The Objective

La viñeta sobre... La Vuelta revuelta

La Regata Ciclista a España

Recuerdo, no hace tanto tiempo, cuando el ciclismo era pura épica; cuando los corredores tenían que soportar las inclemencias del clima y los aficionados los impulsaban Angliru arriba con el aliento de sus gritos de ánimo. Lo recuerdo y se me ponen los pelos como escarpias y la carne de gallina. ¡Qué tardes de gloria! ¡Qué siestas! Ver a Induráin o a Perico escapar veloces, escalando cuesta arriba, los gemelos tersos y tensos como cuerdas de guitarra, o lanzados a lo kamikaze, a tumba abierta, en un descenso vertiginoso. Era como soñar con hacerlo uno mismo, entre cabezadita y cabezadita. Otro cafetito, Mari, cariño.

Hoy, tras asistir al enésimo espectáculo de esa congregación de plastas liderada por un recaudador etarra que han decidido darnos la tarde cada tarde, se me vuelven a erizar los pelos del cogote, pero de vergüenza ajena. Gentuza a tutiplén, patéticos personajuchos envueltos en banderas y pañuelos kufiyas, que gritan histéricos y escupiendo salivazos, insultando e increpando a los solitarios héroes de la bici que solo intentan cumplir con su obligación: hacer su trabajo. Lo que hay que aguantar.

Hoy los ciclistas corren más riesgo de estrellarse contra un cambio-climatista que contra un quitamiedos. El deporte de riesgo es esquivar a los pelotudos manifestantes (y pelotudas ellas también), que no paran de dar el coñazo, jaleados —como si los heroicos pedalistas fuesen ellos— por los presentadores de RTVE a sueldo de La Moncloa o, directamente, por el líder del equipo: su Presidente.

Han encontrado el filón en la causa palestina, con la que intentan hacernos olvidar a todos sus putas, las saunas, el trinque y la corrupción masiva. Eso sí que son puertos de primera.

Publicidad
Publicidad
Publicidad