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Tres propuestas de kit fotográfico para hacer negocio sin morir en el intento

Los fotógrafos principiantes de bodas, paisajes y retratos deben ser cuidadosos al elegir sus herramientas

Tres propuestas de kit fotográfico para hacer negocio sin morir en el intento

Una cámara fotográfica de la marca Canon. | Pexels

Cuando uno se adentra en una disciplina sin dominarla, y cuando esa disciplina es tan costosa como la fotografía, conviene informarse bien sobre lo que ofrece el mercado, pero más sentido aún tiene saber cuál es el material ideal en función del nicho que se ataca. En España, por ejemplo, la manera más factible de crear un negocio a través de este oficio y sin depender de un canal de YouTube es la fotografía de bodas, bautizos y comuniones, donde las tarifas se han multiplicado en los últimos tiempos al incluirse ahora como parte del servicio material audiovisual, un segundo fotógrafo de refuerzo e incluso imágenes captadas con drones

Diseñar un kit efectivo requiere por lo general varias secuencias de ensayo y error, pero en este tipo de eventos multitudinarios funciona bien una combinación de zooms y objetivos de focal fija. La ventaja del zoom es que aglutina varias distancias focales en una, y existen ejemplos recientes como el de Canon que llevan este concepto a otro nivel con aperturas nunca antes vistas. Si lo normal en un zoom de andar por casa es un f4 y los más pudientes optan por los f2.8, ahora Canon fabrica un 28-70mm f2, diluyendo así las diferencias entre lo premium-fijo y lo asequible-variable. 

Con ese objetivo entre manos (3.229 euros en la web oficial de la marca nipona), el fotógrafo de bodas se ahorraría un par de adquisiciones extra (por ejemplo un 35mm y un 50mm) y podría completar el cóctel con un zoom más, el clásico 70-200mm, perfecto para multiplicar el alcance y también para retratar a los protagonistas fundiendo el fondo con un espectacular desenfoque. Lo que el intrépido artista invierte en estas dos piezas versátiles es lo que ahorra en sucesivas idas y venidas a tiendas y marketplaces en busca del santo grial de la imagen. 

En el improbable caso de que alguien contemple la posibilidad de vivir de la fotografía de paisaje en España, no hay margen para la duda. Primero será necesario un zoom que abarque las focales propias del gran angular (un 14-24mm o un 16-35mm), después se recurrirá al sempiterno 24-70mm f2.8 y por último se añadirá, igual que en las nupcias, un 70-200mm, aunque justo en este espectro es donde cabe la excepción de optar por un fijo más ligero y luminoso, por ejemplo un 135mm 1.8 o incluso un 200mm f2 como el recientemente estrenado por Sigma. Al menú descrito habría que añadir una pequeña colección de filtros que incluya al menos un polarizador y otro de densidad neutra. El primero elimina reflejos en el agua o la vegetación, oscurece el cielo y da en general más contraste y saturación a la foto; el segundo permite oscurecer la imagen y jugar con la velocidad de disparo para crear (verbigracia) un efecto sedoso en el agua que corre cascada abajo. 

Si hay una disciplina propensa al debate y adaptable a los gustos del creador, esa es sin duda la del retrato. Lee Jeffries, célebre por su trabajo con personas sin techo que parecen mártires de Zurbarán, es un amante de los 28mm, una distancia focal que poquísimos considerarían sobre el papel idónea para capturar el alma del retratado y que, sin embargo, aporta una perspectiva radicalmente singular, con rostros más alargados y menos profundidad de campo. La segunda pieza de este kit sería un 50mm lo más luminoso posible (f1.2 o f1.4), pues esta es la horma del ojo humano: lo que uno ve se parece mucho a lo que abarca desde el visor un nifty fifty, permitiendo así un cálculo compositivo más directo y sencillo. Se cerraría el círculo con un teleobjetivo moderado en la horquilla que va de los 75mm a los 90mm, siendo un 85mm 1.4 la apuesta más demandada en este rango.

¿Importan la marca y el tamaño del sensor cuando se levanta paso a paso el kit que pagará facturas y vacaciones? Tal cuestión está abierta al gusto del usuario y no hay una fórmula superior a las demás: todos los fabricantes, incluidos también los chinos, cubren sobradamente el listón mínimo exigible. Más diferencial es sin duda la habilidad del fotógrafo con la edición (la ciencia de color que aplique, su receta en blanco y negro, el modo de tratar la piel, la composición de un paisaje), aunque es obvio que el bolsillo cuenta. Quien puede pagar los objetivos más diferenciales sabe que su sello de calidad es superior al promedio por obra y gracia de la máquina y con la inestimable contribución de su talento. 

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