Rusia ha devuelto al mar un remodelado navío militar al que llaman «el Chernóbil flotante»
Moscú recupera para el servicio activo a un monumental buque que llevaba casi tres décadas en dique seco

Almirante Nakhimov, el navío conocido como «Chernóbil flotante».
La sombra de Chernóbil es alargada. Tanto que llega hasta el mar Negro, la masa de agua más cercana, a 480 km en línea recta. Son los dominios por los que la marina rusa se maneja en su flanco sur, y justo donde muchos temen que pongan a flote lo que está tildado de un «Chernóbil flotante»: su buque Almirante Nakhimov.
El pasado julio, y tras sonados descalabros de manos ucranianas, Moscú devolvió al servicio activo a un monumental navío que llevaba casi tres décadas en dique seco. La marina rusa podría estar coqueteando con una catástrofe comparable o incluso peor que el incidente de Chernóbil. Su propulsión nuclear, lo anticuado de sus mecanismos y la escasez de recambios de calidad a tenor del bloqueo occidental ponen en sospecha al llamado a convertirse en el buque insignia de la flota rusa.
En reparación desde 1997, este crucero de guerra de 28.000 toneladas equipa dos reactores nucleares. Junto al Piotr Veliki o Pedro el Grande, son los únicos supervivientes de la clase Kírov: cruceros pesados equipados con este tipo de propulsión. Siguen siendo los buques de combate de superficie más grandes y pesados en activo del mundo, y entre todas las clases de buques de guerra vigentes son los segundos en tamaño, solo detrás de los grandes portaaviones.
El proyecto inicial era el de construir cinco barcos, aunque al final se construyeron cuatro. Uno de ellos fue el buque de reconocimiento de señales SSV-33 Ural, un barco de mando y espionaje que usó el casco de la clase Kírov, pero con superestructura y armamento distintos. Si este en concreto fue un desastre, los otros tampoco fueron un éxito.
Si hacemos un poco de historia, el primer buque de este tipo, denominado Kírov y luego rebautizado como Almirante Ushakov, protagonizó un accidente relacionado con su reactor nuclear en el Mediterráneo en 1990. Se dio de baja en 2010, declarado irreparable, y desguazado en 2021. El segundo, el Almirante Lazarev, fue entregado en 1984, quedó inactivo diez años más tarde y dado de baja en 1999. En ambos casos, el desmantelamiento de sus reactores nucleares fue particularmente lento por ser considerado demasiado difícil, costoso y peligroso en su proceso de retirar el combustible. Si el tercero de esta serie fue el Nakhimov, ahora recuperado, el cuarto fue el Ural.
Este último estaba destinado a otorgar a Rusia una ventaja de alta tecnología en el mar. La idea era construir un barco de reconocimiento propulsado por energía nuclear y diseñado para navegar hasta el campo de pruebas de misiles norteamericanos en el atolón de Kwajalein, en una de las zonas más remotas del Pacífico. Permanecería meses recopilando datos electrónicos para ayudar a los rusos a descubrir las armas secretas de Estados Unidos.

El Ural, con casi 300 metros de eslora, requería una tripulación de mil personas. Sus reactores gemelos generaban, en teoría, 171 megavatios, casi lo que una pequeña planta de energía civil. Toda esa energía estaba destinada a impulsar el barco al tiempo que alimentaba uno de los conjuntos más densos y complejos de radares, radios y dispositivos electrónicos de escucha jamás puestos en el mar.
El Ural nunca llegó ni cerca de Kwajalein ni a ningún lugar donde su amplia tecnología pudiera usarse. El barco protagonizó una cadena de incidentes desde que comenzara a operar en diciembre de 1988, desde casi el día de su botadura. Al llegar a Vladivostok, tras un viaje por Europa y el sudeste asiático, el muelle aún no estaba listo. Se vio obligado a anclar en la bahía, con los motores en funcionamiento de modo permanente para alimentar los sistemas que daban soporte a la enorme tripulación.
En el verano de 1990, un incendio dañó gran parte del barco. En otoño de 1991, una fuerte tormenta soltó el barco chamuscado, lo arrastró mar adentro y casi chocó contra un islote rocoso. Un año después, el Ural seguía anclado frente a Vladivostok cuando un depósito de municiones cercano saltó por los aires, lanzando munición y metralla sobre su cubierta. La tripulación tuvo que mover el barco y ponerlo fuera de peligro con la ayuda de un remolcador, ante el temor de desatar un incidente nuclear.
El derrumbamiento de la Unión Soviética se llevó por delante la industria naval rusa y, con ella, las reparaciones que requería el Ural. El barco, dañado, comenzó a llenarse de agua y escorar cinco grados, problema que varios intentos de reparación no resolvieron. Para evitar que se soltara durante otra tormenta, los trabajadores del puerto finalmente tomaron la medida extrema de soldar el barco al propio muelle.
Marineros a la fuga
El Ural no solo era un riesgo nuclear inminente. También era un destino difícil. Todo hace pensar que era uno de los barcos con menos ratas de la historia… porque se sospecha de fugas de radiación como método infalible de fumigación, aunque las autoridades jamás lo confirmaron. Sin embargo, muchos de los tripulantes que estuvieron expuestos sí percibieron el peligro. Cuando acababa el periodo de servicio y no los licenciaban ante la dificultad de encontrar sustitutos, más de uno se arrojó por la borda y nadó hasta la orilla más cercana: desertaban. La tripulación del Ural se redujo a 100 marineros, solo el 10 % de la original, lo que aceleró su decadencia.
Ahora surgen preocupaciones similares sobre el Almirante Nakhimov. Durante casi tres décadas de reparaciones y modernización ha recibido mejoras tanto en características ofensivas como en seguridad. El barco alcanza los 32 nudos, tiene una autonomía casi ilimitada y puede permanecer hasta sesenta días en el mar. Su tripulación fluctúa entre los 710 y los 744 marinos, y tiene capacidad para embarcar un grupo aéreo de tres helicópteros. Como con el Ural, muchos de los detalles siguen siendo secretos.
Todo resulta nebuloso, pero algunos informes apuntan a la instalación de una decena de lanzadores verticales universales que pueden lanzar los misiles más avanzados del arsenal ruso. También se menciona la inclusión de misiles hipersónicos Tsirkón, y hasta 176 celdas de lanzamiento vertical, divididas en armas de superficie y antiaéreas, un poder de fuego que no alcanza ningún otro navío conocido. Todo este presumible equipamiento, no confirmado, lo hace un barco temible.
Navegabilidad en duda
El problema no es que haya dudas sobre la tipología exacta de su armamento, sino que lo que realmente inquieta es su navegabilidad, o, más bien, su posible falta de ella, junto con su fuente de energía altamente volátil. Aunque el Nakhimov esté destinado a convertirse en el buque insignia de la flota rusa, existen serias dudas acerca de su seguridad: el espectro de un desastre tipo Chernóbil podría aparecer en cualquier momento.
El tiempo dirá si es el armamento que se afirma o hasta un peligro para su propia tripulación. Todos los marineros embarcados estarán muy atentos no a lo que les llegue del aire ni desde debajo de las aguas, sino a roedores muertos en rincones y pasillos. En ese momento, si los marineros empiezan a arrojarse al agua, es cuando el resto deberíamos preocuparnos.
