar de todo, la dependencia de aparatos con origen en proveedores externos a los ejércitos han puesto en sobre aviso a todas las partes. Cualquier dispositivo electrónico con el que interactúen las tropas puede correr el riesgo de sufrir una manipulación similar.
Con referencia a la operación del Mossad relacionada con los buscas, esta semana Donald Trump ha recibido la visita en Washington del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. Como parte del protocolo, el líder hebreo entregó un curioso regalo al estadounidense: un busca dorado, enmarcado sobre una lámina extraída de un cedro del Líbano. En su pantalla se puede leer el mismo mensaje que apareció cuando los propios usuarios dispararon el explosivo: «Presiona con las dos manos».
Cuenta la leyenda que el rey Salomón utilizó madera de cedro del Líbano para construir el Templo de Jerusalén en el siglo X a.C, y para la cultura judía está cargada de simbolismo. Si a esto añadimos que el dorado es el color favorito de Trump, parece el regalo perfecto para alguien que piensa en métodos expeditivos en la zona, y en beneficio de un país aliado.
No igualan al Mossad
La operación de los servicios secretos fue brillante; el resultado letal para muchos. El Mossad inventó una nueva forma de guerra, muy sofisticada, que los ucranianos han querido copiar. Esta vez no les ha salido, pero no sería de extrañar que en el futuro ocurran más incidentes de este tipo.
Lo peor no van a ser las víctimas —que también—, sino el desasosiego, inquietud y atmósfera de sospecha que va a invadir a los usuarios de todo tipo de dispositivo. Es sembrar el temor antes de que suene un solo disparo: la guerra psicológica perfecta.