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El Ejército del Aire podrá generar un «agujero negro electrónico» en el espacio aéreo

Supone la recuperación de capacidades perdidas por la baja en servicio de aeronaves tripuladas

El Ejército del Aire podrá generar un «agujero negro electrónico» en el espacio aéreo

El pod SOAR. | L3Harris

Un agujero negro. Datos, señales electromagnéticas, emisión de radares que entran, pero no salen, o si lo hacen, no será del mismo modo en que llegaron. Esto es lo que consigue, entre otras cosas, el pod SOAR con el que el Ejército del Aire va a equipar al menos a uno de los cuatro drones RQ-9 Reaper de que dispone. El avión no tripulado va a poder generar un espacio electrónico vacío a su alrededor, y eso le da al Ejército del Aire y del Espacio una ventaja táctica de la que muy pocos disponen.

Un dron por sí solo no hace nada, es tan solo un aparato que vuela. Su eficiencia se basa en todo aquello de lo que se le equipe, ya sean cámaras, sensores, emisores de señales, repetidores, proyectiles, carga inerte, o hasta algún sistema de artillería. Mientras llegan los Sirtap, o el Eurodron, el Ejército del Aire y del Espacio dispone de estos cuatro drones que podrían ser equipados con sistemas de ataque, aunque desde 2019 solo se utilizan como aeronaves de vigilancia. Con la adquisición del SOAR, dan un enorme paso adelante en sus capacidades.

La nueva barquilla colgada bajo sus alas es, en realidad, un contenedor de sistemas. El dispositivo, diseñado entre L3Harris y General Atomics, pesa 287 kg y convierte al Reaper en una plataforma de vigilancia avanzada, ideal para entornos de alto riesgo. Funciona como un espacio modular que integra sensores avanzados para recopilar datos de inteligencia en misiones de reconocimiento.

Incluye subsistemas como el RIO, para inteligencia de comunicaciones (COMINT) y el Olympia, para recaudar inteligencia electrónica (ELINT). Los militares suelen ser parcos en exponer datos y capacidades exactas, sin embargo, todo apunta a poner ojos y oídos sobre cualquier amenaza circundante situada a cierta distancia.

Es de suponer que llamadas telefónicas, mensajes escritos, comunicaciones por radio, y todo aquello que viaje por el aire podrá ser capturado en tiempo real y remitido a su base para el análisis. Toda la información crítica recogida pasará a nodos de análisis como el Centro de Inteligencia Aérea (CINTAER).

Pero una de sus características más sorprendentes es la de dar con sus detectores antes de ser percibida su presencia. Dicho de otra forma: gracias a sus capacidades, queda invisibilizado ante señales electrónicas de búsqueda. No solo eso, sino que su tecnología permite detectar y geolocalizar a los emisores de señales de radar y comunicaciones enemigas a larga distancia. Sus sensores de banda ancha identifican y clasifican emisiones enemigas a distancias superiores al alcance de detección del dron.

Puede «engañar» a los radares enemigos mediante interferencia por cancelación, al generar señales invertidas que lo hacen casi indetectable. El sistema usa inteligencia artificial para decodificar las frecuencias que encuentra, su forma de onda y la dirección desde la que procede en tiempo real. Acto seguido genera una señal inversa, con una réplica clónica aunque opuesta de lo detectado.

Al emitirse de vuelta, la superposición anula la onda original, y el radar enemigo recibe una señal nula, que interpreta al dron como inexistente. A esto, se le llama en la jerga, «un agujero negro», porque las señales de radar enemigas entran, pero no salen, son capturadas y no rebotan para volver a su emisor.

El SOAR impactará de forma directa en la operativa de otras aeronaves, y ejecutará una función de escolta. No solo protegería al Reaper de ataques ajenos, sino que procuraría una suerte de sombrilla de invisibilidad a otras aeronaves que le acompañen durante un ingreso en zonas hostiles. Su interoperabilidad con drones lo hace ideal para misiones de alta densidad de amenazas.

Actualizable como una tablet

El pod SOAR, acrónimo de Reconocimiento de Arquitectura Abierta y Escalable, destaca frente a otros sistemas de guerra electrónica por ser modular, y como dice su nombre, escalable. Permite actualizaciones rápidas para adaptarse a nuevas amenazas sin requerir grandes cambios, a diferencia de otros sistemas como el AN/ALQ-218, muy integrado en su estructura establecida.

Opera con una mínima supervisión de la tripulación, y está optimizado para ejecutar misiones de vigilancia en periodos prolongados. Una de sus ventajas es que sus funciones podrían ser equiparables a las propias de aparatos tripulados, que por norma general tienen más limitadas sus horas de vuelo, y con una tripulación que necesita descanso y aeronaves que requieren repostaje.

Mucho tiempo en el aire

Los drones Reaper pueden volar de manera constante durante hasta 30 horas si llevan una carga mínima, y con el SOAR este periodo de actividad podría ser cercano a ese día largo, cifras a las que los aviones tripulados no se acercan. Por otra parte, ofrece mayor flexibilidad que sistemas embebidos en aviones especializados como el EA-18G Growler. Su enfoque en inteligencia preventiva —detección antes de ser detectado— lo diferencia de pods como el ALQ-131, orientados a contramedidas reactivas.

Por todo esto, el Predator B, en servicio en la base aérea de Talavera la Real (Badajoz), podrá realizar nuevas operaciones de obtención de inteligencia de comunicaciones. Incrementa sus capacidades, y dará un enorme paso delante con los sistemas de detección más avanzados que existen.

Se prevé que el dispositivo entre en servicio durante el segundo trimestre de 2025, y supone la recuperación de capacidades perdidas en años anteriores, por la baja en servicio de aeronaves tripuladas. No solo eso, sino que son sistemas mucho más avanzados que los conocidos con anterioridad.

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