El siguiente hito en la logística militar pasa por ‘descolgar’ sus necesidades desde el espacio
La idea es montar un almacén en órbita baja y hacer descender en minutos su carga

La nave Arc.
Por tierra, mar o aire. A través de estos tres medios se pueden llevar cosas de un lado a otro, pero a todos les afecta el mal común de ser lentos en según qué circunstancias. Por eso, una startup californiana quiere realizar repartos de urgencia a través de una cuarta dimensión: el espacio.
Estamos en la era de la robotización. También de los drones. Y lo relacionado con los cohetes y el espacio vive una primavera. Los impulsores de la compañía Inversion Space creen tener una solución de alta velocidad y disponibilidad casi inmediata para remitir paquetes de pequeño y medio tamaño a cualquier parte del mundo.
Imaginemos un equipo de operaciones especiales en mitad de un desierto. El equipo de extracción no puede acceder a ellos y se están quedando sin munición, víveres, o suministros médicos. Hoy, un helicóptero o un avión de carga tendrían que salir desde una pista relativamente cercana, con el riesgo que conlleva enviar esos aparatos y su tripulación a una zona de combate donde el enemigo los rodea y avanza hacia ellos. Eso, si aparatos y el material requerido están disponibles.
De pronto, un estruendo rompe el aire. Los combatientes levantan la vista, algo surca el cielo, deja una estela blanca y desciende de manera frenética. Un paracaídas se abre entre el humo y una cápsula aterriza a escasos metros del pelotón. Dentro hay agua, munición y material médico. Esa ayuda ha llegado desde el espacio.

Esta escena, imaginada por The War Zone, podría ser una ficción bélica, pero se acerca a una posible realidad. Tras esta posibilidad está la empresa californiana Inversion Space, que acaba de presentar su nave Arc, una cápsula de suministro orbital diseñada para entregar carga crítica a cualquier punto del planeta en menos de una hora. El concepto, aunque todavía experimental, encarna una vieja ambición del Pentágono: mover recursos vitales por encima de fronteras, mares y frentes de combate sin depender de una logística vulnerable.
La nave Arc no es un cohete, sino una cápsula de aspecto vagamente similar a un trineo carrozado que viajaría en la órbita terrestre de baja altitud, en la que podría situarse en posición de espera. Cada unidad puede transportar hasta 227 kilogramos de carga útil, consistente en alimentos, equipos, piezas o municiones. Cuando un equipo en tierra necesita suministros, los operadores activan una secuencia de desorbitado. En minutos, Arc inicia su reentrada, controlada por un pequeño motor y aletas aerodinámicas que le permiten ajustar trayectoria y velocidad para alcanzar un área concreta.
A baja altitud, la cápsula despliega un paracaídas con control activo que la guía hasta un punto de aterrizaje de precisión, con un margen de error inferior a quince metros. El descenso puede realizarse sobre tierra, nieve o mar, y el sistema es completamente autónomo. Inversion asegura que la cápsula es reutilizable y que podrá ser recuperada tras cada misión. El resultado es una forma de transporte global casi instantáneo, con capacidad para llevar carga desde el espacio a la superficie terrestre sin intermediarios.
La idea no es nueva. En 2020, el Comando de Transporte de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos ya había anunciado su interés en sistemas capaces de trasladar cargas entre continentes en menos de una hora. La viabilidad de la idea pasaba por olvidar los aviones, encargados de ejecutar la función más parecida a día de hoy, y pensar en cohetes. De esa manera, el proyecto derivó en un acuerdo con SpaceX para estudiar la viabilidad de usar su programa Rocket Cargo, basado en cohetes reutilizables con aterrizaje vertical.
A diferencia del planteamiento, que soñaba con toneladas, el plan de Arc pasa por pequeñas cargas urgentes, aquellas que suelen retrasar operaciones por la ausencia de un componente esencial. La propia Armada de Estados Unidos ha señalado que hasta el noventa por ciento de sus averías logísticas podrían resolverse enviando piezas de menos de veinticinco kilos. Esa es la ventana operativa en la que Inversion quiere posicionarse: la del suministro crítico, inmediato y de alto valor táctico.
Órbita baja
Los ideólogos de Inversion contemplan el despliegue de una constelación de cápsulas Arc que permanecerían en órbita baja durante años, cargadas con material genérico o especializado. Cada una estaría lista para ser desorbitada bajo demanda, como un almacén en el cielo. En caso de crisis humanitaria, desastre natural o enfrentamiento militar, bastaría con emitir la orden y calcular la trayectoria de descenso.
En teoría, podría atender a unidades aisladas, buques en alta mar o posiciones cercadas. La empresa ya ha realizado pruebas de caída de precisión para validar el sistema de paracaídas inteligente y asegura que está preparada para un primer lanzamiento antes de que termine el próximo año. Su anterior demostrador, llamado Ray, fue puesto en órbita a bordo de un Falcon 9 de SpaceX en enero y sirvió para comprobar los sistemas de propulsión y separación que ahora se incorporan al diseño de Arc.
Si todo funciona, Arc podría cambiar la forma en que se conciben las líneas de abastecimiento militar. En conflictos donde los tiempos son decisivos, reducir horas a minutos puede marcar la diferencia entre sostener una posición o perderla. Para el teatro del Indo-Pacífico, donde la dispersión geográfica y la vulnerabilidad de las rutas marítimas son complejas, un sistema orbital de reabastecimiento tendría un enorme valor estratégico.
Y las pegas…
El potencial tampoco oculta las limitaciones. Cada cápsula solo puede transportar unos doscientos kilos de material y el coste de cada lanzamiento sigue siendo elevado. Aunque Inversion pretende abaratar el sistema mediante la reutilización, los envíos seguirían reservándose a misiones de máxima urgencia, donde la velocidad justifique el precio.
El proyecto de Inversion llega en un momento en que las agencias de defensa y las empresas espaciales privadas compiten por definir la próxima generación de transporte global. SpaceX continúa avanzando con su programa Rocket Cargo, la Fuerza Espacial estudia vehículos de descenso rápido y startups europeas ensayan cápsulas de recuperación de satélites que podrían adaptarse al mismo propósito.
Inversion busca simplicidad. Frente a los cohetes reutilizables o los aparatos de aterrizaje vertical, Arc apuesta por el paracaídas, un mecanismo probado durante décadas y menos dependiente de infraestructuras. Su mayor reto será la certificación y la regulación. Ningún tratado internacional contempla todavía la entrega rutinaria de carga desde órbita a tierra. Por otro lado, la reutilización plantea desafíos técnicos complejos. El escudo térmico debe soportar varias reentradas sin degradarse, y los sistemas de guiado deben mantener su fiabilidad en condiciones extremas.
Un almacén en el cielo
Inversion sostiene que su visión va más allá del ámbito militar. Una cápsula reutilizable y precisa podría servir como plataforma de retorno para experimentos científicos, contenedor para material médico en zonas de catástrofe o vehículo de rescate para satélites en desuso. A largo plazo, la empresa imagina centenares de unidades Arc orbitando la Tierra como una red logística permanente, capaz de atender peticiones de distintos gobiernos o corporaciones privadas.
El principio es sencillo: reemplazar los convoyes terrestres y las rutas aéreas. Las cápsulas actuarían como un «almacén global en órbita», preparado para liberar sus cargas en cuestión de minutos. La idea de usar el espacio como almacén logístico no es nueva, pero nunca había contado con una tecnología tan cercana a la aplicación real.
Entre la ciencia ficción y la estrategia
Durante décadas, las fuerzas armadas han soñado con la capacidad de mover suministros instantáneamente entre continentes. Cada intento se ha topado con los mismos obstáculos: costes prohibitivos, riesgos técnicos y una regulación pensada para un mundo que no imaginaba rutas logísticas interplanetarias. Inversion, con su enfoque modesto y modular, pretende ser la excepción.
Lo decían en Star Trek: «el espacio, la última frontera». Pero eso era antes. Ahora hay quien lo ve cada vez más como un entorno accesible, materia prima para ejecutar iniciativas y, a fin de cuentas, un negocio. Si es llevadero desde el punto de vista técnico y las cuentas cuadran tanto a clientes como a promotores, se hará.
