Si tienes dinero, ahorra para este objetivo (spoiler: es el mejor de la historia)
Es muy infrecuente que en una industria tan futbolera como la fotografía se generen consensos en torno al material utilizado

Adela. | Fede Durán
A lo largo de su historia, varios objetivos han cimentado la fama de Leica como fabricante con duende en la industria fotográfica. Existe, por una parte, una división clara entre los diseños ópticos orquestados durante el periodo de Walter Mandler y aquellos otros más recientes, esta vez bajo la batuta de Peter Karbe. Si los primeros son más imperfectos y, para ciertos usos como el retrato, también más artísticos, los segundos siguen un camino marcado por la nitidez y la corrección drástica de imperfecciones como las aberraciones cromáticas o la distorsión.
Resulta casi imposible nombrar un solo objetivo; el absolutismo no cabe en la fotografía, sólo las herramientas que mejor se adaptan al flujo de trabajo de cada profesional. Unos argumentarán que nada compite con la familia apocromática de la serie SL, el equivalente en Leica a monturas como la Z de Nikon, la RF de Canon o la E de Sony, y es cierto que quien busque una estampa impoluta la hallará en una colección que abarca focales fijas desde 21 hasta 90 milímetros con aperturas razonablemente luminosas (f2) y un precio de partida prohibitivo para la mayoría (4.890 euros).
Otros se decantarán por piezas asequibles, muy contenidas en tamaño y capaces de contentar a creadores tan afamados como el australiano Trent Park, algunas de cuyas mejores imágenes se tomaron con un simple pero muy efectivo 28mm Elmarit en montura M, la focal cuasi perfecta para fotografía callejera. Habrá quienes, por último, destaquen las cualidades supraterrenales de los Noctilux, con aperturas de hasta f0.95 y ampliamente imitados por rivales asiáticos como Voigtlander y TTArtisan en la búsqueda de lo etéreo, en línea con algunas de las instantáneas del italiano Emanuele Scorcelletti.
El rey
Pero si existe sobre la faz del carrete (o de la tarjeta SD) una propuesta capaz de conseguir algo tan extraño en la esfera fotográfica como el consenso, tal es la que representa el 50mm Summilux 1.4 para cámaras telemétricas M en cualquiera de sus dos últimas versiones, lanzadas respectivamente en 2004 y 2023, y con el extra de una versión vintage inspirada en la era Mandler y comercializada este mismo año.

Ocurre aquí lo de siempre; lo mejor no equivale a lo intachable. Con el diafragma en su máxima apertura, una imagen a color mostrará a veces ese halo púrpura tan fácilmente corregible en Ligthroom. Tampoco ganará el Summilux ningún concurso de nitidez, aunque la tenga y de sobra tanto a f1.4 como a f8. Enfocar con una telemétrica no es sencillo si se pretende completar una sesión de retrato, ya que la precisión depende no sólo de la habilidad del fotógrafo, sino de las condiciones de luz y el mayor o menor movimiento del sujeto. Y después, como siempre en el caso de Leica, está la cuestión del precio: la edición más reciente (2023) parte de los 4.730 euros, un importe superior al de un monstruo contemporáneo como la Nikon Z8.
¿Dónde está el truco?
A veces una duda se resuelve comparando codo con codo los resultados obtenidos con diferentes objetivos válidos para el mismo propósito. Cierto, en la fotografía hay un factor de imprevisibilidad, el sol nunca brilla igual, ni la escena es la misma, ni tan siquiera la edición decidida ante la pantalla del ordenador calca al milímetro el proceso de la tarde anterior, y sin embargo unas imágenes destacan y otras terminan en la papelera, y alrededor de unas y otras revolotea la estadística no demasiado matemática de la frecuencia exitosa. Si el 50mm Summilux (una distancia focal similar a la visión del ojo humano) depara una y otra vez estampas dignas de impresión y lo hace con las ventajas inherentes a Leica (peso mínimo, belleza, devaluación mínima en el mercado de segunda mano), la conclusión evidente es que, una vez hecha la inversión, sólo queda disfrutar de una de las joyas del ingenio humano en su vertiente óptica. Un Summilux se compra, pero jamás se vende.