Kreuger 100, un interceptor barato y de bolsillo perfecto para plantar cara a los drones rusos
Eficiente, fácil de producir, sencillo de manejar y reutilizable

Kreuger 100.
Las autoridades europeas están desbordadas. Se les acumulan las alarmas provocadas por misteriosos drones que aparecen alrededor de aeropuertos, bases militares o instalaciones sensibles. Todas las sospechas apuntan a Rusia, que parece querer sembrar el caos y el desorden a su alrededor. Pero una compañía sueca cree tener el antídoto: el Kreuger 100, un matadrones que cabe en el bolsillo de unos vaqueros.
La defensa aérea europea atraviesa una crisis de concepto. Los drones de bajo coste han cambiado el equilibrio de fuerzas y desafían a ejércitos que durante décadas midieron su poder en el número de cazas, radares y misiles guiados de sus arsenales. En los cielos de Ucrania, Polonia o el Báltico, cada dron que atraviesa un perímetro militar recuerda que el precio de derribarlo suele ser cientos o miles de veces superior al del propio aparato.
El ejército estadounidense adquirió esta convicción hace unos meses en sus escaramuzas contra los yemeníes. Lo peor no era que una salva de drones valorados en un par de miles de euros mandados desde tierra les costase varios millones en misiles defensivos como respuesta. Tampoco que los navíos dispuestos en el golfo de Adén se quedasen secos de munición en unos pocos días. El verdadero problema, si llegaba otra andanada, era que un buque valorado en cientos de millones de dólares y su tripulación quedaban inutilizados a nivel operativo con un obligado retorno a base sin siquiera poder defenderse.
La respuesta de Bruselas ante el vecino incómodo es levantar un muro antidrones localizado en la frontera de países colindantes. Esto sería una respuesta lógica si todos los drones viniesen desde el país vecino, pero no serviría de mucho si esos invasores aéreos despegasen desde el suelo propio. El pasado mes de junio, Israel liquidó a una decena de científicos nucleares con drones lanzados desde el mismo Teherán. En la misma línea, resulta obvio que muchos de los avistados en fechas recientes por los alrededores de aeropuertos europeos echaron a volar desde sus inmediaciones.

Ante una amenaza de bajo coste que, cuando menos, puede agarrotar el devenir de actividades sensibles, resulta necesario otro tipo de respuesta. Y esa respuesta no puede pasar por remitirles Eurofighters, con toda su parafernalia técnica y logística. Tampoco mandar costosísimos misiles Patriot valorados en millones de euros. Muchos se partieron de risa cuando el ejército americano lanzó en 2023 un misil AIM-9X de casi medio millón de euros para derribar un globo chino que costaba la mitad que el utilitario más barato del mercado.
Solución asequible
La opción lógica disponible más habitual en los arsenales es despachar desde un dron, avión o helicóptero un misil Hellfire, pero con un precio –solo el proyectil– de unos 120.000 euros por unidad se presenta como un dislate financiero. Europa no puede quedarse inmóvil como un pato de feria, pero tampoco aplicar soluciones de lujo para problemas relativamente sencillos. La solución –o al menos una idea que merece un estudio de urgencia– proviene de una pequeña compañía con base en Estocolmo llamada Nordic Air Defence. Su propuesta, casi una idea desarrollada en un garaje, es brillante por su sencillez.

Una de las claves del triunfo del pastor David sobre el gigante Goliat fue la simplicidad del mecanismo utilizado: una piedra y una honda –un sistema de propulsión, un proyectil y el guiado de David– le brindaron un resultado óptimo. Y ese es justo el principio de este dron antidrones. Su funcionalidad se basa en que la mejor forma de detener un dron no es superarlo con tecnología, sino simplemente impactarlo con fuerza.
El método Ikea aplicado a la defensa
Tiene todo el sentido que la idea provenga del país de Ikea, donde se hacen muebles que sirven para mucho, hechos con costes ridículos y que cumplen bien su función. En Nordic Air Defence han aplicado la lógica del fabricante de muebles a la defensa antimisiles: el Kreuger 100 elimina los costosos sensores y chips de guía, los ha sustituido por software barato y accesible, y le ha añadido una batería de bajo coste.
Su procedimiento de uso es muy sencillo. La versión civil localiza las amenazas mediante rastreo infrarrojo y se limita a embestirlas a 270 km/h –se cree que más en la militar–. La estrategia industrial es brillante: mientras la competencia vende misiles guiados de 100.000 euros que estallan y dejan de existir tras la explosión, estos suecos proponen el suyo a cambio de unos 4.700, con un añadido que hace sonreír a los ministerios de defensa: es reutilizable.
El Kreuger 100 puede lanzarse desde un cañón portátil, un dispositivo tipo rifle o una plataforma múltiple posicionada en el suelo o sobre un vehículo. Puede proteger convoyes o infraestructuras del ataque de drones baratos del tipo FPV –visión directa de su piloto–, siempre difíciles de interferir o derribar.
Su sistema de impulsión se basa en una hélice única de movimiento eléctrico colocada en su cola. Carece de combustible y su batería recargable está diseñada para funcionar durante un corto periodo de vuelo; tampoco necesita estar largos periodos de tiempo volando. El segundo elemento técnico, de aparente escasa entidad, es que no contiene explosivo alguno. Derriba a sus blancos por el mismo principio de una piedra: un castañazo sin más, energía cinética pura y dura, aeropedradas.
Sin afección al entorno
Al no haber explosión, tampoco metralla ni riesgo de incendio tras su caída, lo que lo hace perfecto para defender aeropuertos, centrales eléctricas o áreas públicas. Su control de vuelo no depende de sensores costosos ni de conexiones encriptadas con radares o un centro de control. Su puntería depende de un sistema de visión infrarroja que identifica la firma térmica del dron y ajusta la trayectoria mediante aerodinámica inteligente. El resultado es un interceptor bastante fiable, reutilizable y extremadamente barato de producir.
Una idea tan sencilla como disruptiva y que llega en el momento en que el continente más la necesita. Su sencillez permite la fabricación en masa, algo esencial en un escenario donde los ataques de drones se cuentan por decenas o cientos cada día. Ursula debe de andar rebuscándose en los bolsillos. Si hoy se encuentra billetes, dentro de no mucho puede que se tope con un Kreuger 100. No le va a venir mal.