The Objective

Análisis económico: El Gobierno ha perdido el control de la agenda

El arma más poderosa que existe en una democracia es el control de la agenda. La política es como una película: tiene un argumento central y los partidos se pelean para imponer aquel en el que salen más favorecidos.

Lo lógico sería ocuparse de los problemas que inquietan a los ciudadanos, pero si uno no puede ofrecer soluciones creíbles o populares, es mejor desviar el foco. El PSC lo hizo en las autonómicas de 2003. La reforma del estatuto preocupaba a un exiguo 0,4% de los catalanes, pero Maragall se las arregló para convertirla en el eje de la campaña, silenciando asuntos en los que sus rivales habrían tenido ventaja, como la economía, y conquistó la Generalitat.
En este pulso por el control de la agenda, los Gobiernos parten con ventaja. Mediante la iniciativa legislativa y el manejo de los Presupuestos, deciden de qué se debate en cada momento, qué llevan en portada los periódicos y con qué abren los telediarios.

Pero el Gobierno actual está prácticamente paralizado. Apenas ha aprobado unas pocas leyes, una de las cuales es, naturalmente, el Concierto Económico Vasco: para eso sí que no ha habido problema; se ha tramitado en lectura única y se ha mandado directamente al BOE.

Por lo demás, atravesamos uno de los periodos de menor actividad legislativa de la democracia y, como tampoco hay Presupuestos, ¿de qué hablamos los medios?

Pues del apagón, del caos ferroviario, del último récord en velocidad de aforamiento, de las horas extra de Jésica, del fiscal general, de Begoña, del hermanísimo. La película que se ve a todas horas es la de un Gobierno a la defensiva, que va de un lado a otro desmintiendo enérgicamente lo que la UCO corrobora a continuación, mientras mendiga al señorito de Waterloo unos votos que le permitan estirar un poco más el chicle.

¿Cuánto puede durar esta película?

Pocos Gobiernos caen por vergüenza torera y por no estar a la altura de sus estándares éticos. La principal razón suele ser estratégica. Si Sánchez creyese que existe alguna posibilidad, por remota que sea, de revalidar la coalición de izquierdas, como sucedió en 2023, disolvería las Cortes. Pero salvo su leal escudero Tezanos, ningún sociólogo avala hoy por hoy esa tesis.

Así que mientras el Gobierno aguarda una metedura de pata del PP que le devuelva el control de la agenda y le dé oxígeno en los sondeos, el país decae y nadie se ocupa de los problemas que inquietan a los ciudadanos, salvo, naturalmente, el Concierto Económico Vasco.