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Tecnología

Cuando se cometa un delito en Londres, el primero en llegar no será un policía sino un dron

Si la idea funciona, acabará siendo exportada a otros países y ciudades

Cuando se cometa un delito en Londres, el primero en llegar no será un policía sino un dron

Una agente de policía con un dron.

No verás luces azules parpadeantes. Ni oirás sirenas. Si atropellan a un peatón, se comete un atraco o alguien sufre un accidente, la policía llegará en minutos, pero no lo hará en un coche patrulla, sino volando. Tampoco será un policía uniformado como se ha hecho siempre: será un dron policial.

Ese es el eje del programa pionero de la Metropolitan Police Service (MPS) de Londres —la policía local—, por el cual los primeros en llegar a la escena de un incidente no serán necesariamente agentes en patrulla, sino un sistema aéreo no tripulado.

Esta iniciativa, bautizada Dron como Primera Respuesta (DFR, por sus siglas en inglés), busca desplegar drones desde estaciones fijas en el tejado de comisarías para que acudan a la escena en menos de dos minutos, frente al tiempo medio actual de unos ocho minutos para incidentes de alta prioridad.

El mecanismo funciona de la siguiente forma: un dron con capacidad de transmisión de vídeo e imágenes térmicas se encuentra alojado en el tejado de una comisaría, dentro de un cofre con apertura denominado Dock 3. Cuando se recibe una llamada al 999 y se califica como incidente de alta prioridad, la estación abre automáticamente la cubierta, el dron despega y vuela al lugar.

Desde allí, una variante comercial del DJI Matrice 4TD transmite imágenes en tiempo real a su controlador en la comisaría, así como a los agentes que se dirigen al mismo. Estas imágenes se graban para acumular posibles pruebas y, si no se requieren como evidencias, se eliminan pasados 28 días.

El objetivo declarado es dotar a los agentes de terreno de un conocimiento situacional más preciso e inmediato. Con esta ayuda podrán llegar a una escena con mejor información sobre qué tipo de recurso desplegar, situación del sospechoso, víctimas o condición del entorno. Según los responsables de la aplicación de drones en operaciones policiales, «esto no es vigilancia; es para apoyar las operaciones policiales en el terreno».

La prueba piloto ya se encuentra operativa en el distrito de Islington y se espera su expansión hacia otras zonas, como Hyde Park, antes de que finalice el año 2025. Si la fase de prueba resulta exitosa, la idea es extender el sistema a todo Londres e incluso ofrecer un modelo replicable para el resto de fuerzas policiales del país en otras ciudades.

Puede que la idea no se quede ahí. La National Police Air Service (NPAS) colabora desarrollando capacidades de drones para vigilancia de largo alcance (Beyond Visual Line Of Sight, BVLOS), que podrían complementar este tipo de despliegue urbano. Esto es: crear un servicio afín que cubra, en teoría, todo el territorio nacional.

El cambio que representa esta tecnología es notable. Hasta ahora, las fuerzas policiales dependían de helicópteros equipados con cámaras térmicas, lo que supone unos costes disparatadamente altos, consumo de combustible, molestias de ruido para zonas residenciales, tiempos de despliegue que suelen ser superiores y acceso limitado a muchas zonas. Con drones como los del programa DFR se prometen ventajas como tiempos de respuesta reducidos, menor coste operativo, un impacto medioambiental muy inferior y un índice de perturbación para la población mucho más bajo.

Por otra parte, la capacidad térmica del sistema permite operar de noche o en condiciones de baja visibilidad. Esto amplía las posibilidades de actuación en incidentes graves, búsqueda de personas o seguimiento de sospechosos, una tecnología disponible, pero poco aplicada.

La novedad es convertirlo en un mecanismo habitual

Aunque este despliegue urbano inmediato sí es novedoso, el uso de sistemas aéreos no tripulados por fuerzas policiales en el Reino Unido no es estrictamente una innovación. En 2020 existían al menos 288 drones operados por fuerzas policiales en el país, y durante los primeros seis meses de ese año se registraron más de 5.500 casos declarados en el uso de drones durante operaciones policiales.

Pero no todo es tan sencillo. El despliegue de un sistema de drones como primera respuesta deja varias preguntas en el aire. En primer lugar, aparece la cuestión de la proporcionalidad y la privacidad: ¿hasta qué punto la presencia de un dron sobre un incidente puede afectar la percepción de vigilancia continua en zonas residenciales? La privacidad y los derechos de la ciudadanía son una materia a la que la sociedad británica se aferra con energía.

En segundo lugar, está la cuestión de la fiabilidad técnica y reglamentaria. El vuelo en entornos urbanos densos, con posibles interferencias, obstáculos aéreos y personas alrededor, exige un alto nivel de seguridad operativa. Los vuelos de drones civiles están sujetos a fuertes restricciones, permisos específicos y limitaciones por cuestiones de seguridad, pero los policiales no tanto… aunque sean el mismo tipo de aparatos.

En tercer lugar, el factor de costes y planificación. Aunque la tecnología pueda resultar más barata que los helicópteros, requiere infraestructuras como estaciones de lanzamiento y almacenamiento, enlaces de datos, operadores especializados, mantenimiento y una integración fluida con los servicios de control policial. Algunos expertos ya advierten que la compra de tecnología no debe distraer la atención de inversiones fundamentales en personal, formación y comunidad.

En EEUU también

En los Estados Unidos, departamentos como la policía de Las Vegas han implementado un sistema parecido. Aunque el entorno y la normativa son diferentes, estas experiencias muestran que la lógica de tener ojos mirando desde el cielo en apenas un par de minutos resulta atractiva para fuerzas policiales. Todas buscan lo mismo: reducir tiempos de respuesta y mejorar la seguridad de los agentes.

La introducción del programa en Londres plantea un cambio significativo en la operativa policial. Al emplear drones que pueden llegar al lugar del incidente antes que los agentes, se dota a estos últimos de una imagen del escenario; con ello se mejora su eficacia, se reducen los tiempos del proceso de llegada y se optimizan los recursos.

El éxito del experimento londinense y su posible expansión para finales de 2025 a otras ciudades será un indicador de si esta nueva forma de patrullaje aéreo se puede convertir en un estándar para policías de otras latitudes. Los malos, en lo sucesivo, no esperarán a ver las luces azules ni oír las sirenas, sino que tendrán que mirar hacia arriba para buscar la señal de salir huyendo. Volando, llegará antes.

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