The Objective

La viñeta sobre... votando voy, votando vengo

Votando voy, votando vengo.

Y por el camino yo me entretengo.

Ha ganado Milei, contra todo pronóstico, las elecciones legislativas en Argentina. A lo mejor no estaba tan loco el loco Milei. Los zurdos, en su berrinche, hacen aspavientos, desnortados, como Lamine al finalizar el Clásico, y dicen que el pueblo “se ha equivocado”. Pues oiga, son muchas equivocaciones juntas. Han visto esos millones de equivocados el zurrón de pasta que se ha traído el de las patillas de Washington y han pensado que es como el pan que trae bajo el brazo el nene recién nacido: el pastizal que puede alumbrar el parto de una nueva Argentina, una que olvide sus más de cien años de descenso al cadalso monetario tras haber sido la cuarta potencia mundial a principios del siglo pasado.

El peronismo ha sido la pesadilla nacional recurrente hasta que Milei ha despertado a sus conciudadanos del mal sueño colectivista, aunque haya sido a golpe de motosierra, vociferando soflamas, cantando rock desafinado e insultando con disfrute. Dicen que es populismo y sí, vistos los votos, es muy popular.

Nos estamos empezando a acostumbrar a remontadas épicas, y las elecciones en el mundo entero se van convirtiendo en clásicos Madrid-Barça: impredecibles y sorprendentes. En España, el partido está parado. Puigdemont ha pedido el VAR y no le va a conceder otro penalti más a Pedro Sánchez, que se ha tirado a la piscina… y la piscina no tenía agua.

No sabemos si el okupa de la Moncloa convocará unas elecciones que, a priori, parece tener perdidas, o si estirará, sin vergüenza —el sinvergüenza—, el chicle de la legislatura, al que ya no le queda sabor de tanto que lo han masticado. Lo que sea con tal de seguir atendido por cientos de asistentes y asesores, y alejar, un poquito más, como Netanyahu, el tsunami judicial que le espera.