La guerra que vendrá: EEUU ya prueba las armas del próximo bombardeo
La maquinaria bélica estadounidense ya estudia su siguiente arma antibúnker

El B-21 Raider será la futura punta de lanza estadounidense en bombardeos estratégicos en profundidad.
Para los norteamericanos, ha sido todo un éxito; para los iraníes, apenas una polvareda. Pero de lo que no hay duda es que el bombardeo de las instalaciones nucleares persas ha sido una operación sin precedentes. El Pentágono ya prepara la siguiente y diseña armamento específico para ello.
La alta especialización de los conflictos bélicos ha llevado a su industria militar a crear complejos ingenios para misiones concretas. En el caso de los complejos de Natanz, Fordo y, en menor medida, Isfahán, la mayor parte del castigo fue infligida por los bombarderos furtivos B-2 Spirit y sus bombas MOP, las llamadas «revientabúnkers».
Cuando Northrop Grumman entregó las 21 aeronaves que finalmente se fabricaron, fue un escándalo. Con una previsión inicial de más de cien unidades, los costes de desarrollo no pudieron diluirse con tan escasa producción. A un precio unitario de unos 2.000 millones de dólares, se hizo un chiste en los medios: si se vendieran al peso y estuvieran hechos de oro, costarían la mitad.
Con dos unidades fuera de combate debido a accidentes, la flota activa de 19 aparatos constituye la punta de lanza aérea pesada de las fuerzas estadounidenses. Pero la Fuerza Aérea de EEUU ya piensa en cómo será la guerra hacia 2050 y tiene sustituto: el B-21 Raider.
Para concebir un ingenio tan complejo, no se piensa en las misiones actuales, sino en las que podrían tener lugar en las próximas décadas. Se analiza quién será el enemigo, qué alcance operativo se requerirá, qué tipo de carga se transportará y qué tecnologías emergentes deberán integrarse.
Prueba de ello es que el Departamento de Defensa ha explicado que la Operación Midnight Hammer tuvo su origen en una misión clasificada que comenzó a diseñarse hace más de una década. Este audaz ataque aéreo no fue una decisión de última hora, sino la culminación de quince años de planificación, recopilación de inteligencia, desarrollo de armamento y entrenamiento.
El B-21 busca mejorar las capacidades y prestaciones del B-2, añadiendo además una mayor flexibilidad operativa. Se trabaja en él desde 2010, y la mayoría de sus características son clasificadas, por lo que resulta difícil precisar sus capacidades.
Lo que sí se sabe es que forma parte del programa Long Range Strike Bomber (LRS-B) y su misión principal es penetrar defensas aéreas sofisticadas con cargas convencionales o nucleares en territorio hostil. Es la pieza aerotransportada de la «tríada nuclear», junto con submarinos balísticos y misiles intercontinentales.
Su diseño recuerda al B‑2, pero incorpora décadas de avances en tecnología furtiva, ciencia de materiales y aviónica. El Raider está pensado para una producción más extensa, con más de 100 unidades previstas, lo que reduciría su coste unitario a unos 800 millones de dólares (por comparar: un F-35 cuesta unos 100 millones, y un Airbus A320, unos 130).
Menor capacidad de carga para ganar agilidad
Es un 20 % más pequeño que el B-2, y se estima que puede despegar con la mitad de carga útil. Con velocidad subsónica y capacidad de repostaje en vuelo, se cree que su diseño y recubrimientos mejoran significativamente la absorción y desviación de ondas radar respecto al Spirit. Gracias a su reducida firma electrónica e infrarroja, se le atribuye una mayor capacidad de penetración en entornos fuertemente defendidos. Esa —presunta— libertad de movimiento le permitiría realizar más misiones a más destinos, con menor riesgo.

Aunque tenga menor capacidad de carga, se especula que su bahía de armas albergará un puño más potente. Si la bomba GBU-57/B, de más de trece toneladas, logró horadar el suelo iraní hasta convertir sus instalaciones nucleares en escombro, ahora se prepara la Next Generation Penetrator (NGP).
Más pequeña, más potente
Poca información ha trascendido, pero se conoce qué busca la Fuerza Aérea estadounidense. En un anuncio público del año pasado, solicitaban una ojiva de 22.000 libras (unas 10 toneladas métricas), con capacidades explosivas, de fragmentación y penetración. No se detallaban dimensiones ni peso total de la munición.
En el pliego del concurso se especifica que la nueva ojiva debe integrar tecnologías ya adquiridas y lecciones aprendidas en desarrollos anteriores. En otras palabras: debe superar a la última versión de la MOP.
Uno de los aspectos clave es su sistema de guiado. La «nueva MOP» debe demostrar un rendimiento preciso y repetible incluso en entornos con GPS degradado o denegado. Su precisión terminal debe mantenerse dentro de los 2,2 metros, en cualquier circunstancia.
Esto es extremadamente exigente, especialmente si falla el GPS. Por comparación, las JDAM guiadas por GPS suelen tener un error de hasta 5 metros en condiciones óptimas, que puede aumentar a unos 30 sin señal. A la nueva bomba se le exigirá acertar a menos de 2,2 metros del objetivo en al menos el 90 % de las ocasiones.
Un detonador muy especial
Otro detalle crítico es el detonador. Debe soportar fuerzas extremas durante la penetración en materiales duros y detonar en el momento óptimo, por ejemplo, tras atravesar una sala subterránea. Esto implica contar niveles de profundidad y diferenciar espacios huecos. Es un área de investigación y desarrollo militar desde hace años.
Además, la Fuerza Aérea ha mostrado interés en que la NGP incorpore motorización propia. A diferencia de las MOP actuales, que carecen de propulsión y deben ser lanzadas a corta distancia por un B‑2, se busca que el nuevo proyectil tenga autonomía de vuelo.
Por el momento, el NGP se encuentra en una fase temprana de desarrollo. Su fabricante, Boeing, espera realizar pruebas a escala reducida y completar entre 3 y 5 prototipos en un plazo de 18 a 24 meses tras la adjudicación del contrato. Aún no hay fecha oficial para su firma ni para su entrada en servicio.
Los autores grecorromanos como Estrabón o Lucano alababan la valentía de los galos, de quienes decían que solo temían que el cielo se desplomara sobre sus cabezas. En el futuro, los enemigos de Estados Unidos temerán que un B-21 pase por encima de ellos y les arroje un NGP. Las batallas del futuro se están empezando a ganar hoy.