La última del espionaje militar chino: sospechas de 'hackeo' de datos cerebrales de deportistas
El caso es una muestra de cómo una empresa puede cruzar las líneas entre lo civil y lo militar

Una diadema FocusCalm de BrainCo.
Están empezando a hackear cerebros. No afectan a las ideas, ni vuelven locos a sus propietarios como el siniestro programa MK Ultra, pero sí tienen acceso a datos neurológicos de los usuarios, por norma general deportistas de élite. El problema es que se sospecha que los datos generados han ido a parar a los procesos de entrenamientos militares del Ejército chino.
Es la conclusión a la que ha llegado una investigación conjunta del medio Hunterbrook y el periodista Pablo Torre, que señala con el dedo acusador a la empresa de neurotecnología BrainCo. Esta compañía es la creadora de la diadema FocusCalm, de la que se cree que ha recogido datos cerebrales de deportistas de primera fila con fines que podrían exceder el ámbito del rendimiento deportivo.
Esta diadema ha sido utilizada por los tenistas Jannik Sinner e Iga Świątek, la esquiadora Mikaela Shiffrin, el piloto de Fórmula 1 Charles Leclerc, equipos olímpicos de Italia y Estados Unidos, y varios futbolistas del Manchester City. En muchos casos, el uso fue recomendado o coordinado por el doctor Riccardo Ceccarelli, director del centro Formula Medicine, quien defendía que el dispositivo ofrecía una fiabilidad sin precedentes para evaluar el estado cognitivo de los deportistas. Ceccarelli es muy reputado como preparador físico y experto en medicina deportiva y atiende, en especial, a pilotos de carreras.
Este dispositivo se presenta como una herramienta para mejorar la atención y reducir el estrés mediante sensores EEG no invasivos. Un EEG es un electroencefalograma que registra la actividad eléctrica del cerebro. Funciona mediante sensores, por norma general colocados en el cuero cabelludo, que capturan las señales eléctricas generadas por las neuronas cuando se comunican entre sí.
Estas señales se traducen en ondas cerebrales que reflejan diferentes estados mentales, como atención, relajación, sueño o estrés. En principio no mide pensamientos ni contenidos mentales específicos, pero sí permite observar patrones relacionados con la actividad cognitiva y emocional. Los dispositivos EEG pueden ser clínicos, como los que se usan en hospitales para diagnosticar epilepsia o trastornos del sueño, o de consumo, como los que emplea BrainCo, más sencillos pero lo bastante sofisticados como para detectar niveles de atención o respuesta a estímulos.

Pero la FocusCalm no se limita a emitir puntuaciones sobre atención o relajación. A través de sensores que capturan ondas cerebrales, el dispositivo puede recoger datos electroencefalográficos cada medio segundo, lo que conduce a patrones personalizados. Aunque la empresa asegura que los datos se eliminan tras cada sesión, documentos internos, solicitudes de patente y declaraciones de sus colaboradores revelan que esa afirmación no se sostiene. En la práctica, muchos de los datos se almacenan en la nube, con la posibilidad de ser transmitidos a servidores controlados por la propia empresa, cuya sede operativa ya no está en Estados Unidos, sino en la ciudad china de Hangzhou.
Fundada en los laboratorios de innovación de Harvard en 2015 por el ingeniero de origen chino Bicheng Han, BrainCo fue al principio presentada como una startup centrada en el bienestar mental. Reclutó talento de instituciones como el MIT y logró colocarse en el mercado estadounidense como una empresa emergente de neurociencia aplicada al consumo. Sin embargo, desde 2017 la compañía comenzó a recibir financiación de entidades estatales chinas, incluyendo a China Electronics Corporation, un conglomerado sancionado por el gobierno de Estados Unidos por su implicación en actividades de defensa y vigilancia.
A medida que BrainCo aumentaba su exposición internacional, también crecía su vínculo con la estructura industrial del gobierno chino. En 2024, el fondo industrial de la provincia de Zhejiang inyectó más de 27 millones de euros en la empresa, consolidando su integración en los programas de innovación del Estado chino.
BrainCo ha sido identificada como uno de los Seis Pequeños Dragones de Hangzhou, una denominación que Pekín reserva para empresas con potencial estratégico en inteligencia artificial, robótica y neurotecnología. En paralelo, ha establecido alianzas con empresas como Huawei y Unitree, ambas incluidas en listas de vigilancia de Estados Unidos por sus vínculos con el Ejército Popular de Liberación. También ha colaborado con universidades chinas que forman parte del grupo conocido como los Siete Hijos de la Defensa Nacional, centros académicos especializados en investigación militar. En conjunto, estos vínculos apuntan a una convergencia entre el desarrollo civil de interfaces cerebro-computadora y su posible aplicación en escenarios de defensa y seguridad.
Algo más que sencillos datos
Los datos que recogen dispositivos como FocusCalm no son simplemente indicadores de atención o relajación. Se trata de señales cerebrales que, una vez procesadas mediante algoritmos de inteligencia artificial, pueden ofrecer patrones complejos sobre cómo una persona reacciona ante el estrés, cómo toma decisiones bajo presión o qué nivel de control emocional mantiene en situaciones límite. Para el deporte de alto rendimiento, esta información puede ser muy valiosa, pero en manos de un Estado con ambiciones militares y tecnológicas, puede convertirse en materia para entrenar a soldados, pilotos u operadores de drones.
Investigadores como la profesora Nita Farahany, de la Universidad de Duke, han advertido que las interfaces cerebro-computadora están dejando de ser herramientas inofensivas. La posibilidad de capturar señales neuronales abre la puerta a modelos predictivos de comportamiento, incluso a técnicas de condicionamiento cognitivo sin necesidad de intervención física o química. En cierto modo, la recopilación masiva de EEG se convierte en una nueva forma de vigilancia biológica.
El Ejército Popular de Liberación ha mostrado un interés creciente por este tipo de tecnologías. En los últimos años, ha organizado competiciones nacionales de desarrollo de interfaces cerebrales, ha financiado laboratorios conjuntos con empresas privadas y ha promovido herramientas de evaluación ideológica basadas en ondas cerebrales y reconocimiento facial. En 2022, un instituto estatal desarrolló un software que, según sus creadores, era capaz de medir el compromiso ideológico de los miembros del Partido Comunista a través de su actividad cerebral.
Caballo de Troya cerebral
El caso de BrainCo ilustra cómo la aparente inocencia de un dispositivo de entrenamiento cognitivo puede ocultar una operación de recopilación de datos a escala global. En sus declaraciones públicas, la empresa insiste en que los datos recogidos no se almacenan ni se comparten con terceros. Sin embargo, sus propias solicitudes de patente en Estados Unidos describen la necesidad de enviar los datos a servidores externos para su procesamiento. La política de privacidad de BrainCo incluye referencias al uso de información personal, incluyendo datos brutos de EEG, localización, género y marcas de tiempo.
La recolección de datos cerebrales plantea un reto que supera los marcos actuales de privacidad. No se trata solo de proteger la identidad o la ubicación de una persona, sino de evitar que su forma de pensar, sus patrones emocionales y sus reacciones íntimas sean procesadas por sistemas diseñados con fines estratégicos. En este contexto, la neurotecnología deja de ser una herramienta de bienestar personal para convertirse en una tecnología de doble uso, civil y militar. Pasa de ser poco más que un mero sistema de medida a un bien de orden estratégico.
El caso BrainCo es una muestra de cómo una empresa puede cruzar las líneas entre lo civil y lo militar, lo terapéutico y lo instrumentalizado. El objetivo inicial era optimizar el rendimiento mental, pero en el camino los datos han terminado en servidores que responden a intereses ajenos a los de quienes los generaron. La conclusión final es clara: la Policía del Pensamiento que describía George Orwell en 1984 está plantando su semilla.