Los narcosubmarinos de quinta generación: no tripulados y manejados por satélite
En 2024 se ha registrado un número récord de estas embarcaciones interceptadas

El narcosubmarino interceptado en Colombia. | Armada colombiana
Narcosubmarinos con tecnología aeroespacial. Conexiones vía satélite, exentos de tripulantes, manejados a distancia, inmunes a mareos, miedos o a que sus ocupantes “canten La Traviata” si son atrapados. Los narcos han ideado lo que podría ser la solución definitiva a sus desvelos: robotizar sus envíos bajo el agua.
A este nivel de sofisticación está llegando el mundo del hampa. De forma paralela a lo que se observa en Ucrania, muchas tecnologías civiles de última generación se están incorporando tanto a arsenales militares como a los de bandas criminales. En el caso de los narcotraficantes, están recurriendo al mercado profesional de la ingeniería para adaptar soluciones tecnológicas a sus necesidades.
La última de estas soluciones, reflejada en un narcosubmarino capturado por la Armada colombiana hace unos días, es un equipamiento nunca antes visto: una antena Starlink de conexión a Internet vía satélite. Pero esa era solo una parte del hallazgo. La otra es que se trataba de una nave no tripulada, y esto sí constituye una novedad.
Durante décadas, los semisumergibles, siempre tripulados y construidos en astilleros clandestinos en la selva, se han utilizado para transportar cocaína desde Colombia, el mayor productor mundial, hacia América Central y México. Incluso han llegado mucho más lejos, cruzando los océanos Atlántico y Pacífico.
Pero este nuevo detalle abre una categoría inédita: los narcodrones subacuáticos. Se suma a las cuatro tipologías previamente conocidas, que ya mostraban indicios de automatización, pero nunca con este nivel de sofisticación. Hasta ahora se conocían estas cuatro variantes:
Navíos de perfil bajo, los más comunes. No son submarinos en sentido estricto y no se sumergen por completo. Poseen una estructura muy baja fuera del agua, apenas visible en la superficie. Construidos en fibra de vidrio o acero, pueden transportar varias toneladas de droga. Los motores están parcialmente sumergidos y el resto del casco apenas sobresale, lo que dificulta su detección por radar o desde el aire.
Semisumergibles, similares a los anteriores, pero con un diseño más avanzado que permite mantener casi todo el casco bajo el agua. Solo sobresale una pequeña torreta o cabina de mando. Son difíciles de detectar visualmente o mediante radar, especialmente con mar agitada. Su apariencia puede confundirse con submarinos militares al uso, aunque no se sumergen completamente.
Embarcaciones completamente sumergibles, muy escasas y mucho más complejas y costosas de fabricar. Requieren conocimientos avanzados de ingeniería, así como acceso a materiales y tecnología sofisticada. Hay pocos casos documentados de este tipo.
Vehículos tipo torpedo, no tripulados, pero con muchas limitaciones. Su uso es todavía marginal y suelen lanzarse desde naves nodriza. Funcionan con propulsión eléctrica y, en algunos casos, han sido remolcados por embarcaciones más grandes, que los sueltan si detectan peligro. Una vez liberados, navegan de forma controlada durante trayectos cortos hasta ser recuperados, cuando las autoridades se han retirado.
Evolución constante
El artefacto apresado la semana pasada podría representar una evolución de este último modelo. Los cárteles están especialmente interesados en este tipo de diseño por dos razones. La primera es que elimina el factor humano: en caso de detección, no hay nadie que pueda hablar. La segunda, que al no requerir espacio para la supervivencia de una tripulación, se maximiza la capacidad de carga.
Eliminar a los operadores humanos es una ventaja estratégica. Reduce riesgos, incrementa la carga útil y, por tanto, mejora la eficiencia logística. Todo indica que esta tipología irá en aumento. Poco a poco, los cárteles migrarán hacia sistemas no tripulados más sofisticados, más difíciles de detectar en el mar o rastrear por radar, lo que les permitirá moverse con mayor libertad frente a las autoridades.
En cuanto al narcodrón submarino capturado, fuentes de seguridad regionales creen que se trataba de una prueba. No contenía carga alguna, pero sus características indican que podía transportar hasta tonelada y media, con una autonomía aproximada de 1.300 kilómetros. Según las investigaciones, pertenecía al Clan del Golfo, el mayor grupo narcotraficante de Colombia.
Aunque es el primer dron submarino equipado con tecnología Starlink, no es la primera vez que se detecta una embarcación teledirigida mediante este sistema. En noviembre pasado, la policía india incautó un gigantesco cargamento de metanfetamina, valorado en unos 3.900 millones de euros, cerca de las remotas islas Andamán y Nicobar, en el golfo de Bengala, a más de 200 kilómetros de tierra firme. Todo apunta a que ese caso marcó el precedente.
Ejemplos muy cercanos
Tampoco hace falta irse tan lejos. En los últimos años se han detectado embarcaciones no tripuladas en el Mediterráneo, utilizadas principalmente para trayectos costeros cortos entre países como Albania, Italia, Marruecos y España.
Uno de los principales problemas que enfrentan las autoridades frente al crimen organizado, y especialmente el narcotráfico, es que los delincuentes disponen de más recursos económicos que los cuerpos de seguridad. Con frecuencia pueden acceder a mejores medios. Los cárteles mexicanos, con el mayor mercado de drogas del mundo al norte de su frontera, tienen cuentas bancarias rebosantes y se sabe que llevan años contratando técnicos e ingenieros que ponen su conocimiento al servicio del delito.
La producción, incautaciones y consumo de cocaína alcanzaron máximos históricos en 2023, y en 2024 se ha registrado un número récord de estas embarcaciones interceptadas. Se trata de un mercado en expansión, con recursos casi ilimitados, que continúa creciendo. La conclusión lógica es que veremos más submarinos de este tipo en el futuro, cada vez más sofisticados y tecnológicos.