Hay una guerra en marcha que afecta a la defensa y automoción: la de los imanes chinos
Si esto no se arregla, nos va a costar más defendernos y nuestros coches serán más caros

Un bloque de decenas de imanes de neodimio, los más potentes que se pueden fabricar. | Jared Tarbell (Wikimedia Commons)
Es una guerra incruenta, subterránea, pero que acabará teniendo consecuencias complicadas en varios campos: la lucha por unas tierras raras que maneja en su mayoría China. Ante los conflictos comerciales entre occidente y el gigante asiático, Pekín ha cerrado el grifo y las empresas que usan estos materiales están entrando en pánico.
La mecha se encendió el pasado 4 de abril. Fue el día en el que el gobierno de Xi Jinping declaró una serie de restricciones a la exportación de siete elementos clave y del que casi ningún otro país dispone: samario, gadolinio, terbio, disprosio, lutecio, escandio e itrio. El endurecimiento de las condiciones trajeron la exigencia de licencias especiales y se justificó la medida por motivos de seguridad nacional.
Esta decisión, enmarcada en la creciente guerra comercial con Estados Unidos y la Unión Europea, ha generado un cuello de botella burocrático y retrasos en los envíos internacionales. Muchos creen que la escasez de este tipo de materiales, necesarios para crear componentes tecnológicos, podría tener consecuencias mucho más devastadoras que la crisis de los microchips desencadenada tras la pandemia.
China controla actualmente más del 60 % de la extracción y el 92 % del refinado de tierras raras a nivel mundial, según la Agencia Internacional de la Energía. En el caso de las tierras raras pesadas, esenciales para la industria de defensa y automoción, el dominio chino es aún mayor: procesa casi el 99 % de estos materiales y posee cerca del 49 % de las reservas globales. No solo eso, sino que China ha consolidado su control sobre minas en África y otras regiones estratégicas, lo que fagocita el suministro global de estos minerales críticos.
Las consecuencias ya se sienten en la industria. La marca Ford tuvo que detener temporalmente la producción de su SUV Explorer en Chicago por falta de imanes de tierras raras, y proveedores europeos de piezas y elementos mecánicos se han visto obligados a cerrar plantas. Marcas como Mercedes y BMW buscan alternativas para protegerse de la escasez, y se teme que algunas fábricas queden totalmente paralizadas a mediados del próximo mes de julio.
El motivo es que empiezan a escasear componentes clave que forman parte de la estructura de los cada día más habituales eléctricos. Algunos directivos tratan de buscar empresas de reemplazo, dispuestas a pagar cualquier precio, pero no hay empresas en el mundo capaces de compensar la producción de China.
Según recoge Automotive News, Frank Eckard, director ejecutivo del fabricante alemán de imanes Magnosphere, de Troisdorf, ha recibido una catarata de llamadas en las últimas semanas. Los fabricantes de automóviles y los proveedores, buscan con desespero fuentes alternativas de imanes. Algunos le dijeron a Eckard que sus fábricas podrían quedar inactivas a mediados de julio sin suministros de imanes de reserva.
Si esto es en Estados Unidos y Europa, en Asia la situación es análoga. Bajaj Auto es una firma poco conocida en el viejo continente, pero en los últimos doce meses vendió en India cuatro millones de motocicletas. Ve el futuro de su producción decaer tan pronto como el mes que viene a tenor de este problema, porque se les ha agotado su inventario de materiales.
En Corea, Hyundai ha echado cuentas y afirma que tienen una cantidad suficiente para un año. Afirman que el problema no les va a causar un gran impacto a corto plazo, porque viendo el cariz que estaba adquiriendo la situación, junto con su filial Kia han acumulado un exceso de manera preventiva. Esto indica que están en mejor posición que muchos competidores para resistir las restricciones, pero no dejan claro qué les podría ocurrir más allá de estos doce meses.
Un problema del siglo XXI
Los imanes de tierras raras, en especial los de neodimio y disprosio, son insustituibles en motores electrónicos de última generación, sistemas de guiado de dispositivos militares y componentes electrónicos avanzados. Es por eso que el sector de la defensa estadounidense y europea están especialmente expuestos. Un ejemplo bien puede ser el F-35, uno de los cazas más avanzados del mundo y que se ha convertido en una referencia en ejércitos de medio mundo.
Cada vez que despega uno, sube al cielo cargado con unos 400 kilos de materiales extraídos de tierras raras. Huelga decir que el funcionamiento de sus mecanismos de orientación, puntería, detección de amenazas en el aire o comunicaciones daría un salto hacia atrás de décadas sin este tipo de componentes. Aplíquese esto a misiles guiados, submarinos, drones y sistemas de radar.
El Departamento de Defensa de EEUU reconoce que sus reservas solo cubrirían la producción durante unos meses y que la infraestructura nacional para procesar tierras raras pesadas es prácticamente inexistente. Desde 2020, se han invertido más de 500 millones de euros en desarrollar cadenas de suministro alternativas, pero los expertos advierten que estas medidas no serán suficientes para igualar la capacidad de China antes de 2027.
Presiones para desencajar el problema
La Unión Europea y Estados Unidos han presionado a China para flexibilizar las restricciones, pero hasta ahora las autorizaciones de exportación no han vuelto a los niveles previos a las medidas. El Ministerio de Comercio chino ha anunciado la aprobación de «una cierta cantidad de solicitudes» para exportar minerales de tierras raras, pero sin detallar qué empresas se han beneficiado, lo que mantiene la incertidumbre en el sector.
Recientes conversaciones entre los presidentes de EEUU y China parecen haber abierto la puerta a una posible flexibilización, sin embargo, la resolución del conflicto sigue siendo incierta. Mientras tanto, la industria global se enfrenta a una tormenta perfecta: la escasez de tierras raras amenaza con paralizar sectores estratégicos, encarecer productos y agravar la rivalidad geoeconómica entre las grandes potencias.
La conclusión rápida y sencilla es una con dos respuestas: la industria de la automoción y militar van a sufrir. Las consecuencias directas serán también dos, nos va a costar más defendernos y nuestros coches serán más caros. Más aún.