Tres ‘gadgets’ que usan los espías como Jason Bourne y que cualquiera puede comprar
Todos ellos estarán en la carta a los Reyes Magos de agentes encubiertos y espías, si es que no los poseen ya

Plaud Notepin.
James Bond, Ethan Hunt y Jason Bourne. Son los superespías cinematográficos, siempre atractivos y capaces de realizar hazañas extraordinarias. Aunque cada uno con una personalidad propia, todos concluyen en el mismo punto: manejan gadgets increíbles que les dan la solución a problemas en principio irresolubles. Muchas de sus tecnologías, imposibles hace apenas una década, hoy están a la venta en tiendas online. Vamos a conocer tres dispositivos que usan operadores de la CIA y que cualquiera puede adquirir a un precio asequible.
Más allá del celuloide, quienes operan en entornos reales de inteligencia, contrainteligencia o vigilancia apoyan su desempeño en dispositivos que pasan inadvertidos. No parecen lo que son y permiten actuar sin levantar sospechas. La sofisticación ya no depende del tamaño, sino de la habilidad para ocultar capacidades bajo una apariencia banal e incluso anodina.
En ese escenario sobresalen tres objetos que cualquier espía moderno, público o privado, tiende a llevar consigo: un bolígrafo táctico, una grabadora de voz impulsada por inteligencia artificial y una cartera que combina blindaje digital con localización remota. No son juguetes, sino herramientas actuales, disponibles en el mercado comercial, de funcionalidad comprobada y utilidad tan silenciosa como rayana en lo letal si es utilizada por manos expertas.
Entre ellos, el bolígrafo táctico es quizás el más modesto en apariencia, pero no por ello menos importante. A simple vista, podría confundirse con cualquier estilográfica de diseño sobrio. Sin embargo, sus características materiales y estructurales lo convierten en una herramienta multifunción.

Fabricados de manera frecuente en aluminio aeroespacial, con acabados que resisten temperaturas extremas, impactos o abrasión prolongada, albergan en su extremo una punta de acero de tungsteno capaz de fracturar cristales de seguridad o soportar presiones mecánicas elevadas. Su peso apenas supera los 30 gramos, lo que permite llevarlo en el bolsillo sin alterar la movilidad ni llamar la atención. En caso de accidente, encierro forzoso o entrada rápida a un habitáculo, su utilidad supera con creces la de cualquier herramienta convencional.
Más allá de su empleo como instrumento de emergencia o defensa, lo que hace valioso al bolígrafo táctico es su invisibilidad al ojo ajeno. Ningún control policial, ninguna revisión aeroportuaria ni ninguna inspección rutinaria lo señalará como una amenaza. Sigue escribiendo como cualquier otro bolígrafo, su tinta es fluida y resistente al agua, y puede utilizarse en cualquier tipo de papel, incluso bajo condiciones climatológicas adversas.
Hay muchos modelos, pero son muy populares algunos como el Bullet Ant 2.0, fabricado en titanio y con sistema de acción por perno, o el UZI Tactical Pen. Este último, con un diseño inspirado en el equipamiento de unidades militares, ha ganado popularidad entre instructores de defensa, pilotos de combate y escoltas privados.
Sus precios varían entre los 30 y los 100 euros, según los materiales, el origen del fabricante y los complementos añadidos, como puntas intercambiables o superficies de agarre optimizadas para su uso a mano desnuda o con guantes. En Europa pueden encontrarse en tiendas especializadas de supervivencia y seguridad, y su adquisición no requiere permisos especiales, lo que favorece su circulación y uso extendido.
Mientras el bolígrafo responde a las amenazas físicas, el segundo dispositivo de este arsenal aborda el universo de la información. En los entornos en los que la conversación es norma y la memoria humana se muestra insuficiente, registrar con precisión lo dicho se convierte en una ventaja táctica. Aquí entra en juego el Plaud Notepin, una grabadora de voz con inteligencia artificial integrada, diseñada para parecer una simple chapa decorativa o un pin corporativo.
Parece un broche aburrido
Pesa 16,6 gramos, se sujeta discretamente a la solapa de la camisa o al borde de un bolsillo y graba de forma continua o selectiva, de acuerdo con la configuración establecida por el usuario. Lo relevante no es tanto su capacidad para almacenar sonido, sino para procesarlo. El dispositivo transcribe automáticamente en más de cien idiomas, genera resúmenes estructurados, mapas mentales, crea listas de tareas e incluso señala alertas asociadas a palabras clave, todo ello de forma automática y sin intervención posterior.
El usuario activa la grabación con un único gesto y, a partir de ahí, todo ocurre en segundo plano. La información queda protegida mediante cifrado de extremo a extremo, lo que evita filtraciones accidentales o accesos remotos no autorizados. Si se te cae, no se te va a perder, porque incorpora integración con el ecosistema Apple a través de la función Find My, lo que permite localizarlo en caso de extravío o robo.
Su precio oscila entre los 150 y los 170 euros, según la modalidad de suscripción elegida para el procesamiento de datos en la nube. Se comercializa directamente a través de la web del fabricante o mediante plataformas europeas autorizadas, con disponibilidad para su envío en la mayoría de los países de la UE.
Aunque sus dimensiones son reducidas, el impacto estratégico del Notepin es considerable. En una reunión diplomática, una negociación empresarial, un interrogatorio informal o un encuentro con una fuente confidencial, este pequeño objeto garantiza que nada se pierda. Su mayor virtud reside en que libera al usuario de la necesidad de tomar notas o grabar con dispositivos visibles, lo que reduce su exposición y aumenta la fluidez del intercambio. Se convierte en un aliado natural no solo para quienes operan entre sombras, donde la diferencia entre recordar un dato o dejarlo escapar puede cambiar el curso de una operación entera, sino también para empresarios y ejecutivos hi-tech.
Una cartera muy especial
El tercer elemento que completa este trío esencial es la cartera táctica con blindaje RFID y localización remota. En un entorno saturado de sensores, terminales sin contacto y lectores inalámbricos, la posibilidad de que una tarjeta bancaria o una credencial oficial sea clonada sin contacto físico directo es más alta que nunca.

Esta cartera, fabricada en aluminio de grado aeronáutico y con compartimentos sellados, bloquea las señales electromagnéticas que permiten leer los chips RFID. De este modo, impide que se roben datos personales, saldos financieros o identificaciones electrónicas a través de un simple roce en espacios concurridos como aeropuertos, estaciones o centros comerciales.
Además del blindaje electrónico, lo que distingue a estas carteras tácticas es la inclusión de un sistema de rastreo. Algunos modelos incorporan un chip GPS integrado; otros, más económicos, emplean tecnología Bluetooth que alerta cuando la distancia entre el usuario y su cartera supera un umbral preestablecido. En ambos casos, el objetivo es garantizar la recuperación del objeto en caso de pérdida o robo.
El operador recibe una notificación inmediata, puede consultar la última ubicación conocida y activar alertas sonoras en el dispositivo para facilitar su localización, de forma similar a cuando alguien te roba unos AirPods. Modelos como los de la firma Axwell, que permiten integrar tarjetas Chipolo, ofrecen una solución robusta sin renunciar a la estética o la ligereza. Sus precios se sitúan entre los 70 y los 130 euros, y están disponibles en tiendas de tecnología, comercios de seguridad personal o portales especializados.
Inventos pequeños, soluciones grandes
Para un agente de campo, esta cartera no es solo un contenedor de efectivo. Es una caja fuerte de bolsillo que protege no solo el contenido físico, sino la integridad de la identidad. En muchos casos actúa como sistema de alerta secundaria: si desaparece, puede significar que algo va mal. Y en un oficio donde la anticipación lo es todo, detectar la anomalía a tiempo puede marcar la diferencia entre salir ileso o quedar expuesto. Por eso, lejos de ser un accesorio menor, la cartera táctica se ha consolidado como un componente esencial del equipamiento del agente encubierto moderno.
Estos tres objetos, tan sencillos en apariencia como determinantes en su función, definen una nueva era en el equipamiento personal de quienes operan en entornos de riesgo. No hay estridencias, ni espectáculo, no hay cables ocultos, ni proyectiles camuflados, ni rayos láser que emanan de la esfera de un reloj. Cada uno de ellos responde a una necesidad real: el bolígrafo protege, el Notepin registra, la cartera blinda. Todos ellos estarán en la carta a los Reyes Magos de James Bond, Ethan Hunt y Jason Bourne, si es que no los poseen ya.
