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GBU-57A/B: el martillo subterráneo con el que EEUU ha golpeado a Irán

La MOP es una de las bombas más poderosas del arsenal no nuclear de todo el planeta

GBU-57A/B: el martillo subterráneo con el que EEUU ha golpeado a Irán

Un GBU-57A/B.

Pueden correr y esconderse, pero les darán caza a menos que lo hagan bajo kilómetros de roca. Hubo un tiempo en que centros neurálgicos de poder eran enterrados, ocultos bajo la superficie, pero la tecnología bélica está acabando con esas madrigueras. El arma definitiva para lograrlo se denomina GBU-57A/B, más conocida como «La revientabunkers».

En la guerra del siglo XXI, la profundidad ya no garantiza seguridad. Las potencias militares han construido instalaciones clave bajo montañas o metros de hormigón para protegerlas de ataques convencionales, pero esa ventaja ha pasado a mejor —o peor— vida. Esta es la realidad que se ha encontrado en gobierno iraní la pasada noche.

Treinta y siete horas antes, varios bombarderos furtivos B-2, despegaron de su base en Whiteman, Missouri. La operativa llamó la atención de muchos analistas. Poco después de despegar fueron abastecidos de combustible en el aire. Esto indica que iban cargados hasta arriba, aunque no de queroseno, sino con algo muy pesado, y probablemente con destino final e inmediato en los blancos programados. De forma habitual, estos aparatos suelen viajar ligeros, y cerca de su destino último son cargados con su letal carga.

Este objetivo no era otro que las instalaciones iraníes adscritas a su programa nuclear. En la madrugada del domingo 22, en horario español, una docena de bombas GBU-57/B fueron arrojadas sobre el complejo de Fordow, y otras dos sobre Natanz.

La meta de esta estrategia es la de suspender, o al menos ralentizar, en lo posible, el programa nuclear de Teherán. Los iraníes afirman que su finalidad es pacífica, y exclusivamente destinada a utilidades civiles. Sin embargo, diversas informaciones apuntan a que su ingreso en el club de las armas nucleares podría ser inminente, lo que crearía un enorme desequilibrio de fuerzas en la zona, a juicio de los observadores internacionales.

Para detener el avance de este proyecto, Israel —el brazo norteamericano en la zona— ha asesinado a ingenieros, militares, y ha reventado líneas de producción con virus informáticos, pero nunca se habían atrevido a tanto. Existían otras alternativas, como regar de radiactividad el entorno de las instalaciones para hacerlas inaccesibles, pero en la escalada bélica reciente, se ha llegado al bombardeo de estos dos centros; el de Isfashan se antoja más complejo de atacar.

El protagonista de la acción cinética es la GBU-57/B, también conocida como Massive Ordnance Penetrator (MOP), o Munición de Penetración Masiva, que es capaz de destruir objetivos enterrados a gran profundidad sin recurrir a armas nucleares. Es una bomba con características de guiado de precisión con una masa imponente: 13.608 kg. Mide 6,2 metros de largo y tiene un diámetro de aproximadamente 80 centímetros. Su diseño dispone de una carcasa externa de un acero templado especial, que le permite soportar el impacto inicial contra capas duras de roca u hormigón sin desintegrarse.

De su peso total, se estima que más de 2.400 kilos corresponden a explosivo de alta potencia, muy probablemente una mezcla basada en Tritonal, una combinación de TNT y aluminio. Está diseñado para producir una gran onda expansiva una vez que el ingenio ha alcanzado el interior del objetivo.

El verdadero secreto de la GBU-57/B no está solo en su explosivo, sino en su capacidad para alcanzar lugares que otros explosivos solo logran arañar. Su capacidad de penetración depende del ángulo y la altitud del lanzamiento. El ejército americano no suele ofrecer información precisa en sus diseños más recientes, pero en versiones previas, de las cinco que se conocen, se ha probado que es capaz de penetrar más de 60 metros de suelo compacto o hasta 18 metros de hormigón reforzado.

Esto la convierte en el arma más eficaz del mundo para atacar búnkeres nucleares, centros de mando y fábricas subterráneas. A diferencia de las bombas convencionales, que explotan al contacto o justo antes de impactar, la GBU-57 está diseñada para perforar primero y detonar después.

Un explosivo secuencial

Esta secuencia es posible gracias a un sistema de espoleta inteligente programable, que calcula la profundidad óptima de detonación. Puede activarse por temporizador, por conteo de impactos al atravesar capas, o por sensores de presión y aceleración que miden la desaceleración interna. La idea es que la explosión ocurra justo dentro del recinto protegido, y no antes.

La GBU-57 tampoco es una «bomba tonta», de cañada libre sin más, al estilo clásico. Está equipada con un sistema de guía por GPS asistido por inercia (INS/GPS). Esto le permite mantener una trayectoria precisa incluso en entornos donde el las señales externas puedan verse perturbadas por interferencias. El mecanismo garantiza que pueda ser lanzada desde altitudes elevadas y alcanzar su blanco con un margen de error extremadamente bajo, de apenas unos metros.

Al ser arrojada desde un bombardero estratégico, la bomba cae en una trayectoria balística pero controlada. La combinación de masa, altitud y diseño aerodinámico le permite alcanzar una velocidad terminal supersónica, lo que le otorga una enorme energía cinética de impacto. En este sentido, la MOP actúa como una especie de «taladro cinético» antes de liberar su carga explosiva.

Una bomba muy exclusiva

Debido a su tamaño y peso, la GBU-57 solo puede ser transportada por bombarderos estratégicos pesados. En la actualidad, la única aeronave capacitada para desplegarla es el B-2 Spirit, cuyas bodegas pueden albergar dos. Se han efectuado pruebas para adaptar otras plataformas como el B-52, o algunas versiones de los C-130 Hércules, pero carecen de las capacidades furtivas del B-2.

El «Spirit», como es conocido este aparato de diseño en forma de ala, es ideal para esta misión porque puede penetrar el espacio aéreo enemigo sin ser detectado por radares, y posicionarse en un punto óptimo para dejar caer la bomba sin poner en riesgo al aparato y sus tripulantes. La bomba no se lanza desde baja altitud. Para maximizar su velocidad de impacto, se suelta desde gran altura, lo que le permite acumular velocidad y energía antes de llegar al objetivo.

La GBU-57/B fue desarrollada por Boeing en estrecha colaboración con el Pentágono, que desde principios de los 2000 buscaba un arma capaz de destruir instalaciones nucleares profundamente enterradas, como las de Irán o Corea del Norte. En contextos donde un ataque nuclear sería inaceptable, política y éticamente, esta bomba ofrece una alternativa convencional con capacidad de disuasión estratégica.

Exhibición de fuerza

Su existencia no solo tiene una función militar, sino también psicológica y diplomática. Saber que Estados Unidos cuenta con un arma capaz de destruir instalaciones que antes se consideraban invulnerables, añade una capa de presión a regímenes que desarrollan armas de destrucción masiva bajo tierra.

Existen otras bombas penetradoras, como la GBU-28 usada durante la Guerra del Golfo o la GBU-72 de nueva generación, pero ninguna se acerca al poder destructivo de la MOP. Estas otras existen porque la GBU-57 tampoco es la ideal para todas las misiones, ni sirve para todo. No es una «bala mágica», debido a que su uso está condicionado por diversos motivos. El limitado número de plataformas capaz de transportarla es uno, el alto costo operativo y logístico otro, y la dependencia de información precisa de inteligencia es muy alta, ya que debe conocerse con exactitud dónde está el objetivo enterrado.

Podrán correr, pero lo de esconderse…

Además, si un objetivo se encuentra a mayor profundidad de la que la GBU-57 puede alcanzar, o protegido por materiales especialmente resistentes, ni siquiera esta arma podría destruirlo completamente.

La GBU-57A/B Massive Ordnance Penetrator combina masa, precisión, penetración y capacidad destructiva, para componer unas de las bombas más poderosas del arsenal no nuclear de todo el planeta. La MOP es una advertencia silenciosa y un aviso para otros: ni siquiera las profundidades ofrecen refugio. Se tratará, pues, de excavar aún más abajo, o asumir lo que caiga del cielo.

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