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Estos son los soldados más letales del conflicto ruso-ucraniano de cada bando

Se llaman Orel y Moses, y son ejemplos del nacimiento de un nuevo tipo de soldado

Estos son los soldados más letales del conflicto ruso-ucraniano de cada bando

Una unidad de drones FPV del ejército ucraniano lanzando ataques desde un búnker. | Laurel Chor (Zuma Press)

Son las dos caras de la misma moneda. Los Rambo aerotransportados de la guerra entre Rusia y Ucrania, los soldados más peligrosos y letales de cada uno de sus respectivos ejércitos. No blanden un AK-47 ni llevan un chaleco antibalas. Es más: puede que jamás hayan pegado un solo tiro, pero ambos están arrasando al bando contrario. Los dos pilotan drones y se han vuelto legendarios; son Tymofiy y Moses, uno es ucraniano y el otro, ruso.

Durante décadas, el soldado más peligroso del campo de batalla moderno ha sido representado por el francotirador de precisión, el operador de fuerzas especiales o el piloto de caza. Sin embargo, el conflicto en Ucrania ha redefinido este concepto. La figura del piloto de drones FPV –pilotados en primera persona a través de unas gafas– ha emergido como el nuevo ejecutor del poder destructivo en el campo de batalla.

Tymofiy Orel, del lado ucraniano, y Moses «Moisey», del bando ruso, encarnan esta nueva realidad. Ambos han desarrollado carreras militares en unidades especializadas de drones FPV y han alcanzado cifras operativas que los convierten en leyendas vivientes de un tipo de guerra que apenas empieza a definirse. Lejos de ser simples operadores a control remoto, se trata de combatientes altamente capacitados, integrados en estructuras complejas que ejecutan ataques quirúrgicos con un impacto devastador.

Sus historias, paralelas pero enfrentadas, recuerdan al clásico enfrentamiento entre Vasili Záitsev y el mayor König, protagonistas de la película Enemigo a las puertas. En esta ocasión no se enfrentan de manera directa con fusiles de largo alcance ni ópticas exóticas, sino con drones, visores FPV y explosivos improvisados. No luchan entre ellos, pero sus efectos son equiparables.

Tymofiy Orel, conocido por su apodo de guerra Sapsan (halcón peregrino), es el piloto de drones más letal del ejército ucraniano. A sus 25 años, ha sido condecorado por el presidente Volodímir Zelenski con la estrella dorada de Héroe de Ucrania. Tiene acumuladas, según registros audiovisuales verificados, un total de 780 bajas enemigas y la destrucción de 134 vehículos militares de distintos tipos, incluidos 42 tanques, unas cifras que van en aumento.

Orel forma parte de la Compañía de Ataque con Drones, integrada en la 47.ª Brigada Mecanizada, una de las formaciones más tecnológicamente avanzadas del ejército ucraniano. Esta unidad se especializa en el uso de drones FPV, equipados con cargas explosivas que dirigen hacia sus objetivos desde posiciones ocultas situadas a kilómetros del blanco. Cada misión queda registrada en video, lo que no solo permite su análisis táctico, sino también su validación operativa (y uso propagandístico).

El alcance destructivo de un solo operador como Orel sorprende cuando se echan cuentas acerca del coste logístico inutilizado a su paso. Con drones improvisados a base de componentes comerciales, armados por menos de 900€, neutralizan tanques que cuestan varios millones.

No obstante, Orel no es un lobo solitario. Su eficacia depende del trabajo coordinado de un equipo que incluye observadores, técnicos, comandos de reconocimiento y expertos en cargas explosivas. Este bloque de conocimiento convierte a su unidad en una herramienta de precisión capaz de ejecutar entre 8 y 10 misiones diarias cuando las condiciones del frente lo permiten.

El enemigo ruso

En el lado ruso, la figura de Moses, también conocido como Moisey, se forjó durante los enfrentamientos en la región de Krinky, al sur de Ucrania. En octubre de 2023, las fuerzas ucranianas establecieron una frágil cabeza de puente en el margen oriental del río Dniéper. Entonces, Moisey se convirtió en el terror de los soldados ucranianos al especializarse en cazar las embarcaciones de suministro que cruzaban el río.

Desde una estructura abandonada a apenas 150 metros del frente, guiaba drones FPV contra los botes ligeros y logró hundir 31 embarcaciones, causando cerca de 400 bajas entre las filas ucranianas. Su precisión y efectividad, documentadas por múltiples canales prorrusos, no solo supusieron un freno logístico crítico para Ucrania, sino que generaron un efecto psicológico profundo. Soldados ucranianos, entrevistados por medios internacionales como The New York Times, describieron la travesía hacia Krinky como una «misión suicida».

Con una diana en la espalda

En enero de 2024, Moisey fue el blanco de una operación de eliminación por parte de unidades FPV ucranianas. Su muerte fue anunciada por Kiev de manera oficial, respaldada incluso por supuestos mensajes de su esposa. Pero la historia dio un giro inesperado cuando, semanas después, reapareció en su canal de Telegram, vivió para contarlo y continuó publicando videos de nuevos ataques. La reaparición alimentó su leyenda y lo consolidó como uno de los símbolos de la narrativa rusa en el conflicto.

Actualmente, Moisey comanda una unidad de drones dentro del 8.º Regimiento de Artillería de Rusia. Además, lidera el desarrollo del dron pesado Ghul, un UAV de ataque autónomo con capacidad para operar en condiciones adversas y portar cargas explosivas de mayor volumen. En paralelo, ha fundado el centro Wings of Victory en Krasnodar, dedicado a formar veteranos heridos como operadores de drones y ensamblar sistemas no tripulados en serie.

Letalidad low cost, precisión milimétrica

Tanto Orel como Moisey ejemplifican el fenómeno de la «letalidad descentralizada». En lugar de depender de plataformas costosas como aviones o sistemas de artillería, sus unidades han convertido los drones FPV en armas de precisión accesibles, escalables y con un retorno operativo desproporcionado. Un dron de menos de mil euros puede destruir un tanque de tres millones. Un operador entrenado durante dos meses puede lograr en solitario lo que antes requería un pelotón entero.

Este cambio en las reglas de la guerra no es menor. Los conflictos del futuro ya no estarán dominados solo por grandes formaciones mecanizadas o una aviación que mantenga una superioridad aérea. El protagonismo será compartido con equipos pequeños, dotados de mucha autonomía, formados por técnicos y operadores que combatan desde trincheras, casas derruidas o túneles. La frontera entre combatiente y civil, entre guerrero y técnico, se desdibuja.

Un enfrentamiento que define el siglo XXI

Tymofiy Orel y Moses encarnan los dos extremos de una misma evolución militar. Ambos son jóvenes, ambos vienen de entornos civiles; Orel era camarógrafo y Moisey, un veterano reconvertido. Ambos han transformado su dominio de la tecnología en un instrumento letal que cambia la dinámica de las operaciones terrestres.

Este tipo de confrontación ya no se define por grandes movimientos de tropas. Ahora son protagonizadas por duelos invisibles entre operadores escondidos en bosques, búnkeres y sótanos, conectados por redes encriptadas, con sistemas de realidad aumentada y una cámara comprada en AliExpress como testigo.

Aunque sus historias se han desarrollado en frentes opuestos, Orel y Moses son ejemplos de la misma transformación: el nacimiento de un nuevo tipo de soldado, nuevos procedimientos operativos y una nueva forma de entender la guerra. ¿Mejor, peor? Nunca son buenas.

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