The Objective

Análisis económico: Elogio de la transición

Lo primero que se le enseña a un niño es que se llama fulanito y que pertenece a tal familia, y que esa familia es estupenda y debe estar orgulloso de formar parte de ella.

Se le enseña, en suma, identidad y autoestima.

El sentimiento nacional no es diferente, pero durante siglos ser español no había sido un proyecto sugestivo. Ser estadounidense molaba un montón: eran una nación próspera y libre, tenían un gran ejército y nadie les tosía. La historia de España era, en cambio, una historia de decadencia y guerra civil, de atraso económico y dictadura.

Hasta que, tras la muerte de Franco, culminamos la Transición y dejamos de ser un país intolerante, donde la gente se mataba por razones políticas y religiosas, para convertirnos en otro en el que convivían izquierdas y derechas, creyentes y ateos.

De repente, ser español volvía a molar.

Hay, naturalmente, bastante de simplificación en este relato. La Transición distó mucho de ser modélica y, no digamos ya, pacífica. Entre mil novecientos setenta y cinco y mil novecientos ochenta y dos se produjeron cerca de setecientas muertes de carácter político.

¿Significa eso, como sostiene la izquierda podemita, que todo el proceso fue una gran mentira «asentada en el genocidio»?

En absoluto. Sus logros a la vista están. En nuestra atormentada historia hemos vivido fases de prosperidad y fases de libertad, pero siempre por separado. Nunca antes habíamos disfrutado simultáneamente de prosperidad y de libertad como en estos últimos 50 años

Por supuesto que, a la hora de escribir la historia, conviene dejar a un lado las mitologías y las generalizaciones. Pero en política son inevitables y, puestos a elegir entre dos relatos, ¿por qué optar por el venenoso, que atiza el odio y el enfrentamiento, en lugar de por el positivo, que facilita el perdón y la convivencia y nos enseña, en suma, identidad y autoestima?