Gran parte de los nuevos buques de la Armada británica los construirá Navantia en Cádiz
El astillero no está preparado para acoger un proyecto de urgencia para la Marina inglesa

Navantia.
Alguien debería salir a la Plaza de Colón de Madrid para comprobar el gesto en la escultura de Blas de Lezo y Olavarrieta. A pesar de estar hecha de bronce, es bastante posible que su cara muestre una media sonrisa ante lo que parece una broma del destino: algunos de los futuros navíos de la Royal Navy británica no solo los construirá una empresa española, Navantia, sino que lo hará en suelo español.
Es un giro de guion más tras la compra por parte del brazo británico de Navantia cuando adquirió en fechas recientes el astillero Harland & Wolff. Puede que la mayoría desconozca la existencia de estas instalaciones ubicadas en Belfast, Irlanda del Norte, pero con toda seguridad, que fuera el lugar donde se construyó el Titanic, quizá sí resulte algo más familiar.
Según indica el Financial Times, al menos gran parte del primero de los tres navíos correspondientes al programa FSS se construirá en el astillero de Navantia en Cádiz. La causa principal reside en la falta de preparación de las instalaciones norirlandesas, que no podrán acometer la construcción de la sección central del primero de los tres buques logísticos que la Royal Navy tiene previsto recibir con el próximo cambio de década. El bloque central del barco militar británico nacerá en suelo español, y como cabía esperar, el asunto no ha nacido sin cierta polémica: es la primera vez que un navío militar británico se construye fuera de las fronteras de su país o de lo que fuera su imperio.
El programa FSS (Fleet Solid Support) representa una de las piedras angulares en el futuro inmediato de la Royal Navy, una pieza indispensable para completar el puzle operativo de su Carrier Strike Group, encabezado por los portaaviones HMS Queen Elizabeth y HMS Prince of Wales. El Reino Unido, consciente de que la proyección de poder marítimo no se sostiene sin una cadena logística sólida, ha impulsado este plan para garantizar que sus portaaviones dispongan del abastecimiento necesario —municiones, repuestos, víveres— durante despliegues prolongados y alejados de sus costas, sin depender de aliados o escalas portuarias.
Los buques que venían cumpliendo esa función han alcanzado el final de su vida útil, lo que deja un vacío estratégico que ahora se pretende llenar con esta nueva generación de unidades logísticas. El proyecto se remonta a los primeros años de la década pasada, pero no fue hasta 2022 cuando el Ministerio de Defensa británico firmó el contrato definitivo con el consorcio Team Resolute.
Este equipo está compuesto por Harland & Wolff, astillero norirlandés que vuelve al primer plano tras décadas de letargo; BMT, ingeniería naval británica responsable del diseño; y Navantia UK, brazo local de la empresa pública española. La obsolescencia de los astilleros norirlandeses y su readaptación a los modernos sistemas productivos retrasarían todo el programa, lo que obligará al Team Resolute a desviar parte del trabajo a la planta de Cádiz.
Donato Martínez, director ejecutivo de Navantia UK, ha confirmado que el estado actual del astillero de Belfast imposibilita su participación inmediata en el ensamblaje de componentes estructurales esenciales. Esta situación es la que ha obligado a modificar la hoja de ruta del consorcio y ha desplazado parte de la producción prevista en Reino Unido hacia las instalaciones españolas. La proa del primer buque se fabricará en Appledore, en el suroeste de Inglaterra, pero la sección central y otros módulos del casco se construirán en los astilleros gaditanos de Navantia.
Martínez ha calificado el nuevo planteamiento como «realista». Ha templado las agitadas aguas británicas al afirmar que, pese al cambio, el volumen total de trabajo que asumirá la industria británica será incluso superior al inicialmente previsto, gracias a la redistribución progresiva en los buques dos y tres del programa. Las instalaciones de Belfast, donde se proyecta ensamblar las tres unidades, no estarán operativas hasta 2026, según las estimaciones del propio consorcio.
El Ministerio de Defensa británico mantiene su versión oficial de que los tres buques serán ensamblados en territorio nacional, pero no se ha pronunciado con claridad sobre el reparto específico de tareas entre los astilleros implicados. La revisión de la estrategia productiva ha generado inquietudes en algunos sectores políticos y analistas especializados, que interpretan la situación como un síntoma de fragilidad estructural dentro de la industria de defensa británica.
Un mercado goloso
Navantia no oculta su interés en ampliar su participación en futuros programas del Reino Unido. Entre los objetivos más destacados figura la adjudicación de los futuros buques de apoyo multifunción MRSS, una clase de navíos destinados a operaciones anfibias y despliegue de fuerzas especiales. Martínez ha indicado que la empresa usará acero británico en la medida de lo posible para la construcción de los FSS, aunque esta intención se enfrenta a las limitaciones de producción de compañías como Liberty Steel o British Steel.
En un contexto internacional donde la autonomía industrial se ha convertido en un factor clave, la externalización parcial del programa FSS ha abierto un debate sobre los límites entre eficiencia técnica y soberanía productiva. El acuerdo firmado contempla beneficios mutuos, pero pone de manifiesto la creciente capacidad de la industria naval española para asumir proyectos complejos y reforzar su posición dentro del panorama europeo.
Buques ambiciosos
En cuanto a los tres nuevos buques, miden 216 metros de eslora, desplazan casi 39.000 toneladas cada uno, son capaces de operar dos helicópteros Chinook a la vez y de transferir carga sólida en alta mar. El contrato, valorado en unos 1.850 millones de euros, prevé que el primero de estos barcos entre en servicio hacia 2028 y que los tres estén plenamente operativos antes de que acabe 2032.
En la era posterior al Brexit, el Reino Unido busca reafirmar su autonomía industrial y su capacidad de intervención global. Tras una situación de insolvencia, el astillero fue rescatado con apoyo financiero e industrial de Navantia, que ha comprometido inversiones por valor de 130 millones de euros en su modernización. El objetivo es habilitar el astillero norirlandés para que en el futuro pueda asumir trabajos competitivos en la construcción de cualquier tipo de embarcación. Mientras eso no ocurra por problemas de capacidad, Cádiz asumirá estas funciones. Blas de Lezo acaba de fruncir el ceño en la Plaza de Colón.