Un sistema basado en inteligencia artificial hubiera evitado el accidente del Concorde
La aeronáutica comercial es una de las actividades más reguladas del mundo y esto puede cambiar algunas cosas

Uno de los objetos que pueden acabar sobre las pistas de los aeropuertos, con el potencial peligro que ello implica.
El 25 de julio del año 2000 fue uno de los días más tristes y funestos en la historia de la aviación comercial. El legendario Concorde, el aparato supersónico que unía en tres horas las dos orillas del Atlántico, se estrellaba tras despegar en París. Hoy, un cuarto de siglo más tarde, no hubiera ocurrido… gracias a la inteligencia artificial.
La catástrofe podría haberse evitado de haber tenido a la mano una tecnología que entonces era ciencia ficción, pero que hoy todos llevamos en el bolsillo. Cada día aparecen nuevas utilidades para este invento, que parece crecer a la velocidad del propio Concorde, y una de las últimas aplicaciones conocidas es la de la compañía Oreyeon.
Con sede central en Coimbra, Portugal, y oficinas en media docena de países, está en periodo de pruebas con AENA para proveer a su cadena de aeropuertos de una solución a un problema de seguridad. No son los aviones hacia donde miran, ni tampoco al cielo, a donde pertenecen, sino al suelo. Si los pilotos miran hacia arriba al despegar, Oreyeon mirará al suelo que pisan, que fue a donde no se miró el día en que empezó a morir el Concorde.
La pista de los aeropuertos la conforma una larga tira de asfalto de especial consistencia, que ha de soportar los golpes de las aeronaves en su aterrizaje. Con frecuencia, piezas sueltas caen de ellos al tomar tierra. Pueden ser tuercas, tornillos, remaches o elementos arrastrados por el aire, la fuerza del soplido de los motores, o de vehículos de mantenimiento o servicio.

Ha de estar limpia como el mantel de un restaurante de cinco tenedores, so pena de que ocurriera aquel fatídico 25 de julio del año 2000. De manera rutinaria, antes de cada despegue de un Concorde, el Charles de Gaulle remitía a la larga lengua de asfalto a sus técnicos para revisar la superficie, pero ese día no ocurrió.
El vuelo 4590 de Air France iba retrasado y el comandante quiso salir a toda castaña hacia su destino. La revisión previa no se realizó, y el enorme pájaro metálico pasó por encima de una pieza de aluminio caída desde un DC-10 que despegó minutos antes. Minutos más tarde, las 109 personas que iban a bordo, más cuatro ciudadanos que estaban en tierra, perdieron la vida.
De forma rutinaria, los aeropuertos más dinámicos y con estándares de seguridad modernos suelen revisar unas cuatro veces al día la pista. En un proceso que tarda unos 20 minutos, un vehículo recorre la recta de despegue a unos 20 km/h y un par de operarios inspeccionan lo que a simple vista puedan detectar.
En caso de toparse con alguna pieza metálica, pedazo de madera, piedra que haya saltado desde el entorno natural, un pájaro muerto o alguna cosa similar, el vehículo se detiene, los operarios se bajan y lo retiran.

El problema es que este proceso es anticuado, resulta lento y no es del todo eficiente. Los operarios suelen ser muy profesionales y solventes, pero en pruebas realizadas por Oreyeon, fallaron en un 40 % de promedio. En pistas neutralizadas, sin uso práctico, a una velocidad y ritmo normales, no detectaron 4 de cada 10 elementos dispuestos sobre la pista.
Más velocidad y seguridad
Según afirma Ziad Jreijiri, el CEO de Oreyeon, la tecnología de su empresa puede dar un enorme salto de eficiencia en base a dos variables: velocidad y seguridad. El dispositivo que han desarrollado consiste en una suerte de torreta repleta de cámaras que puede ir colocada sobre el techo de cualquier vehículo. A su vez, va conectada a un ordenador que opera bajo inteligencia artificial, y que refleja los resultados en tiempo real sobre una tablet situada en el salpicadero.
Las cámaras de alta definición pueden revisar la superficie al doble de velocidad que en el «modo manual», los resultados son mucho más precisos, y el ordenador aporta datos sobre las posibles causas y pautas de cada incidencia. Al registrar cada «hallazgo», el ordenador guarda de qué tipo de elemento se trata, en qué lugar, fecha y época del año se ha encontrado, y ante qué tipo de meteorología o circunstancias medioambientales puede haber ocurrido.
Lo mejor es lo de la velocidad, porque cuando se habla de aeronáutica, el tiempo es carísimo. La cadena operativa de llegada de un aparato, descarga de viajeros y equipajes, carga de combustible, limpieza del interior, llegada de nuevos pasajeros, carga de comida y maletas –entre otras cosas– es un proceso propio de un equipo de Fórmula 1 cuando cambia sus neumáticos.
Un proceso delicado
Un tropezón en el proceso, un leve retraso de diez minutos ante una incidencia imprevista, supone que el plan diario encadene retrasos. Estos los irán pagando en cascada los siguientes vuelos de ese avión, y los contiguos en el guion establecido por la torre de control. La precisión operativa es fundamental, y lo mismo es aplicable a las revisiones rutinarias de la pista.
Si cada una de las cuatro revisiones diarias a las que se somete el asfalto lleva unos 20 minutos, supone que durante 80 minutos la pista esté fuera de servicio. Con el sistema de Oreyeon, supone 20 minutos al día, a razón de 5 minutos por cada pasada. Y esto tiene un coste.
El aeropuerto de Heathrow factura unos 100.000 euros por hora de uso de su pista gracias a las tasas que abonan las compañías por posarse en sus dominios. Con el sistema de inteligencia artificial, Heathrow dispondría de una hora más de tiempo utilizable de pista. Este proceso podría hacer ganar al aeródromo londinense la friolera de 36,5 millones de euros por tiempo de uso de una pista; London Heathrow tiene dos.
Mucho trabajo en la sombra
La aeronáutica comercial es una de las actividades planetarias más reguladas del planeta, cuyos controles de seguridad rozan –afortunadamente– lo paranoico, pero se tiende a hacer hincapié en lo visible. Sin embargo, hay decenas de detalles invisibles para los medios o los usuarios, pero de los que depende de forma directa su seguridad.
La maquinaria que regula el segundo medio de transporte más seguro, detrás del ascensor, está bien engrasada, pero tecnologías como esta la meten en el siglo XXI y ayudan a mejorar el negocio. Si lo primero es una meta, lo segundo hará sonreír a los ejecutivos que tomarán la decisión de adoptar un sistema como este. Si es barato, eficiente, mejora lo existente y, además, hace ganar dinero, se acabará imponiendo. La inteligencia artificial no podrá borrar el desastre del Concorde, pero sí puede ayudar a evitar que se repita.