The Objective

La viñeta sobre... Morante

Torero, torero.

El domingo fue, al unísono, un día de tristeza y alegría. Vimos a Morante de vuelta de verdad, tras su terrible cogida, la que casi le cuesta la vida. Pletórico, hizo un faenón de antología, con dos orejas como dos soles y otra puerta grande más en la catedral del toreo, que ya es su casa para siempre: Las Ventas. Y, a la vez, la pena de saber que era la última vez que veríamos al diestro salir a hombros de una multitud que le adora como al dios del albero que es. Se cortó la coleta por sorpresa, con premeditación y alevosía.

La corrida, la Fiesta, siempre es una batalla. El combate entre el hombre y algo superior a él en fuerza y nobleza: el toro. La tauromaquia es el arte de la guerra sagrada, y Morante, como Unamuno, el sumo sacerdote.

Coincidente en el tiempo, acaba una guerra atroz entre dos enemigos que se odian eternamente y sin mesura. David es Goliat y viceversa. Uno tiene la fuerza bruta del odio, y el otro, la de la inteligencia. Decida el lector quién es quién. Y, en medio de ese coso ensangrentado, ha tenido que aparecer el más inusual de los toreros, uno muy rubio y de ancestros alemanes, para poner paz y, después, gloria.

Morante solo hay uno… pero es que a lo mejor son dos. Tanto monta, monta tanto: Morante como Trump. Que muera la muerte y que viva la paz.

Publicidad
Publicidad
Publicidad