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El F-35 ha pasado de ser el caza más deseado a una fuente de conflictos internacionales

Los arrebatos de Donald Trump pueden convertirse en una pesadilla para el fabricante de la aeronave más avanzada del mundo

El F-35 ha pasado de ser el caza más deseado a una fuente de conflictos internacionales

El Lockheed Martin F-35 Lightning. | US Air Force

Al caza de combate más deseado del mundo le han echado una maldición. El F-35 iba disparado hacia marcar récords de ventas internacionales y en su vuelo se ha encontrado con unas inesperadas turbulencias: las nuevas e inesperadas políticas de Donald Trump. Ahora muchos se están replanteando su compra, y supondría un descalabro gigantesco para su fabricante. Pero no es el único problema.

El Lockheed Martin F-35 Lightning es el caza de combate más avanzado del mundo. Más de un millar vuela por el mundo en servicio en dieciséis países, y al menos otros diez lo han encargado o barajan hacerlo, y entre ellos está España. Pero este entramado comercial acaba de recibir dos fuertes varapalos, y clientes como Canadá, Alemania, Suiza o Finlandia han enarcado las cejas ante la nueva tesitura y están revisando sus planes.

Estados Unidos cubrió con un manto de dinero a Ucrania hasta la llegada de Trump a la Casa Blanca en su segundo mandato. El gobernante americano ha cerrado el grifo de las ayudas, y entre otras cosas, ha cortado la impagable ayuda de sus sistemas de inteligencia militar por satélite. Desde que esto ha ocurrido, los informes indican que el conflicto ha subido de nivel desde el bando ruso.

No solo han sido los KH-11 que circundan nuestro planeta. Se baraja que la compañía privada Starlink —propiedad de Elon Musk— aquella que mandó cientos de equipos de recepción de señal sin cargo a la ex república soviética, pueda cortar la señal que ayuda al ejército de Kiev en diversos campos tácticos. Compañías europeas ya están moviendo ficha para sustituir a la red satelital del sudafricano.

De vuelta al F-35, el aparato es un delirio de tecnología. Deseable por los ejércitos de todo el mundo, no se sabe que haya nada parecido en el mercado global de la guerra; solo aeronaves que se le acercan, pero no con semejantes capacidades. Gracias a sus características y eficiencia, el aparato furtivo se ha convertido la punta de lanza en el aire de sus usuarios.

Una de las claves de su funcionamiento son las continuas actualizaciones a las que su fabricante lo somete. La aeronave se conecta a través de Internet a cada poco para revisar su software, en el que sus diseñadores inyectan mejoras, eliminan errores, y añaden capacidades. Pero también puede ser un caballo de Troya.

Alemania ha sido el país que más ha levantado la voz en este sentido desde el momento en que los Estados Unidos, de mano de Trump, parecen poco interesados en cooperar en la defensa de Europa. Los germanos tienen un plan para comprar al menos 35 unidades del F-35A de los Estados Unidos por 8.300 millones de euros, más costos adicionales de infraestructura. El encargo ya está hecho, sin embargo, están creciendo los temores de que estas aeronaves se puedan desactivar de forma remota.

El llamado ‘Kill Switch’ aterra a Berlín. Muchos creen que se podría desactivar parcial o totalmente la aeronave a distancia en caso de desencuentros entre gobiernos. Esto es técnicamente posible a base de actualizaciones; basta con «decirle online a cada aparato que no dispare, no despegue, o no arranque sus motores» a través de órdenes en sus computadoras.

Lo peor del ‘botón de la muerte’ no es que su dinero quede malgastado en un trasto incapaz de despegar; es que uno de los ejes de su defensa podría quedar desatendido con un espacio aéreo despejado para cualquier enemigo sin nadie que les plante cara. Es la razón por la que Wolfgang Ischinger, exdiplomático y jefe de la Conferencia de Seguridad de Múnich, advirtió que «si tememos que Estados Unidos pueda hacer a los F-35 de Alemania lo que le hicieron a Ucrania, deberíamos considerar cancelar el contrato».

En principio, los F-35 deberían ser recibidos en 2026, y en Berlín se discute si los sistemas de armas estadounidenses ya adquiridos para la Bundeswehr pueden ser desactivados por una decisión impulsiva de Donald Trump. No son los únicos.

Más países con otros problemas

En Finlandia, en un acuerdo valorado en unos 10.000 millones de euros, el problema es —aparte de este— otro. Los escandinavos podían haber elegido el Gripen sueco, un aparato extraordinario, pero que carece de las prestaciones del mucho más caro F-35. Pero en el acuerdo finés había una cláusula extra: la fabricación de piezas en territorio nacional por parte de la compañía Patria (que construye fuselajes y puertas del tren de aterrizaje), elementos destinados a la exportación y que deberían ir instalados en aeronaves de terceros.

Helsinki tiene encargados 64 aviones que deberían ser entregados a partir de finales de este mismo año y principios del venidero, y los acuerdos industriales penden de un hilo. Si hay menos ventas, sus factorías sufrirán, algo parecido a lo que ocurre en Países Bajos. En Holanda tiene un acuerdo similar, con fabricación de piezas, pero el Tribunal Supremo neerlandés estudia si se pueden exportar a Israel piezas fabricadas en los Países Bajos; los hebreos son un muy conocido usuario del aparato. Según el tribunal, podría existir el riesgo de que el uso de los productos violara el derecho internacional. En Dinamarca, otro cliente del F-35, el suministro de piezas del caza también ha dado lugar a acciones legales.

Mal recibido en Canadá

Más espinosa aún es la situación de Canadá. En alguna de sus bravatas, Trump ha llegado a afirmar que sus vecinos del norte deberían dejar de ser un país, y convertirse en la siguiente estrella en su bandera. La afrenta es una de las peores que podían recibir al norte, y la compra de 88 aparatos está en entredicho.

Estados Unidos ha pasado en un chasquido de dedos de socio y amigo, al enemigo más cercano que les quiere arrebatar el país a sus actuales propietarios. Uno de los reflejos de esta novedosa animadversión se plasma en la estrepitosa caída de ventas de los coches Tesla, compañía propiedad de Elon Musk, uno de los ministros no oficiales del país vecino. El porrazo ronda el 70% desde que Trump es presidente y muchos analistas locales achacan el fenómeno a esta atmósfera de antipatías hacia los vecinos del sur.

¿Y España?

Nuestro país necesita este aparato. En concreto el F-35B, la única aeronave de ala fija de despegue vertical, capaz de sustituir a los veteranos Harrier de la Armada. La Marina los lleva pidiendo desde hace años, y corren rumores de que hay sobre la mesa un planteamiento de 24 unidades. Esto no equivaldría a la dotación de un LHD Juan Carlos I, sino de dos… pero solo tenemos uno. De ser esto cierto, todo hace pensar que Navantia construirá o un gemelo del buque insignia de la marina, o puede que un portaaviones, al menos pequeño.

El esquema de nuestra defensa aérea es desde hace años dual, con aparatos americanos y europeos al mismo tiempo. En caso de problemas de suministros, conflicto de interés o desacuerdos futuros, siempre estaría la flota alternativa como fuerza disponible. Queda en el aire lo del ‘botón de la muerte’, y ahí llevan razón los alemanes: no se puede depender de los arranques de un mandatario en especial caprichoso. ¿La solución? Más tecnología propia, pero llevará tiempo y dinero.

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