Varios drones sobrevuelan la fábrica que los está arrasando en Ucrania
Monitorizaron la factoría donde se construye una de las armas clave en el muro antidrones europeo

Vista diseccionada de la ojiva que portan los misiles FZ 123 de la empresa belga Thales. | Thales Group
Sobre aeropuertos, centrales nucleares o edificios gubernamentales europeos sensibles, decenas de misteriosos drones, manejados por manos anónimas, se pasean como Pedro por su casa por una Europa que no sabe reaccionar. El último incidente ha sido especialmente sensible: los aparatos no tripulados han ido a darse una vuelta por la fábrica belga que construye justo lo que los está masacrando en Ucrania.
El fenómeno no deja de ser inquietante por su desfachatez y preocupa a las autoridades políticas, a los militares y ahora a los responsables de la industria de defensa. Esta semana han detectado a varios drones sobrevolando las instalaciones de Thales Bélgica en Évegnée Fort, una de las fábricas más sensibles del continente y la única en territorio belga con licencia para ensamblar y almacenar explosivos destinados a cohetes.
La factoría se encuentra actualmente en plena expansión de su capacidad productiva y su objetivo declarado es duplicar la producción de sus cohetes hasta alcanzar las 70.000 unidades anuales. Todo esto ocurre en un contexto de elevada tensión geopolítica, en el que se multiplican los incidentes con drones no identificados en países como Polonia, Alemania, Noruega o Rumanía.
La legalidad impide a Thales intervenir de forma activa en la neutralización de estas aeronaves. A pesar de ello, han instalado sistemas de detección y, aunque disponen de tecnología para interferir las señales de control de los drones, la legislación prohíbe el uso de métodos de interferencia activa. Esto abre un vacío normativo que requiere una redefinición urgente, algo que la compañía ya ha solicitado a los estamentos encargados.
Pero… ¿qué es lo que fabrica exactamente Thales en estas instalaciones y qué parece tan importante para los drones visitantes? Pues construye justo el armamento que se está probando en Ucrania y que mayor número de derribos de drones rusos Shahed está cobrando. A tenor de la experiencia, una pieza que puede acabar siendo fundamental en el muro antidrones europeo: el misil FZ 123, o, más bien, su cabeza explosiva.
La ojiva que aloja este proyectil, diseñada y ensamblada por Thales Bélgica, se presenta como una solución de bajo coste para la defensa contra drones. Funciona con una lógica que rompe con la tradicional función del misil interceptor de precisión: no busca impactar directamente el objetivo, sino crear un entorno letal en su trayectoria, un muro infranqueable que lo acabe derribando o, al menos, inutilizándolo.

Integrada en los cohetes de 70 mm que la empresa produce en sus plantas de Herstal y Évegnée Fort, el funcionamiento de la llamada «cabeza de guerra» es tan simple como eficaz. La carga explosiva, de algo menos de un kilo, expulsa al detonar una nube de 6.500 bolas de acero que se dispersan en un volumen de hasta 25 metros de diámetro, lo que genera una auténtica pared de metralla en el aire. Es el equivalente aéreo a un escopetazo de gran calibre, capaz de interceptar drones de tamaño pequeño y medio o incluso enjambres a baja y media altitud.
El FZ 123 puede ser empleado en cohetes tanto guiados como no guiados. En su versión más sofisticada, el sistema utiliza un pilotaje guiado por láser, en el que el operador debe mantener un designador iluminando el objetivo hasta el instante previo al impacto. Una espoleta de proximidad se encarga entonces de detonar la carga una vez que el dron entra en el radio letal de la nube metálica.
Si el láser se pierde durante el vuelo, el cohete continúa hacia la última posición conocida antes de entrar en trayectoria balística. Esta tolerancia en la puntería permite mantener una alta tasa de éxito incluso en condiciones meteorológicas adversas o con drones que vuelan en línea recta.
Veterano de guerra
El FZ 123 es de diseño reciente, pero ya se encuentra en combate. Kiev ha recibido y desplegado esta tecnología en su territorio. Su ejército los ha integrado en los sistemas Vampire estadounidenses montados sobre camiones, así como en helicópteros Mi-8 de origen ruso modificados para hacerlos compatibles con estándares OTAN. Estas plataformas permiten responder a incursiones de drones Shahed, que Moscú emplea en ataques a infraestructuras críticas. En este escenario, el misil FZ 123 cumple una función de alta eficiencia y reserva los sistemas más caros –como IRIS-T o Nasams– para amenazas más complejas.
Tras las primeras experiencias en combate, la propia empresa ha confirmado la eficacia del sistema; de hecho, la demanda ucraniana ya ha superado la capacidad de producción actual. A cierre de 2025, se espera alcanzar una producción de 3.500 cohetes con ojiva FZ 123, con el objetivo de escalar hasta los 10.000 anuales en 2026. Si a esto se suma la producción de versiones no guiadas, se podrían alcanzar hasta 60.000 unidades si se operase en turnos dobles.
Un muro ‘low cost’
Esta proliferación tiene sentido estratégico para la Unión Europea. El coste de cada misil equipado con la cabeza FZ 123 es significativamente inferior al de un misil aire-aire convencional. Frente a los más de 120.000 euros que puede costar un AIM-7 Sparrow o un Hellfire, los cohetes antidrón de Thales cuestan menos de un quinto, aunque su precio exacto permanece clasificado. Este ahorro, a igualdad de eficiencia, resulta crucial para los países que deben encarar amenazas asimétricas de bajo coste, como los drones de fabricación iraní que llegan a diario a los cielos ucranianos.
Diversos analistas militares europeos ya contemplan el FZ 123 como un componente esencial en un futuro sistema de defensa frente al peligro low cost que representan los drones baratos de origen comercial. Frente a la paradoja de utilizar cazas F-35 y misiles de cientos de miles de euros –cuando no hasta millones– para derribar drones fabricados con madera y espuma, el proyectil belga ofrece una alternativa viable, rápida de producir, adaptable a múltiples plataformas y compatible con la interoperabilidad de la OTAN.
El deseado muro antidrones europeo, capaz de cerrar el cielo ante enjambres de aeronaves, misiles de crucero lentos o plataformas no tripuladas, puede tener al FZ 123 en su recámara. Con su nube de perdigones, se erige como una pieza clave en este entramado defensivo, no solo por su letalidad, sino también por su escalabilidad económica y logística favorecedora.
Drones para proteger contra drones
Por su parte, Thales Bélgica, bajo la presión de una guerra en curso y con sus propias instalaciones vigiladas desde el aire, representa un punto sensible en la revolución que requiere la defensa antiaérea. Lo que allí se fabrica no solo sirve para proteger Kiev, sino también Bruselas, Berlín, París… o Madrid.
En esa suerte de guerra híbrida, de momento incruenta pero repleta de simbolismos, los drones merodeadores en el entorno de centros sensibles mandan un mensaje claro: podemos llegar hasta aquí cuando queramos. Que lo hayan hecho justo donde se construye lo que los pelea es más especial aún e invita a pensar que les temen.
