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Tecnología

Así reinventa Fujifilm la industria de la fotografía

Presionadas por el ‘smartphone’, a las marcas sólo les queda innovar. Fuji lo hace con sus tres últimos lanzamientos

Así reinventa Fujifilm la industria de la fotografía

El último lanzamiento de la marca, la X-E5. | Fujifilm

Las cifras de negocio de Fujifilm no son comparables a las de Sony o Canon, ni tan siquiera a las de Nikon, pero la marca nipona destaca entre todas las de su país por un enfoque más audaz. Ya desde su incursión en el segmento de las cámaras sin espejo optó por un camino singular: fabricar dispositivos con sensores APS-C, saltarse la categoría full-frame (la más popular entre los profesionales) y atacar por arriba el nicho de los sensores de formato medio. Desde entonces, Fujifilm ha hecho muchas más cosas. 

Bien lo acreditan sus tres últimos lanzamientos: la primera cámara compacta de formato medio del mercado (GFX 100RF), una propuesta que remite a la era analógica y presenta la pantalla y los archivos en vertical (Fujifilm X Half) y, más recientemente, la X-E en su quinta iteración, que toma prestada de la familia X Pro los visores «de inspiración clásica», mucho más despejados que los exhaustivos visores electrónicos, a la vez que permite observar –a la manera de Leica y sus telemétricas– qué sucede más allá del área encuadrada. 

Si a estos ingredientes se suma el brutal éxito de ventas de otra compacta, la X100 (ahora en su sexta generación), el filón de la fotografía instantánea a lo Polaroid y el rasgo distintivo de las simulaciones de película incluidas en sus cámaras digitales, podría afirmarse sin miedo a exagerar que Fujifilm es la marca de todos esos aficionados que reclaman una aproximación más informal a la disciplina sin renunciar por ello a la calidad. 

Existe un razonamiento adicional: nadie lee mejor que la compañía con sede en Minato, Kioto, los anhelos de los fotógrafos. Es probable que si cuenta entre sus amigos con algún profesional, éste le confiese que trabaja con la marca equis, pero que para sus proyectos personales y sus ratos libres usa una Fuji. ¿Por qué? Porque al elemento de la diversión se añade el de la nostalgia por el carrete, lo cual conduce a otra pregunta: ¿Estamos saturados de perfección digital, inteligencia artificial y videojuegos mastodónticos? 

Muchos conocedores argumentarán que la verdadera guardiana de las esencias es la germana Leica, empresa ubicada en el apacible pueblo de Wetzlar y una de las pocas que todavía fabrica cámaras analógicas y dispone de cámaras telemétricas digitales. Es una observación válida, pero, a diferencia de Fujifilm, Leica no abre el abanico de sus productos a todo el mundo: en su narrativa confluyen el lujo (y un precio en consecuencia) y la leyenda que simbolizan los cientos de fotógrafos de renombre que en el pasado recurrieron a esas herramientas. 

Fujifilm es como el Atleti. Quizás nunca gane ninguna Champions, pero es que tampoco lo necesita. Sus rectores han descubierto que la mejor estrategia es la que se mueve entre cierto tipo de profesionales (los fotógrafos de producto o moda con las GFX de formato medio, por ejemplo); los influencers y sus X100; ese aficionado soñador que quiere despojar a su cámara digital de una pátina demasiado nítida y perfecta; y decenas de miles de personas cuya incursión desde el teléfono móvil hacia la fotografía sólo contempla opciones sencillas, amenas y veloces (las Instax). 

Vista la racha innovadora de la nipona, tampoco es descartable que el siguiente gran anuncio rompa otra vez la baraja. A la marca se le pide desde hace años una cámara full-frame que tutee a la Z8 de Nikon, la R5 de Canon o la Alpha 1 de Sony. Esa jugada significaría cubrir todos los ángulos comerciales de la fotografía, pero llegaría, sin ninguna duda, con algún extra que nadie en la competencia se habría atrevido a plantear. Así respira Fujifilm. Ese es su ADN. 

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