ROCAM: el departamento de policía brasileño con agentes que ganarían a Marc Márquez
Uno de los más grandes simpatizantes de este cuerpo fue el cantante Michael Jackson

Agentes de la ROCAM.
Una moto huye a toda velocidad y se interna por depauperados callejones urbanos imposibles para un coche. La cámara graba desde el vehículo posterior, y al final casi siempre acaba en la detención de los perseguidos. Son unos de los vídeos más populares de la red social TikTok. De hecho, conforma casi una tipología en sí. Ese es el trabajo del servicio policial motorizado más veloz del planeta: el ROCAM brasileño.
Como si de una vuelta al circuito de Montmeló se tratara, cada electrizante escena consigue miles de me gusta por parte de ambos bandos. Los hay que jalean la habilidad de los fugitivos y los que aplauden el desempeño del agente que les dio caza con la destreza de un piloto sacado a lazo de una parrilla de MotoGP. Pero… ¿Por qué las calles de São Paulo —y más tarde otras ciudades— se han convertido en un Gran Premio de motociclismo?
Brasil, en los años ochenta, se convirtió en un campo abonado en el que creció de manera exponencial una nueva modalidad de delincuencia. En sus grandes urbes, los ladrones se habían dado cuenta de que la motocicleta no solo era vehículo: era ventaja táctica. A diferencia de los coches, era rápida, escurridiza, difícil de seguir. Así nacieron los «saidinhas de moto», robos relámpago cometidos desde el asiento trasero de una motocicleta en marcha. Eran casi imposibles de prever y mucho más difíciles de contener.
La Policía Militar del Estado de São Paulo entendió que no bastaba con perseguir el crimen: había que moverse, al menos, a su misma velocidad. Fue así como el 5 de noviembre de 1982, dentro del primer Batallón de Policía de Choque, se formó la unidad ROCAM: Rondas Ostensivas com Apoio de Motocicletas. La policía paulista acababa de montar su escudería de carreras anticrimen.

Aquel embrión táctico fue el primer intento organizado de crear una fuerza motorizada ágil, adaptada a la nueva dinámica criminal del Brasil urbano. Comenzaron con 134 policías, 100 motocicletas Yamaha RX-180 y una docena de coches Volkswagen Golf de apoyo (no se podían llevar a los detenidos en sus motos, obviamente). El éxito fue inmediato. Cuatro años más tarde, en 1986, la unidad fue transferida al 2.º Batallón de Choque, sumando funciones: control de disturbios civiles e intervenciones en eventos culturales, deportivos o artísticos.
Lo ocurrido en São Paulo pronto se replicó en otros estados con una problemática similar: Amazonas, Pernambuco, Ceará, Pará, Paraná. Cada uno con su propia versión de una misma idea: si el crimen corre, hay que correr más. Cada estado cuenta con su propia policía militar y, en su interior, algunas fuerzas cuentan con compañías dedicadas exclusivamente a este tipo de patrullaje. No es una unidad nacional, no hay estandarización federal, y eso tiene sus ventajas: permite adaptarse a las necesidades locales. Y también retos: no todas las ROCAM son iguales.
Lo que sí comparten es el rigor en la selección. No cualquiera puede formar parte de esta unidad; solo policías militares con experiencia, excelente condición física, perfil disciplinario impecable y las destrezas extraordinarias sobre una moto propias de un inscrito en el mundial de velocidad.
El proceso de formación es tan duro como discreto. El curso, que varía según el estado, tiene una duración de un par de meses y filtra con exigencia a los candidatos. Primero hay que aprobar las pruebas físicas y luego demostrar la destreza requerida sobre motocicletas de tipo medio como la Honda CB 500X o la Yamaha XTZ 250 Lander. Ni muy pequeñas para poder albergar cierta potencia, ni muy grandes —y pesadas— para ser manejadas por callejones angostos.
A partir de ahí empieza el verdadero adiestramiento: conducción extrema en entornos urbanos, maniobras cerradas con el «garupa» —el agente que va detrás, armado—, frenadas de emergencia, persecuciones en tráfico denso, recorridos en favelas o abordajes en movimiento.

Se entrena tiro desde la motocicleta, reacción ante emboscadas, formaciones de bloqueo y despliegue en abanico. También hay caídas controladas, recuperación en segundos, enmarcadas en jornadas extenuantes con chaleco antibalas puesto todo el tiempo bajo el siempre presente calor tropical. El objetivo no es solo formar: es separar a quienes pueden resistir de quienes no. Muchos abandonan antes de obtener el parche ROCAM, símbolo respetado y temido en todo Brasil, un parche que el cantante Michael Jackson mostraba ufano en muchas de sus actuaciones. Tras una visita a Brasil, el cantante quedó fascinado con su estética y con frecuencia fue visto con su distintivo puesto en el brazo, micrófono en mano.
Evaluación continua
Una vez superado el curso, el entrenamiento no cesa. Llegan más persecuciones simuladas, prácticas de tiro táctico, ejercicios conjuntos con unidades especiales como el BOPE, convoyes mixtos de motos y vehículos blindados. ROCAM se entrena para todo tipo de escenarios, aunque su especialidad es una: el combate urbano. En calles cuyos extremos se podrían tocar estirando los brazos, en pasajes sin asfaltar o en barrios donde los coches patrulla no se atreven a entrar, ellos avanzan… a toda velocidad.
Las funciones de ROCAM se despliegan en cuatro líneas esenciales: patrullaje en zonas de riesgo, persecución de delincuentes motorizados, intervención en operativos de choque y ejecución de acciones relámpago en favelas. Su presencia es disuasoria por diseño. Un grupo de motocicletas negras, con agentes uniformados de forma idéntica, cascos cerrados y fusiles cruzados a la espalda, ya impone.
En protestas o disturbios, forman cordones móviles que quiebran multitudes. En persecuciones, igualan la ventaja de los criminales. En operaciones en favelas, se adelantan a los patrulleros, cruzan escaleras, callejones y capturan a delincuentes con las manos en la masa.
Distintos métodos, misma finalidad
Las motocicletas se adaptan según región, pero entre los modelos habituales están la Honda XRE 300, la Yamaha Lander 250 y la CB 500X. En el cuerpo, pistolas reglamentarias —normalmente Taurus 9 mm o calibre .40 S&W—, escopetas calibre 12 y fusiles de asalto IA2 o Colt M4, especialmente en acciones más pesadas. El uniforme incluye casco integral con visera oscura, chaleco antibalas, botas reforzadas y radios portátiles integrados al casco o al chaleco para una comunicación constante.
La ROCAM tiene un rostro público tan potente como ambiguo. Para muchos ciudadanos representa una garantía: la acción rápida, la presencia firme, el ruido de las motos que disuade. En zonas donde el crimen es rutina, la ROCAM es a menudo la única frontera entre el desorden y la estabilidad. Pero para otros sectores, especialmente críticos con la violencia institucional, es un símbolo de represión. La imagen imponente de los agentes no es neutral. Su estética recuerda a unidades paramilitares, y esa percepción ha calado en la cultura popular.
En 2012, en plena crisis de seguridad en São Paulo —con un aumento del 34 % en homicidios y más de cien policías asesinados en el año—, la ROCAM buscó un nuevo enfoque. Inspirándose en cuerpos policiales europeos, especialmente españoles, lanzaron una estrategia digital: redes sociales como canal de acercamiento. La idea era simple: no basta con estar en la calle, hay que estar en la pantalla. Mostrar su trabajo, sus rutinas, incluso su lado humano funcionó. Su cuenta en TikTok es muy popular y cuenta con cientos de miles de seguidores.
Entrenamiento propio de MotoGP
En una ceremonia conmemorativa por los 35 años de la unidad, un agente resumió con crudeza la exigencia del trabajo: «nosotros, que trabajamos en motocicletas, sabemos lo difícil que es pilotar, abordar e incluso intercambiar disparos en dos ruedas». Su tarea es casi siempre manejar una moto a toda velocidad por una calle que no conoces, perseguir a alguien armado, frenar justo antes de que te disparen y todo ello sin perder el equilibrio. No es romanticismo. Es mecánica, precisión, sangre fría y mucha preparación.
Cuando se escucha el rugido de sus motos en grupo, cuando giran la esquina y forman fila sobre el asfalto, cuando aparecen sin anunciarse en una avenida o en una favela, nadie puede decir que no los vio venir. El problema para los malos es que llegan muy rápido. Con frecuencia más que ellos.