Dormía el Conde Pédrulo tan tranquilo en su ataúd satinado, sin roncar ni molestar a nadie. Y va el Supremo, a traición, y en estas fechas estivales de julio tan propicias y preferidas para los golpes de efecto por el vampiro rey, como las elecciones sorpresa o las leyes bolañas por la puerta trasera, van, decía, y le clavan de un sonoro mazazo en ese duro corazón de hormigón acorazado que tiene Nosferatu Sánchez, al Felón General de Estado.
El fiscalito Ortiz a un paso del banquillo. Arte y parte, diríamos: el acusador, procesado. El cazador, cazado. Y cazado, ya de paso, a la Quincey Morris en la novela de Bram Stoker, el vampiro en su retiro, en su tenebroso reino de sombras, cambalaches y manejos.
Vamos, que estos jueces del Supremo resulta que tienen el colmillo más retorcido que el propio murciélago monclovita: le han ciscado las vacances al Monster.