Hay un país que tiene asiento de primera fila en un posible conflicto caribeño: China
El país asiático maneja cuatro bases de escucha de señales en Cuba

El presidente de China, Xi Jinping. | Europa Press
Lo van a ver todo desde un palco VIP. Alrededor de Venezuela se está tramando una de las acciones bélicas más intensas de la historia en el Caribe y alguien lo va a ver en primera fila. Los norteamericanos están concentrando poder militar alrededor del gobierno de Nicolás Maduro y un país ajeno al entorno tiene la ventana abierta para observarlo todo: China.
Con la excusa del narcotráfico —denominado en este caso concreto narcoterrorismo—, la Casa Blanca se ha otorgado permiso para volar por los aires cualquier lancha, navío o submarino que considere adscrito a este tipo de actividad. La lista de blancos exitosos empieza a rozar la decena, y muchos analistas piensan que puede escalar con posibles ataques en suelo venezolano, ya sea desde el mar, por aire o hasta con una invasión por tierra a pequeña escala.
Pekín está a unos 12.700 kilómetros de La Habana, pero en el país asiático van a poder ver lo que ocurra en directo, porque tiene instalados allí medios técnicos avanzados de los que no dispone nadie a su alrededor. Los chinos poseen cuatro bases remotas en la isla de Cuba, que, si bien no son exactamente de su propiedad —son cubanas—, cuentan con lo mejor de su tecnología de escucha y espionaje electrónico, el llamado Sigint o inteligencia de señales.
Hagan lo que hagan, las radiocomunicaciones estadounidenses, sus rutinas operativas, mensajería cifrada o no, señales de radares y conexiones vía radio con sus bases continentales o entre aviones o barcos, flotarán en el aire. Y los chinos saldrán a la atmósfera con un cazamariposas electrónico para tomar nota de todo. Si algo acaba ocurriendo en Venezuela, van a dar con un filón de señales, procedimientos y mecanismos muy valiosos para sus servicios de inteligencia y ejército.
La vigilancia electrónica nunca ha dejado de evolucionar y, en la era de las comunicaciones cifradas y los sistemas espaciales, las antenas son clave. La inteligencia de señales permite interceptar, clasificar y analizar emisiones de radiofrecuencia de origen militar o civil. Para ello se necesitan instalaciones físicas diseñadas para observar, escuchar y procesar datos. Es la razón por la que la isla de Cuba cobra protagonismo estratégico: han sido las antenas las que han dado el chivatazo.
Se sabe que en la isla hay al menos cuatro centros activos, capaces de cubrir el sur de Estados Unidos, el Caribe y rutas críticas trazadas por los satélites. Las bases identificadas por el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, con sede en Washington, están ubicadas en Bejucal, Wajay, Calabazar y El Salao. Cada una responde a una función distinta, y el conjunto conforma un sistema de captación de señales, el rastreo de operaciones navales y aéreas, la vigilancia de satélites en tránsito e incluso la recopilación de datos del tráfico comercial.
Las autoridades cubanas niegan cualquier tipo de colaboración extranjera, pero las imágenes tomadas desde el espacio despejan todas las dudas. No hace falta ser un experto para detectar la existencia y evolución de estas instalaciones, aunque —obviamente— los analistas ayudan a entenderlo mejor.
Bejucal: el nodo mayor
Situada al sur de La Habana, la estación de Bejucal es la instalación más extensa y desarrollada del conjunto. Asociada de manera histórica a la presencia soviética durante la Guerra Fría, la base ha sido sometida a reformas y ampliaciones durante la última década. Las imágenes más recientes revelan la instalación de un nuevo radomo —estructura esférica que protege antenas sensibles—, posiblemente asociado a un radar o sistema de inteligencia electrónica (Elint), especializado en captar emisiones electrónicas distintas de las comunicaciones convencionales.
La posición geográfica de Bejucal le otorga una cobertura privilegiada sobre el sur de Florida, donde se concentran bases aéreas, centros de mando y activos estratégicos. Las antenas, dispuestas en diferentes orientaciones y tamaños, permiten captar emisiones en las bandas de VHF, UHF, HF y ondas milimétricas. La combinación de receptores direccionales, sistemas de rotación automática y plataformas elevadas incrementa su alcance efectivo y su capacidad de discriminación de fuentes.
Wajay y Calabazar: apoyo y análisis
La base de Wajay se encuentra a menos de diez kilómetros al norte de la anterior. De menor tamaño, contiene doce antenas de distintos diseños y orientaciones. Su configuración apunta a tareas de intercepción de señales terrestres, móviles y de baja altitud. La diversidad de formatos sugiere que está optimizada para tareas de reconocimiento espectral y triangulación de emisores. Además, la presencia de un campo repleto de placas solares apunta al deseo de mantener cierta autonomía energética y operatividad continua sin depender de la red eléctrica cubana, que tiende a fallar mucho en los últimos años.
Calabazar, más al oeste, completa este triángulo técnico. Aunque más discreta en extensión, presenta un patrón típico de centros Sigint clásicos, con una docena de antenas parabólicas y de poste. Este tipo de configuraciones se utiliza tanto para intercepción como para transmisión. Su evolución en la última década muestra una reconfiguración paulatina de las antenas, lo que indica que sus misiones han ido adaptándose a cambios en el entorno. La ubicación de Calabazar permite cubrir rutas marítimas y aéreas hacia el golfo de México.
El Salao: cobertura de largo alcance
La instalación más reciente y, en apariencia, la más capacitada se encuentra en El Salao, al este de Santiago de Cuba. Este centro, en construcción desde 2021, destaca por albergar un Conjunto de Antenas Dispuestas Circularmente (CDAA por sus siglas en inglés) con un diámetro estimado de unos 180 metros. Este tipo de instalación, heredera de los modelos propios de la Guerra Fría, permite rastrear emisiones en rangos muy amplios y determinar con precisión el punto exacto de su origen.
Un CDAA como el de El Salao puede operar en modo pasivo, sin emitir señales, y captar transmisiones desde distancias que superan los nueve mil kilómetros, en función de las condiciones atmosféricas y la frecuencia empleada. Esta capacidad convierte a la estación en una herramienta ideal para la vigilancia regional de señales militares, el monitoreo de ejercicios y el seguimiento de plataformas en tránsito.
Además de la intercepción de señales, un CDAA también permite realizar análisis de espectro, identificar patrones de emisión y detectar anomalías. Esto es muy útil para reconocer la activación de radares móviles, transmisiones cifradas o movimientos de fuerzas con protocolos de comunicaciones propios.
Arquitectura de vigilancia distribuida
La disposición de estas cuatro bases no responde a una lógica improvisada. Cada sitio cumple funciones distintas pero coordinadas: Bejucal como nodo principal con capacidad de largo alcance; Wajay y Calabazar como estaciones de intercepción y procesamiento; El Salao como plataforma de rastreo y análisis de alta precisión. Esta arquitectura distribuida reduce la vulnerabilidad ante sabotajes o bloqueos, permite redundancia operativa y amplía el abanico de frecuencias que pueden ser cubiertas al mismo tiempo.
La capacidad de estas instalaciones permite la triangulación de emisores, la identificación de firmas electromagnéticas, la clasificación de patrones de transmisión y el seguimiento de actividad procedente de satélites. A pesar de que muchas transmisiones modernas utilizan cifrados avanzados, la mera detección de su existencia, intensidad, duración y localización aporta información valiosa sobre rutinas operativas, alertas tempranas o despliegues inusuales. También pueden captar emisiones asociadas a plataformas aéreas como los E-3 Sentry, P-8 Poseidon o aviones furtivos durante maniobras o patrullas.
En principio, nadie espera que estas instalaciones chinas en suelo cubano vayan a más. No va a haber una nueva «crisis de los misiles» y, según un análisis de la corporación RAND, el ejército chino no tiene la intención ni posee la capacidad de utilizarlas como bases militares al uso. No se van a lanzar ataques preventivos u otras operaciones ofensivas desde allí, o no, al menos, en mucho tiempo. Desde suelo cubano solo se espera espionaje o algo más preocupante: probables ataques cibernéticos.
Lo que sí es cierto es que la vigilancia del entorno marítimo, aéreo, espacial y digital estadounidense desde justo enfrente es preocupante para el Pentágono. Permite a una potencia externa recopilar datos de alta sensibilidad desde la retaguardia de su principal competidor estratégico. China se la devuelve a los norteamericanos con lo mismo que hacen ellos en su entorno, ni más ni menos.
