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Los pizzeros de Washington adelantan los conflictos armados mejor que la IA

Los repartidores en moto saben que algo malo va a ocurrir cuando aumentan los pedidos

Los pizzeros de Washington adelantan los conflictos armados mejor que la IA

Un militar estadounidense carga con una decena de cajas de pizza. | Brian Feinzimer (Zuma Press)

La noche del pasado 12 de junio fue especialmente complicada en cuatro lugares repartidos por todo el planeta: la sede del Gobierno iraní, la de las Fuerzas Armadas israelíes, el Pentágono… y las pizzerías que hay alrededor de este último y sensible emplazamiento. Cada vez que algo grave va a ocurrir en el mundo, los civiles que se enteran antes que el resto son los repartidores de pizza.

En la madrugada del 13 de junio, el ejército hebreo arrancó la llamada Operación Rising Lion (León Rampante). El ataque consistió en una serie de bombardeos a gran escala, en cinco oleadas, realizados por más de doscientos aviones que lanzaron más de 330 cargas explosivas sobre cerca de cien objetivos, incluyendo instalaciones nucleares, bases militares y líderes clave del régimen iraní.

Hubo un tiempo en que los «gasolineros» eran los que se solían enterar antes que nadie de estas cosas. Cada vez que se avecina un conflicto armado, los trabajadores de la industria que vende queroseno, hidracina y otros combustibles muy específicos a los militares saben que algo está a punto de ocurrir ante el incremento desproporcionado de los pedidos. Pero alguien que no tiene nada que ver con la maquinaria bélica, los pizzeros, se les adelantan.

Ni satélites espía, ni escuchas de comunicaciones clasificadas, ni filtraciones desde despachos oscuros. Uno de los métodos más peculiares —y al parecer, bastante certeros para anticipar si Estados Unidos se prepara para una operación militar— es vigilar cuántas pizzas se entregan cerca del Pentágono. Puede parecer absurdo, pero los datos tangibles sugieren que, en Washington, los pedidos de este plato de origen napolitano se disparan cuando las bombas están a punto de caer.

La teoría no es nueva, y es bien conocida en círculos de inteligencia como el Pentagon Pizza Index. En esencia, se basa en un patrón simple: cuando hay un pico en las entregas nocturnas de pizza a las oficinas del Departamento de Defensa, combinado con la menor afluencia a establecimientos de ocio del mismo entorno, algo importante está por suceder. El fenómeno ha sido observado durante décadas, desde la invasión de Granada en 1983 hasta los más recientes ataques en Oriente Medio.

En abril de 2024, este indicativo anticipó el ataque israelí a Irán como represalia por el bombardeo iraní a su embajada en Siria. En septiembre del mismo año, se adelantó con bastante certeza a la eliminación del líder de Hezbolá en Beirut. El pasado 12 de junio, un patrón idéntico de entregas masivas en el entorno de Arlington, Virginia, precedió horas antes de que el «león rampante» enseñara sus fauces a Irán. La señal había vuelto.

El método, aunque rudimentario, se ha sofisticado. Hoy, una cuenta anónima en la red social X llamada Pentagon Pizza Report monitoriza en tiempo real la actividad de pizzerías cercanas al Pentágono, la Casa Blanca y la CIA. Usa datos de Google Maps, informes de usuarios, patrones de tráfico y la actividad en bares y clubes frecuentados por personal militar. Cuando las pizzas suben y la vida nocturna baja, la alerta se dispara.

La explicación no es geopolítica, sino bioquímica. Cuando estamos estresados, el cuerpo produce cortisol, la hormona que estimula el apetito por comida con alto contenido calórico. Y en Estados Unidos, la pizza es el alimento de confort por excelencia. Barata, calórica, rápida y fácil de compartir, cumple todas las funciones que una sala de guerra necesita durante una larga noche de planes secretos, decisiones complejas y alta tensión.

A todo esto se añade una extraña peculiaridad: el Pentágono no alberga pizzerías dentro del complejo, lo que obliga a realizar pedidos externos. Por eso, cuando decenas de oficiales se quedan trabajando de madrugada, las entregas aumentan de manera drástica. Según el desaparecido Frank Meeks, antiguo propietario de varias franquicias de Domino’s Pizza en Washington, incluso los ingredientes pueden indicar la gravedad del evento: cuanto más queso y más carne, más grave suele ser la crisis. Durante la votación del impeachment de Bill Clinton en 1998, los pedidos con queso extra subieron un 32 %.

Un indicativo muy serio

Puede sonar a juego de adolescentes conspiranoicos, pero el fenómeno tiene un sorprendente historial. En 1983, la víspera de la invasión de Granada, las entregas se duplicaron. En 1989, antes de la invasión de Panamá, ocurrió lo mismo. En 1990, la noche anterior a la invasión de Kuwait por parte de Irak, los repartidores dijeron que el teléfono no paraba de sonar.

Ya en la primera Guerra del Golfo, en 1991, Meeks alertó sobre un pico de pedidos diez días antes del bombardeo. Solo el 16 de enero, la noche anterior al inicio oficial de la operación, entregó más de cien pizzas entre las diez de la noche y las dos de la mañana, muchas directamente en la CIA, algo bastante poco habitual. El récord de entregas se dio justo la noche previa a la invasión iraquí de Kuwait.

Incluso los servicios de inteligencia soviéticos, durante la Guerra Fría, vigilaban las entregas de pizza como parte de sus tareas de espionaje. Bautizaron el fenómeno como Pizza Intelligence. Nunca se ha confirmado si obtuvieron información útil, pero el seguimiento se consideraba lo suficientemente relevante como para prestarle atención.

Sistemas predictivos avanzados

Desde los años noventa, el Pentágono ha invertido en modelos predictivos más serios y menos grasientos. DARPA, la agencia de innovación militar estadounidense, creó en 1993 el Integrated Conflict Early Warning System (ICEWS), que superó en precisión a los analistas humanos de la CIA: alcanzó un 80 % de aciertos en detectar crisis inminentes, frente al 60 % de los expertos.

En Europa, el Instituto Alan Turing desarrolló en 2020 el sistema GUARD (Global Urban Analytics for Resilient Defense), que mezcla inteligencia artificial, big data y análisis político. Afirma alcanzar un 92 % de precisión para prever conflictos doce meses antes de que estallen. O los servicios secretos suizos, bien conocidos por su enorme precisión, se adelantan a este tipo de circunstancias solo rastreando el dinero.

Pero no todo aumento de pizzas implica misiles. A veces hay cumpleaños, eventos deportivos importantes o simples jornadas maratonianas de planificación. Pero cuando los pedidos suben en varias pizzerías cercanas al Pentágono, mientras los bares del área se vacían, y esto ocurre tres noches seguidas, la señal se convierte en algo más que coincidencia.

Este fenómeno pone en duda algo más profundo. En tiempos de sobreinformación, donde lo clandestino es casi imposible de ocultar por completo, rastrear patrones de consumo puede ser tan útil como interceptar una llamada cifrada. Es aplicable el dicho de la CIA de «escondidos a simple vista».

Un caso único

El Pentagon Pizza Index parece funcionar únicamente en EEUU, con sus hábitos, su cultura gastronómica y su estructura institucional. No se conocen indicativos similares en el entorno de otros centros de poder afines.

La comida, al final, humaniza la guerra incluso cuando la anuncia. Mientras se cierran mapas, se reparten roles y se trazan rutas de bombardeo, alguien abre una caja humeante, toma una porción repleta de tomate y queso, y sigue planificando alguna dolorosa jugada en cualquier lugar del mundo, una que costará vidas, dolor y sufrimiento. Cosas de la guerra y la geopolítica.

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