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Así es la tecnología con la que Trump acosa a los cárteles de la droga mexicanos

El presidente de EEUU sueña con remitir fuerzas especiales a México pero desataría consecuencias inimaginables

Así es la tecnología con la que Trump acosa a los cárteles de la droga mexicanos

Un miembro del ejército mexicano. | Ivan Stephens (Zuma Press)

Quieren, pero no pueden. Donald Trump sueña con mandar a Ciudad Juárez, Michoacán o Tamaulipas unos helicópteros cargados de Navy SEAL, y traerse en el viaje de vuelta a unos cuantos narcos esposados. El problema es que una acción así podría ser de consecuencias terribles en las relaciones con un vecino. Por eso, de momento y de acuerdo con el Gobierno mexicano, los americanos solo fustigan a los cárteles con tecnología.

Las relaciones bilaterales con un socio comercial, limítrofe e ineludible, y con ciudadanía de residencia cruzada, hacen necesario del acuerdo antes de ejecutar acciones de este tipo de jugadas. Aunque no sea lo que más guste al habitante de la Casa Blanca, no hay soldados sobre el terreno, pero sí está luchando contra la avalancha de fentanilo que llega desde el sur.

En la lista de Foreign Terrorist Organizations (FTO), están seis cárteles mexicanos de la droga, como el Cártel del Gofo, el de Sinaloa, o el de Jalisco Nueva Generación. De momento, y siempre bajo aprobación del Gobierno mexicano, el apoyo estadounidense es de orden técnico, sin más botas sobre el terreno que las pertenecientes a 22 pies muy concretos.

En un pacto bilateral aprobado por ambos parlamentos, 11 boinas verdes —los propietarios de esos 22 pies— aterrizaron a mediados de enero en una base militar en Campeche. Durante mes y medio, impartirán cursos de formación a las fuerzas del orden local, en su mayoría soldados de la Marina, que son los encargados de las operaciones más duras y delicadas contra los narcos.

Los cárteles se han armado hasta los dientes, y disponen de drones, armamento pesado, ametralladoras, vehículos blindados y hasta uniformes tácticos. Tienen tanto dinero para defender su negocio, que disponen poco menos que de ejércitos privados para mantener una guerra abierta contra el estado mexicano.

Sus marines son la punta de lanza cinética contra el narco, y esto es con lo que sueñan sus vecinos del norte, que no tienen operativos sobre suelo mexicano al estilo de las películas Sicario o Peligro inminente, pero sí ha puesto drones sobre sus cabezas. Con anterioridad a Trump, la CIA ya operaba drones Reaper, pero tras su llegada han pasado de apenas dos operaciones al mes, a dos al día; su actividad se ha multiplicado por treinta.

Aunque podrían ir armadas, estas aeronaves —de momento— solo desarrollan funciones de inteligencia. Dentro del espacio aéreo mexicano y con permiso de su Gobierno, son capaces de interceptar comunicaciones, captar imágenes de alta resolución, o seguir a grupos de interés o activos concretos. Aunque existen suspicacias, en principio todos los datos recabados se comparten con las autoridades locales.

Para el Gobierno de México estos dispositivos son de suma importancia, porque carecen de ellos, y con su ayuda acceden a algo que hasta hace poco les era vetado: la red de telefonía de los propios narcos. A finales de la primera década del XXI, el cártel de Los Zetas, formado por exmilitares en sus inicios, se dio cuenta de que muchos de sus máximos responsables estaban cayendo porque la policía interceptaba sus comunicaciones. Su respuesta fue la de crear una red propia.

Se sabe que esta red de telefonía y datos funciona desde 2009 por todo el norte de México. En ocasiones hasta utilizan los mástiles de las compañías legalmente establecidas. Los Zetas fueron pioneros en el uso de esta tecnología. Secuestraron a ingenieros y técnicos de compañías locales, y les obligaron a crear esta red alternativa. Cuando llegan técnicos de las operadoras a revisarlas y se topan con antenas que no deberían estar allí, siempre hay alguien que se acerca y les conmina, por las buenas o por las malas, a que no las toquen y miren hacia otro lado.

Uso de redes privadas

Otra fórmula de uso común es la de usar routers wifi de ciudadanos particulares a cambio de unos dólares para realizar conexiones puntuales, con el envío de datos o hacer unas llamadas. En caso de seguimientos o detecciones, las pesquisas conducen a una dirección IP propiedad de un ajeno a estas organizaciones, y hacen indetectable al usuario durante los minutos que dura su conexión. Toda esta información digital que vuela por el aire puede ser captada por los MQ-9 Reaper.

El dron fabricado por General Atomics y del que España maneja de cuatro unidades, dispone de una herramienta única: el pod VADER. Esta vaina fusiforme que cuelga de sus alas contiene un radar de apertura sintética. Funciona de día o de noche, haga buen tiempo o malo, y es capaz de penetrar las nubes. Sus cámaras de visión multiespectro no solo captan lo que los ojos, o las habituales señales electrónicas, sino el rastro que dejan partículas químicas.

La explicación técnica es mucho más compleja, pero en esencia, son capaces de olfatear la superficie terrestre y detectar las señales que emiten los componentes con los que se elabora el fentanilo y otras drogas. Las imágenes que proveen a sus operadores son de aspecto parecido a los radares meteorológicos. Donde hasta ahora verían desde arriba la figura inconfundible de una casa, un coche o una avioneta, ahora pueden ver manchas de colores que son generadas por ecos de otro tipo, como temperatura, elementos químicos, radiación, densidad del aire lo que combinados indicarían a expertos en su interpretación la presencia de laboratorios o cargamentos de droga.

Tecnología cazasubmarinos

Otras herramientas aerotransportadas, y que rodean con escrupulosidad el espacio aéreo azteca, son aeronaves espía como el RC135, o el cazasubmarinos P-8 Poseidon. Estos aviones llevan expertos en inteligencia, en criptografia o hasta lingüistas. A pesar de que circundan el espacio de 12 millas náuticas propias de la soberanía mexicana, sus potentes radares, apuntados hacia su territorio desde los estados colindantes de California, Arizona, Nuevo México, Texas o la lengua de agua que hay entre la Baja California y el México continental. Son capaces de interceptar las comunicaciones de toda la frontera por la que viajan droga, armas, e inmigrantes ilegales.

La herramienta última que se sabe se está utilizando es una reliquia de la Guerra Fría: el avión espía U-2. Modernizado a la versión U-2S, vuela a 70.000 pies (más de 20 kilómetros de altura), y es capaz de recaudar imágenes de alta resolución. Según la CNN, en un periodo de 10 días entre enero y febrero, estos aparatos realizaron al menos dieciocho misiones relacionadas con la lucha contra el narco.

Todo muy visible

Esta presión está rindiendo resultados tangibles. Aunque ya había colaboración de la CIA, la DEA y el FBI con México, siempre se había hecho de forma bastante discreta. Ahora todo es público, lo que se significa como un mensaje claro a los líderes de los cárteles. Quieren dejar claro que les están viendo, y han ocurrido varias cosas. Las inmigraciones se han reducido en más de un 80%, y los precios por pasar la frontera se han disparado.

Por otro lado, los cárteles están empezando a operar de manera más alejada de las fronteras, están volviendo a métodos de comunicación más sencillos y menos tecnológicos, y están pactando entre ellos. Dos grupos de narcos del norte especialmente peligrosos, los Metros y los Escorpiones, han llegado a acuerdos de no agresión, para al menos aliviar sus problemas internos al encarar otros menos manejables.

Un problema complejo

Se calcula que el narco emplea a unas 175.000 personas en México, y parece que tampoco se quiere hacer excesivo daño, tan solo reducir los niveles. Hay cuarenta millones de mexicanos viviendo en Estados Unidos, y probablemente haya muchos infiltrados entre ellos que podrían tomar represalias en suelo patrio. También los 1,6 millones de estadounidenses viviendo en México podrían sufrir las iras de los traficantes.

Para entender lo complejo de la situación, y las consecuencias con las que se bregan, muchas empresas estadounidenses tienen un cuidado extremo en remitir dinero a través de la frontera por temor a ser juzgadas por colaboración. Si se descubre que estas compañías tienen conexión con algún cártel, sus responsables pueden ser juzgados en Estados Unidos por colaboración con grupos terroristas.

Todo esto solo funcionará si los dos países relacionados colaboran, confían el uno en el otro, y cada acción esté justificada y recubierta de transparencia. Si en el norte quieren eliminar a los grupos del sur, la presidenta Claudia Sheinbaum deja sobre la mesa un no se olviden de que también hay grupos de estos en su país, y razón no le falta. En todo caso, es muy complejo, y solo con bravatas no se solucionará. Mientras, una tecnología superior, es la que está cambiando poco a poco las cosas.

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