España y el espejo de Francia: para pintar algo en la IA hay que apuntar más alto
Alia, el modelo de lenguaje promovido por el Gobierno, costó 10,2 millones. Mistral ha movilizado 1.105
Pedro Sánchez durante el acto 'HispanIA 2040'. | Eduardo Parra (Europa Press)
Para hacerse una idea de la carga política subyacente en la carrera de la inteligencia artificial, uno puede adentrarse en la red y revisar los listados que diversos medios elaboran a propósito de los grandes modelos de lenguaje (LLM en sus siglas en inglés). En septiembre de 2024, Exploding Topics publicaba su clasificación de los 21 mejores, un compendio dominado por empresas estadounidenses como OpenAI y Anthropic, actores relativamente nuevos en esta partida, y donde apenas cabían las iniciativas no anglosajonas. Las excepciones eran la francesa Mistral, la israelí AI21 Labs y el Technology Innovation Institute (Emiratos Árabes Unidos).
El 31 de enero, conocida ya la sorpresa de la china DeepSeek, otro portal, TechTarget, barría algo menos hacia lo anglo con una relación donde, además del citado LLM, se incluían nombres como Baidu (su modelo Ernie está optimizado para funcionar en mandarín), Alibaba (autora de Qwen) y el ya referido TII (responsable de Falcon, nada que ver con el avión presidencial).
Del impacto de DeepSeek no cabe ninguna duda a estas alturas. Más allá de que las fuentes de información se sientan hoy obligadas a repartir algo más el pastel mediático, la amenaza es obvia: si una empresa china es capaz de entrenar su IA gastando menos, sorteando el bloqueo tecnológico impuesto por EEUU y rindiendo a un nivel similar, los mercados tenderán a sospechar de los multimillonarios desembolsos asumidos hasta la fecha por los colosos americanos y se inclinará a corregir sus valoraciones.
Existe, sin embargo, un matiz que nadie pasa por alto. La herramienta del momento implica una enorme carga geopolítica. Es difícil imaginar que las compañías de Occidente entreguen sin más sus datos, a menudo delicados, a algoritmos dependientes de una potencia oriental llamada a conquistar (económicamente) el mundo. Este es el estribillo que magnates como Mark Zuckerberg repiten para convencerse de que sus proyectos no corren peligro en la implacable esfera financiera.
Multiplica y vencerás
Además, las big tech de EEUU no se conforman con promover una única incursión en el terreno de la IA. Google no sólo cuenta con Gemini, también dispone de Bert, Gemma y Lamda, igual que OpenAI exhibe a ChatGPT pero también a Dall-e-3 y Sora, entre otros.
Para hacer frente a este choque entre la ya asentada Norteamérica (Cohere, otro gigante, es canadiense y tiene el cuartel general en Toronto) y la emergente y siempre peleona China, Francia decidió embarcarse en abril de 2023 en Mistral, una apuesta cuya seriedad acreditan los fondos de inversión, dispuestos a inyectar hasta el momento en la firma 1.105 millones de euros. Tal y como explica David Villalón, CEO de la española Maisa, «está más que demostrado que los modelos funcionan peor cuando se usan en otros idiomas [diferentes al nativo] y se les piden razonamientos complejos».
Y España, ¿qué?
Clibrain lo intentó desde Madrid con Lince (formulado como una capa sobre Llama, de Meta) pero el dinero necesario para armar una alternativa a los dominadores anglosajones es descomunal y los fundadores se bajaron del carro al cabo de un año. Pedro Sánchez anunció a finales de enero el debut de Alia, una familia de modelos de lenguaje en castellano y las lenguas cooficiales, pero su mediocre rendimiento ha dejado en la atmósfera una nube de espesa decepción. A esta crítica se suma la del coste, algo más de diez millones, en realidad una birria si se compara con el despliegue de la vecina Mistral. Una vez más, el país parece sentarse en el vagón de cola de la competición innovadora más importante del momento.
