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Tecnología

El último invento contra los drones en Ucrania fue idea de un joven amante de los videojuegos

Se trata de un cartucho con un funcionamiento comparable con la telaraña de Spider-Man

El último invento contra los drones en Ucrania fue idea de un joven amante de los videojuegos

La munición antidrones creada por un joven ucraniano.

Se llama Yuri y tiene 18 años. Pasa el día entre el instituto, los videojuegos… y el diseño de armamento. Es ucraniano y, harto de ver cómo los drones rusos invaden Ucrania, ha propuesto una idea al ejército de su país. Una idea que funciona y que ya están aplicando en el campo de batalla.

En la guerra moderna, los presupuestos multimillonarios y las tecnologías de última generación suelen marcar la pauta. Por eso resulta inconcebible que una de las armas más eficaces contra drones rusos en Ucrania haya surgido de la mente de un joven de 18 años. Y eso es justo lo que ha ocurrido en Kiev.

Todo comenzó en 2023, cuando Yuri, un estudiante de segundo grado, vivía las consecuencias directas de la guerra en el distrito Shuliavka de la capital ucraniana. Aquel vecindario, mitad industrial y mitad residencial, sufrió con dureza las primeras semanas de la invasión rusa. Desde entonces ha sido objetivo de frecuentes ataques con drones y misiles.

Demasiado joven para alistarse y con una formación técnica limitada, Yuri decidió contribuir de otra manera. Combinó tutoriales de internet, aplicó nociones de diseño de manera autodidacta, y usó un software gratuito conectado por USB a una impresora 3D doméstica.

La idea no surgió de una clase de ingeniería, sino durante una partida de videojuegos con un amigo que tenía conocimientos básicos sobre municiones. De aquellas conversaciones lúdicas partió la inspiración: un proyectil que, al ser disparado desde una escopeta convencional, desplegara una red capaz de enredar las hélices de un dron en vuelo. La idea era sencilla: el principio era inutilizar la amenaza sin necesidad de explosivos o sistemas electrónicos costosos.

Para comprender la relevancia del invento es necesario situarse en el contexto del uso de drones en el conflicto ucraniano. Desde 2022, los drones de ataque, vigilancia y los utilizados como «munición merodeadora» han redefinido la guerra. Su bajo coste, facilidad de producción y precisión han convertido a estos dispositivos en herramientas letales que han desplazado a vehículos blindados y artillería pesada como principales causantes de bajas y destrucción.

Según cifras de la OTAN, más del 60% de las pérdidas de tanques rusos se debe a ataques de drones de visión en primera persona. En cuanto a las bajas humanas, se estima que cerca del 70% son consecuencia directa de ataques por parte de aparatos no tripulados. Una guerra siempre será un conflicto sangriento entre dos bandos, pero ese laboratorio bélico en que se ha convertido Ucrania, ha hecho obsoleta cualquier estrategia previa a 2022. Lo que sirvió, ya no vale.

Ucrania, que enfrentaba una desventaja numérica y tecnológica evidente al inicio de la invasión, supo convertir los drones en una ventaja. A través de una red descentralizada de talleres y laboratorios improvisados lograron construir drones en cantidades suficientes como para poder frenar el avance ruso. Sin embargo, con el tiempo la superior capacidad industrial de Rusia ha ido equilibrando la balanza.

La megafábrica de Alabuga en Tartaristán produce hasta 5.000 unidades mensuales del dron Geran, basado en el Shahed-136 iraní. Este aparato, aunque lento y ruidoso, es devastador, y se lanza en enjambre. Se han llegado a contabilizar entre 150 y 700 unidades por noche.

Las defensas ucranianas han conseguido interceptar la mayoría de estos ataques, pero a un coste insostenible. Utilizar un misil Patriot, con un coste unitario de entre cuatro y siete millones de euros, para derribar un dron de 20.000 euros no es viable. A ello se suma la utilización masiva por parte rusa de drones señuelo, que buscan saturar los sistemas antiaéreos antes de lanzar los verdaderos proyectiles. De esta guisa, la necesidad de soluciones asequibles y efectivas se ha vuelto perentoria.

Un invento casero

El primer modelo construido por Yuri fue bastante rudimentario. Usó materiales accesibles, impresoras de bajo coste y pruebas en talleres improvisados. El concepto inicial fue diseñado para lanzagranadas, pero tras un primer contacto infructuoso con una unidad de las fuerzas armadas —no le hicieron mucho caso—, reformuló su idea y la adaptó a escopetas, mucho más comunes en el frente.

Aquí es donde la munición de Yuri destaca frente a otros sistemas. Los rifles automáticos, las ametralladoras pesadas y los sistemas con espoletas de proximidad como los Bushmaster o los Paladin requieren plataformas específicas, entrenamiento especializado y logística compleja. En cambio, la escopeta es omnipresente en el frente: ligera, simple, fácil de mantener y sin necesidad de asistencia técnica.

El cambio resultó decisivo. La tercera brigada de asalto, conocida por sus innovaciones tácticas, se interesó por el proyecto y ofreció al inventor la posibilidad de realizar pruebas reales en un centro de entrenamiento militar. En Ucrania, el manejo de explosivos está regulado con una enorme rigidez, incluso en tiempos de guerra, y la ley impide de manera específica otorgar licencias a menores de edad.

A pesar de ello, la colaboración con militares experimentados permitió al grupo de jóvenes avanzar con las responsabilidades debidas cubiertas. Tras varios ensayos, ajustes de calibre y mejoras estructurales, la munición antidrones fue aprobada para pruebas de combate. La eficacia del dispositivo superó las expectativas, y apenas dos semanas después, recibieron un primer pedido de cien unidades.

Pruebas exitosas

En una de las primeras misiones, una unidad de fuerzas especiales logró derribar tres drones enemigos —entre ellos un cuadricóptero Mavic— a menos de 50 metros de distancia. El reconocimiento de la idea fue inmediato. La facilidad de uso, su compatibilidad con armamento disponible y el bajo coste de producción convirtieron a tan exótica munición en un recurso de gran valor.

La idea de Yuri no es solo viable, sino escalable. Puede ser producida a nivel local con herramientas básicas, adaptada a distintas versiones de escopeta y utilizada sin formación específica. En la práctica, su alcance efectivo ronda los 50 metros, ideal para defensa en trincheras, protección de búnkeres, posiciones fortificadas, y para cobertura de retirada o avance frente a drones de corto alcance.

Este tipo de munición también permite responder a amenazas que los sistemas electrónicos no pueden neutralizar. Los drones conectados por fibra óptica, que no emiten señales de radiofrecuencia, son inmunes a los inhibidores de señal o bloqueadores de frecuencia. Contra estos, la única defensa posible es física. La munición de red actúa como un proyectil cinético no letal para humanos, pero letal para hélices.

Un futuro ingeniero militar

Aunque su invención ya se ha probado en combate, Yuri aún no ha decidido su camino. Alterna entre sus clases, pruebas de campo en bases militares y participación en actividades formativas de la tercera brigada de asalto. Tiene el respaldo informal de unidades de élite, pero carece de un marco institucional que le permita escalar su proyecto con rapidez.

Quién sabe, de una manera algo parecida comenzó Palmer Luckey, el fundador de Anduril, y hoy es una de las empresas estrella proveedoras del Pentágono. La guerra tiene mil cosas malas, y alguna buena. Entre estas últimas, está que acelera muchos procesos industriales, que en ocasiones acaban en soluciones para el campo civil. Ojalá el conflicto acabe pronto, y se dedique a lo último.

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