The Objective

Análisis económico: Anoche soñé que volvía a la Moncloa

Anoche soñé que volvía a la Moncloa. Me encontraba ante la verja, pero no podía entrar, porque el camino estaba cerrado. Entonces, como todos los que sueñan, me sentí poseído de un poder sobrenatural y atravesé como un espíritu la barrera que se alzaba ante mí.
Estábamos en 2050 y Pedro Sánchez seguía siendo presidente del Gobierno.
Por decimocuarto año consecutivo, los Presupuestos se habían prorrogado, pero eso era ahora lo apropiado y deseable, como había sancionado el Tribunal Constitucional, que también había decidido que Ábalos era inocente y había sido víctima de un atropello. Jésica era ahora secretaria de Estado de Igualdad y Koldo, director de la Guardia Civil.
La rueda de prensa la estaba dando Pilar Alegría. Se quejó de que el Gobierno era víctima de los pseudomedios y de una oposición que no creían en la democracia y que se dedicaban a deslegitimar su gestión aprovechando torticeramente los apagones, el caos ferroviario, las listas de espera de la sanidad, la carestía de la vivienda, los impuestos, etcétera.
Recuerdo que pensé: «¿Cómo es posible que en 2050 los españoles sigan votando a Sánchez?». En ese instante se me apareció Albert Einstein y me explicó que la fuerza más poderosa de la naturaleza no era la gravitatoria, ni la electromagnética, ni siquiera la nuclear. La fuerza más poderosa de la naturaleza era el coste de oportunidad.
«¿Y qué es el coste de oportunidad, Alberto?», porque en mi sueño podía tutear a Eisntein.
«Muy fácil —me dijo—, lo que dejas de ganar cada vez que haces una elección. Cuando decides ir al cine en lugar de estudiar, el coste de oportunidad es que obtienes una nota peor. Si la asignatura en cuestión es una maría, igual te compensa. Pero el coste de oportunidad puede ser a veces muy alto. Piensa en un divorcio. Si eres Brad Pitt, no tardarás en encontrar pareja, pero la mayoría no somos Brad Pitt y, ante la eventualidad de acabar solos, nos cuidamos mucho de hacer tonterías. El coste de oportunidad nos mantiene unidos».
«Lo mismo pasa con los votantes —prosiguió Einstein—. Sánchez puede ser un marido indeseable, pero ¿qué alternativa hay ahí fuera? ¿Una coalición PP-Vox? Quita, quita…»
Entonces, Einstein se desvaneció y me encontré abrazado a sir Laurence Olivier, mientras la Moncloa ardía y, entre las llamas, un votante socialista gritaba que prefería que el fuego consumiera el edificio antes que verlo ocupado por Núñez-Feijóo.
«Claro, el coste de oportunidad», recuerdo que pensé antes de despertarme.