Giorgio Armani (1934-2025)
Se ha marchado el hombre que fue capaz de una hazaña inigualable: poner de moda la elegancia en la moda durante la década más atrozmente hortera que se recuerda: los 80. Porque sí, los 60 fueron locos, los 70 estrambóticos y los 90 olvidables, pero los 80… no se recuerda un ataque a la retina tan salvaje. Y vino Giorgio a arreglarlo todo un poco, con sus líneas sobrias y rectas, con su contención y uso de materiales exquisitos. Apareció para zurcir y remendar un tiempo tan chabacano que nos dejó a Miami Vice y Gordon Gekko, las americanas con hombreras reminiscentes de los 40 y los tupés verticales de Cindi Lauper, todo bañado en los colores pastel de las portadas del genial Interview de Andy Warhol. No es moco de pavo introducir algo de cordura estética a semejante ensaladilla visual.
Bromas aparte, se marcha un diseñador al que no se puede calificar de genial, pues era previsible en su exquisitez. Quizás soñó con ser Balenciaga y casi lo consiguió por momentos, pero se acercó mucho más a Dior. No dio puntada sin hilo y acertó hasta en el nombre de su línea Emporio Armani, que es lo que deja tras sí, como la larga cola de seda de uno de sus vestidos de noche: un emporio de casi nueve mil empleados, una marca global con más de seiscientas cincuenta tiendas y una fortuna personal cercana a los trece mil millones.