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Tecnología

¿Se dirige la humanidad hacia la era de las sociedades vigiladas?

Ya no es sólo que las ‘big tech’ espíen al consumidor. Es que las propias empresas acechan al trabajador

¿Se dirige la humanidad hacia la era de las sociedades vigiladas?

Vista de la ciudad de París con una cámara de seguridad en primer plano. | Vincent Isore (Zuma Press)

La brutal sima que separa las deplorables condiciones laborales de la Edad Media y el despegue iniciado con la revolución industrial culmina en el primer cuarto del siglo XXI con una imagen compleja donde se distinguen los siguientes elementos: una larguísima fila de ordenadores, una cafetería para los descansos, salas de reuniones perfectamente domotizadas y una mesa de ping-pong. 

Medir la felicidad es difícil. La felicidad no es un estado, sino más bien un conjunto de salpicaduras intercaladas entre momentos de normalidad, grisura y hasta tristeza. En 2022, un estudio de Mahou San Miguel afirmaba que el 61% de los españoles se declaraba contento con su vida profesional. Sin embargo, la tecnológica estadounidense Bamboo HR, especializada en recursos humanos, alerta de que (al menos en EEUU) el porcentaje de empleados satisfechos decrece un 5% anual. 

En su edición norteamericana, Forbes enumera cinco formas de mejorar la atmósfera laboral de una empresa u organización. Una, la más obvia, es la flexibilidad. Frente a la tiranía del torno y el fichaje, cierta autogestión y la prueba del algodón de los objetivos alcanzados. Conviene asimismo reconocer los méritos del equipo y recompensar a quien destaca. Nada hay más tóxico que la igualdad salarial a ultranza. 

Ese segundo punto enlaza con el tercero: promover es necesario para no echar a perder la inversión en talento. Una década haciendo lo mismo y en las mismas condiciones es el mejor boleto para una huida hacia otra compañía. En la era de la economía de impacto, también pesa el propósito de la firma para la que se trabaja. Si es sostenible y lucha por el bien común es probable que la alegría de la plantilla se multiplique. Sugiere Forbes, por último, que se generalice la figura del Chief Happiness Officer, una especie de gerente de la felicidad. 

Una realidad más áspera

Como contrapunto, una pieza del MIT Technology Review sostiene que los datos se han convertido en una herramienta crítica para medir el desempeño del profesional y añade que la IA es el redondel que necesitan las empresas para disparar su eficacia mediante la automatización de procesos y el ultrapocesado de la información disponible. 

El problema, destaca The New York Times, es que ocho de las diez principales compañías de EEUU vigilan las métricas individuales de productividad –muchas veces en tiempo real– recurriendo a diferentes software capaces de extraer incluso el tono que se usa al redactar un correo electrónico o dirigirse a un cliente. Si por casualidad el profesional accede desde su equipo personal a la intranet corporativa, también puede quedar expuesto al espionaje, ya que en Estados Unidos la normativa de protección de datos es incluso más débil en el caso del trabajador que en el de los consumidores

Telaraña infinita

Esta realidad recrudece un panorama bien conocido donde las redes sociales, las empresas que venden tecnología y los grandes jugadores de la IA generativa (Google, Microsoft, Amazon, Meta, OpenAI, Anthropic) bucean hasta la extenuación en las intimidades del usuario para desnudarlo y vender su información al mejor postor. Si el SaaS (software as a service), especialmente aquel que se orienta hacia los recursos humanos, es otra esquina de esta telaraña, ya sólo falta que la excusa de la ciudad inteligente universalice las cámaras y los sistemas de supervisión para que la humanidad entre en una nueva etapa, la de la sociedad vigilada al más puto estilo 1984 (George Orwell). Sólo Europa parece dispuesta a poner suficientes trabas para al menos retrasar el fenómeno. EEUU es demasiado laxa y en China lo de Orwell comienza a saber a poco. 

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